Capítulo 39

16.3K 1.1K 12
                                    

Cuando Vanesa cerró la puerta principal de su casa y se percató de que no había nadie más que ella, se dejó caer al suelo nuevamente, arrastrando por la pared su cuerpo y ahí se quedó sentada, observando con la mirada perdida a su alrededor.

Le extrañó que Diana no estuviese en casa a esa hora, aunque bueno, últimamente salía mucho desde que su papá había regresado de su viaje de trabajo y negocios. Seguramente estaban aprovechando todo el tiempo que habían estado distanciados, y aunque no había sido mucho, se lo pasaban de un lado a otro juntos.

Como si no se pudiese sus pies, se arrastró y gateó hasta el sillón para tenderse sobre éste, tomando enseguida el mando y encendiendo la televisión para ver algo.

Realmente nunca veía mucha tele, lo único que le llamaba la atención eran los estrenos de películas, cosa que no estaban dando esos momentos.

Quizás debía llamar a Tom, inventarse alguna explicación o simplemente no decirle nada y hacer como si nunca nada hubiese sucedido. No podía seguir así, sentía que necesitaba hablarle, ya estaba acostumbrada a ello, con él había sentido algo que realmente no conocía, que no había sentido por ninguna otra persona, era algo incluso agobiante. Tom se había apoderado de su cabeza y prácticamente pensaba en él todo el día, a todo momento.

Él no tenía la culpa, él no conocía sus sentimientos. No quería parecer una mala amiga.

Cuando tomó el móvil de su bolsillo para enviarle un mensaje de texto y pedirle que fuese a su casa para poder conversar, éste comenzó a sonar. Ni siquiera se dio el tiempo de verificar que no fuese Tom, simplemente contestó y se lo llevó al oído.

—Hola.

—¿Aló, Vanesa? —Le costó un par de segundos averiguar de quién se trataba, hasta que una risita al otro lado de la línea le hizo sentir pánico. Su voz era la que menos hubiese esperado oír, y sonaba tan ronca y desagradable que tuvo miedo incluso de cortar.

—Max.                                                                       
—Vane, necesitamos hablar, necesito decirte muchas cosas… necesito sacar del camino a ese tipo que está ocupando mi lugar, no le pertenece.

—Qué… ¿Max? No entiendo nada, ¿para qué me llamas? —Vanesa se reacomodó sobre el sillón y cruzó sus piernas para sentarse.

—¿Cómo que para qué? ¿No es obvio?

—No. ¡No! Para mí no lo es. ¿En qué quedamos? ¿Por qué continúas insistiendo?

—Lo que sucede es que te has vuelto estúpida. Yo sé que no tienes nada con él, estoy completamente seguro y… —Max guardó silencio unos segundos, en donde ella pudo oír el sonido de los automóviles al pasar y las pisadas irregulares y fuertes de él.

—Voy a cortar.

—No, ahora mismo vamos a hablar.

—Adiós Max.

—Vanesa, si te atreves a colgar yo… yo voy a…

—¡Adiós! —Casi le gritó y cortó la llamada, sintiendo su corazón latir desesperado. Estaba nerviosa, Max había conseguido asustarla—. Uy, qué maldito imbécil —le gruñó al móvil y olvidando completamente lo sucedido, marcó el número de Tom.

Vanesa esperó impaciente a que él contestara, estaba demorando. Quizás no quería hablarle, lo podía entender, ella había huido todo el tiempo y comprendía su molestia, aún así, volvió a insistir, sintiendo todavía la fuerte presión en el pecho, el sabor amargo que la llamada de Maximiliano le había dejado.

—¿Vanesa?

—¡Tom! —Ella casi gritó de emoción—. Tom, que bueno que me contestas yo… quiero hablar contigo y…

—Sí, sí. —Él la interrumpió de inmediato—. Necesito que me aclares un par de cosas. Yo estoy cerca de tu casa, iré hasta allá.

—Sí, ven —murmuró con tono bajo, sintiéndose deprimida de pronto. Él y Max acababan de apoderarse de sus sentimientos. El rubio le ponía nerviosa, el pelinegro la hacía temblar de miedo—. Oye…

—¿Qué?

—¿Estás enojado conmigo?

—Vanesa, ya hablamos, ¿vale?

—Vale, pero es que Max me llamó. —Un fuerte rugido lleno de molestia sonó al otro lado de la línea. Vanesa supo que había sido Tom, aunque ni siquiera le extrañó que éste reaccionara de aquella manera—. Y… no sé, estaba tan furioso. Está comenzando a asustarme.

—Voy para allá. —Fue la única respuesta que obtuvo.

—Está bien, adiós. —Vanesa cortó antes de que Tom pudiese decir algo más. Estaba nerviosa y asustada, un mal presentimiento se alojó dentro de ella.

No sabía si se debía a la llamada de Max, o a que Tom se dirigía con ella en esos momentos. Había sonado tan serio y molesto, quizás iba a regañarle por haberlo besado, o por haber huido. No sabía, pero debía relajarse o todo sería un desastre.

Cuando intentó volver a concentrarse en la pantalla del televisor, llamaron a la entrada con fuerzas y Vanesa se sobresaltó. No quería abrir la puerta a Tom, sabía que estaba molesto, y de pronto comenzó a sentirse mal por todo lo que había hecho.

Era su amigo y estaba intentando arreglar su relación, pero ella no estaba permitiéndoselo.

Quizás, ese era el momento que había estado esperando para hablar, para confesarle todo lo que sentía por él. Lo que sucediera luego de ello no podría saberlo, pero había que intentarlo, de otra forma no podría conseguir nada.

La pelirroja avanzó hasta la puerta con calma y cuando llegó a la entrada, la abrió.

—Max —sus ojos se abrieron de par en par. El pelinegro nunca se había mostrado de aquella manera ante ella, con su cabello desordenado y sus ojos completamente enrojecidos. Estaba hediondo a alcohol y a cigarro. Se tambaleó de un lado a otro y Vanesa retrocedió, aterrada.

Max no era alguien de confianza, Max era cruel y posesivo, él era hasta peligroso, como en esos momentos.

Vanesa solo había visto aquella mirada una vez antes, y un miedo que no pudo explicar la hizo temblar de pies a cabeza. Él iba a hacerle daño otra vez.

Mi Nerd Favorito.Where stories live. Discover now