Capítulo 79

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—Tom, ¿qué parte de "quiero estar contigo" no comprendiste?

Él no respondió enseguida. Deteniéndose con el pomo de la puerta entre las manos, Vanesa lo observó desde la cama cómodamente sentada sobre ella aún sin comprender por qué Tom a veces podía ser... como era.

—Tú dices…

—Estoy siendo clara —Él asintió, aún un poco sorprendido—. No pongas esa cara, incluso tú te has quedado en mi casa.

—Esa vez fue un accidente, sabes que me quedé dormido.

—Pues durante el paseo no pareció importarte tampoco. Vamos, no seas infantil, no puedes ir a dormir con tú mamá. Si me dejas sola no vuelvo a hablarte, ¿entendido?

—Más que entendido.

Vanesa vio cómo Tom relajaba los hombros y regresaba con paso lento y más seguro. Después de todo, no era tan raro que ambos se quedasen juntos, y comprendía también por qué Tom había hecho eso. Él no quería incomodarla, pero muy en el fondo la razón era ella misma.

Con Vanesa al lado él no iba a poder dormir con tanta facilidad.

Terminando su pan e ignorando por completo el plato que había usado para no ensuciar, se sacudió las migas de la ropa dejándolas caer al suelo que parecía haber sido limpiado hacía muy poco.

—Tom.

—¿Qué?

—Yo… el otro año.

—¿Qué pasa? —Vanesa se encogió de hombros mientras veía a Tom rebuscar bajo su almohada un pijama que normalmente no usaba. Simplemente no podía permitirse dormir tan ligero de prendas estando con ella. Tampoco se atrevía, de todas formas.

—¿Tú terminas antes las clases?

—Sí, en dos o tres semanas, aún no sé, debo dar los últimos exámenes y estoy libre, ¿por qué?

—¿Qué piensas estudiar el otro año? Nunca me has comentado nada sobre eso.

Para Vanesa no pasó desapercibida su expresión. Él preció palidecer de pronto. Había algo que ella no sabía, y no sabía por qué su interior le decía que era nada bueno.

—Derecho, leyes, eso siempre me ha interesado.

—¿Pero? —Tom alzó ambas cejas fingiendo no comprenderla. Pero ella lo conocía demasiado bien. Algo más había ahí.

—¿Pero qué? Solo eso, estudiaré derecho.

Ella quería preguntar qué sucedía, pero la pena en el rostro de Tom la incomodó. No había ningún motivo para ponerse así, y si es que lo había, estaba muriéndose por saberlo.

Él lanzó con pocas ganas su camiseta sobre el escritorio y luego se vistió con la más delgada que usaba a veces para dormir, especialmente en noches frías.

—¿Te sucede algo?

—No, ¿por qué lo preguntas?

—No sé, es solo que me dio una mala impresión.

Tom se encogió de hombros y se sentó en el borde de la cama dándole la espalda. Mirándolo de reojo, Vanesa vio cómo se quitaba los pantalones para ponerse otros más delgados encima.

—¿Te vas a quedar ahí? Si quieres puedo pasarte un short también.

—No, con la camiseta está bien.

Vanesa fue la primera en meterse bajo las mantas. Tom, en el baño estaba lavando sus dientes con calma. Tenía por lo menos tres cepillos de dientes distintos para sus aparatos y demoraba al menos quince minutos en terminar. Odiaba aún llevar esas cosas en sus dientes, eran dolorosas y molestas, además consideraba que ya no eran necesarios, nunca había tenido una dentadura muy mala, pero Simone había insistido que era lo mejor. Él, como un niño, no podía hacer nada más que dejarse. De todas formas agradecía a su mamá por eso.

Cuando regresó a su habitación no pudo ver más que un bulto metido bajo sus mantas, ni un solo pelo de ella estaba a la vista y se movía inquieta de un lado a otro.

Él se rió disimuladamente, sin entender qué hacía.

—¿Todo bien? —Vanesa se sobresaltó y descubrió su rostro.

—Sí.

—¿Qué haces?

—Nada. —Tom avanzó a paso lento y se sentó a su lado por sobre las mantas—. Estaba acomodándome.

—Bien, fingiré no haberte visto.

Las mejillas de Vanesa se tornaron rosadas de golpe. Había sido descubierta, y aunque sabía que Tom no entendía qué cosa estaba haciendo, supuso que estaría pensando en cosas extrañas.

De todas formas tenía motivos. Ella amaba su olor y sus sábanas estaban impregnadas de él.

Había sido inevitable no querer revolcarse como puerco en el lodo sobre una de las cosas que más amaba.

Tom debía pensar que estaba loca.

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