Capítulo 34

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—Huh… —Tom jadeó y dejó salir todo el aire contenido en su pecho apenas su amiga se apartó y le permitió pensar mejor.

Vanesa estaba totalmente sonrojada, y realmente se veía más nerviosa que él, más de lo que quizás debería estarlo.

Incluso temblaba.

Tom enmudeció.

—Ah, yo. —Ella prefirió dejar la boca cerrada.

No sabía cómo decirle por qué había hecho aquello. Tom no la comprendería, pensaría que estaba intentando jugar o burlarse, y no iba a permitir que acabaran con la amistad que ella tanto apreciaba.

El rubio se llevó la mano derecha a los labios y la observó entre confundido y extasiado, intentando comprender por qué Vanesa no sentía asco hacia él, intentando entender por qué razón lo había besado cuando él ni siquiera lo sabía hacer bien.

La vio desesperarse, y continuó acariciando sus labios en silencio, olvidando complemente cualquier dolor que pudiera sentir.

—Vanesa —dijo tratando captar su atención, la cual se concentraba en cualquier parte de su habitación menos en él.

—Nos vemos. —Ella fue cortante y lo dejó solo luego de cerrar fuertemente la puerta de la habitación.

Tom sintió una presión en el pecho y una desagradable sensación de miedo le aceleró el pulso.

No se atrevió a seguirla, pero tampoco deseaba que se marchara.

Ella era con la única persona que podía estar tranquilo, en quien podía confiar, desahogarse y regañar todo lo que quisiera.

No se sentía bien y Vanesa era la única que lo hacía estar cómodo. Pero se había ido y no iba a regresar hasta que supiera qué cosa decirle como excusa por haberlo besado.

Tom se dejó caer en la cama pesadamente y soltó un gemido lleno de frustración.

¿Qué debía hacer ahora?

Su puerta fue abierta lentamente, y los latidos de su corazón llegaron a resultarle molestos cuando pensó que podía ser Vanesa quien había regresado.

Pero no.

Simone entró lentamente y cerró la puerta con calma.

—No quiero hablar, mamá. —No estaba para explicaciones, no quería darlas.

Aun así, sintió cómo su cama se hundía a su lado luego de haberse vuelto a esconder bajo las sábanas.

—Tom.

—No, mamá.

—¿Qué le sucedió a Vanesa?

—¿Por qué? —Él se removió con curiosidad, pero no enseñó su rostro.

—No sé, porque parecía tan nerviosa y distraída. Ni siquiera dijo adiós.

—¿Por qué debería saberlo? —Simone no respondió, y Tom comenzó a ponerse nervioso.

Conocía a su madre, y no le quedaba más remedio que resignarse a contar todo desde un comienzo.

Empezando por los golpes, terminando en la pelirroja.

Dios, sentía como si estuvieran apuntándolo con un arma para obligarlo a contar algo que no quería.

Su madre era así, y no tenía escapatoria, nunca la había cuando ella estaba tan decidida a conversar, cosa que ya casi no hacía con Tom.

Simone se sintió un tanto culpable al recordar todo lo que Vanesa le había contado.

Ella debería de haberse dado cuenta desde un comienzo.

Tom era su hijo, era el único de quien debía preocuparse desde que Bill se había ido a vivir con su abuela fuera de la cuidad.

Ella sabía que él necesitaba a su hermano. Recordó su dolorosa despedida, todo lo que ambos habían llorado.

Había tenido que consolarlo durante algunas noches, luego de sus largas conversaciones por teléfono.

Suspiró.

 —Tom, ¿por qué no me habías dicho nada?

—No sé de qué hablas.

—¿Podrías aunque sea mirarme?

—No. —Tom enredó las mantas alrededor de su cuerpo para que Simone no intentara descubrirlo.

—Hijo…

—Vanesa ya te contó todo. ¿Qué quieres que te diga? —Ella suspiró entristecida.

Cada vez era más difícil poder hablar con él, y quizás esa misma había sido la razón por la cual ella no se había esforzado tanto cuando quería hacerlo.

Tom siempre huía.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué se fue así? No me digas que también te has puesto desagradable con ella.

—¿Qué? —Él descubrió un poco su rostro por primera vez desde que su madre había entrado a su habitación—. Claro que no. Ella se fue por que quiso.

—¿Y por qué quiso? —Tom se sonrojó y esquivó la potente mirada de Simone.

Extrañaba contarle sus cosas, siempre lo había hecho, Bill y él siempre lo hacían.

—Me besó y huyó… y no me preguntes por qué lo hizo, no tengo la menor idea. Ahora ya no me preguntes más. —Volvió a esconderse bajo sus mantas y así se mantuvo.

No oyó nada más aparte de la respiración pausada de su mamá durante dos minutos que parecieron eternos.

Tom sintió como si se hubiese quitado un gran peso de encima.

Haberle contado aquello a su mamá había sido mucho mejor que haberlo hecho con Georg.

Quizás no había especificado nada, ni le había contado aún lo sucedido en la casa de la pelirroja hacía unos días, sin embargo, había sido una excelente idea el haber hablado.

—¿Extrañas hablar con Bill? —Siempre lo hacía.

Su pequeño hermano pelinegro que estaba en esos momentos tan lejos de él.

Ya casi no hablaban, porque a pesar de sus cortas edades, estaban siempre ocupados o distraídos en otras cosas.

—Sí.

—¿Quieres llamarlo? Te traeré mi móvil.

—Por favor. —Simone abandonó la cama para luego salir de la habitación e ir por el teléfono celular.

Quizás era eso lo que Tom necesitaba en esos momentos. Una larga conversación con su hermano.

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