Capítulo 4

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Había bastado únicamente una lenta y tortuosa semana para comprender que algo malo estaba sucediendo. Quizás no era malo el mejor término para describir la situación, pero más o menos para Vanesa se sentía como miles de puñaladas en el pecho y el abdomen. Los ataques de histeria que sufría estaban dejando al descubierto que algo le sucedía con ese chico. Natalie, por supuesto, no había tardado mucho tiempo en notarlo, y empezaba a tener serias dudas con respecto a eso.

—¿Te gusta? —le preguntó directamente.

—¿Quién? —Vanesa frunció el ceño, nuevamente con la mirada perdida en los ojos del rubio.

—¿Quién más? Tom, por supuesto —dijo Natalie mientras movía las manos frente al rostro de la pelirroja.

Vanesa ya ni siquiera se molestó en avergonzarse. Eso se estaba convirtiendo en tema de todos los días porque Natalie no iba a dejar de preguntárselo hasta que lo aceptara.

—No lo conozco, con suerte he podido hablar con él. Entramos hace muy poco a clases. Sé que hemos cruzado palabras durante los recreos, pero eso no significa nada… aunque yo quisiera que… —La rubia alzó ambas cejas, así que Vanesa prefirió callar. En cualquier momento podía meter la pata.

—Continúa.

—No, olvídalo.

—¿Qué ibas a decir?

—¿Tanto trabajo te cuenta creerme? Solo es… lástima.

—¿Tanto trabajo te cuesta reconocer que te gusta? Puede que sea feo, pero creo que si le quitásemos los anteojos, el aparato dental y… bueno, todo eso que lleva encima, no estaría tan mal como para ti.

—¿Qué? Hugh, cállate. Además, ese que observas ahí no es su estilo. Él no es tan ñoño, en serio. Yo lo he visto… y a veces sale de su casa con unas ropas enormes de hiphopero bastante extrañas.

—¿Sabes en donde vive? No me digas que lo has seguido… —Vanesa bajó la mirada totalmente avergonzada.

La habían pillado.

—Bueno… ¡Sí! ¿Y qué con eso?

—Que te gusta. Tom te gusta, ¿cierto? —Ante las palabras de Nat comprendió que ya no era posible seguir ocultándolo más. Ni siquiera ella misma se creía el cuento que era solo lástima lo que sentía por él.

¿Por qué tenía que gustarle precisamente ese chico? Siempre había sido extraña en gustos, más de una vez se lo habían dicho. ¿Pero un Nerd? ¿Un… un hermoso Nerd? Debía anotarlo en su lista imaginaria porque ya se había resignado a creerlo.

Su mirada  había contestado todas las dudas de su amiga.

—¡Sí! ¡Sí! Yo lo sabía.

—No se lo digas a nadie, por favor.

—¿No confías en mí? —Natalie frunció el ceño profundamente.

—Claro que sí. Es solo que…, agh, simplemente olvídalo. Tom me gusta, y ¿qué puedo hacer contra eso?

La rubia sonrió maléficamente solamente para intimidar a Vanesa. No es que se le hubiese ocurrido un plan macabro o algo por el estilo.

—Muchas cosas, mi querida amiga, muchas cosas. ¿Y qué crees?

—¿Qué?

—Estoy aquí para ayudarte con el feo. —Vanesa le dio un empujón y Natalie se tambaleó en su silla—. Bien, con Tom.

—¿De qué hablas? —Vanesa negó y luego lo volvió a mirar. Tom estaba quieto y muy pensativo—. ¿Ayudarme? Yo no he dicho que quisiera…, bueno, sí quisiera. Oh, es que no sé.

—Deja de reventarte la cabeza por nimiedades. ¿Sabes que eres muy extraña? Simplemente inténtalo, no pierdes absolutamente nada. —Vanesa asintió efusivamente.

Su amiga tenía razón. ¿Qué podía perder? ¿El rechazo de un ñoño? Bueno, en sí, lo que podría molestarle no sería que un ñoño la rechazara…, pero sabía que el resto lo vería como algo sumamente humillante. No estaba realmente segura de poder soportar aquello, y tampoco sabía que no sería un trabajo tan fácil. Tom no se trataba de un chico cualquiera.

Mi Nerd Favorito.Where stories live. Discover now