Capítulo 35

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  Vanesa entró corriendo con histeria a su casa, pasando rápidamente por el lado de su padre casi sin notar su presencia.

Él la miró desconcertado, tratando de llamar su atención mientras ella rodeaba el sillón y luego rebuscó con nervios algo entre los cojines, algo que ni ella sabía qué era.

—¿Vanesa? —La llamó, pero a penas lo miró y se dio media vuelta para ir a la cocina en busca de su mamá.

—Papá, en dónde está Diana —preguntó sin mirar al hombre mayor.

—¿Sucede algo? —Vanesa negó—. Arriba, en tu habitación.

La pelirroja subió desesperada.

No sabía para qué necesitaba a su mamá, simplemente esperaba que alguien deseara escucharla, que le aconsejara, que dijese lo que fuese.

Solo necesitaba poder tranquilizarse y despejar su mente.

—Mamá. —La vio acomodando su cama, cosa que le pareció demasiado extraño ya que nunca ordenaba sus cosas—. ¿Qué haces?

—Esto es simplemente porque estoy aburrida, no creas que desde ahora yo haré las cosas por ti. —Vanesa asintió y se acomodó sobre el colchón mientras Diana ubicaba la almohada tranquilamente.

—¿Crees que si le digo a Tom que me gusta él pueda comenzar a odiarme, o vaya rechazarme…? —Diana la miró perpleja y dejó todo de lado para acomodarse con su hija.

—¿Cómo? —Vanesa suspiró—. Primero relájate, estás demasiado alterada y hablas muy rápido.

—Que si crees que Tom pueda odiarme o rechazarme si le digo que me gusta. O quizás que no me corresponda nunca, y nuestra amistad ya no sea igual.

Vanesa sintió sus mejillas enrojecer, y aunque Diana ya sabía que a ella le gustaba el rubio, no podía evitar sentir vergüenza.

Su mamá frunció el ceño y negó.

—Claro que no, Tom no podría odiarte por algo así. ¿Cómo crees?

—No sé.

—¿Quieres decírselo?

—Sí, quiero hacerlo… pero a la vez, creo que no. —Vanesa suspiró y encerró su rostro entre sus manos para gruñir—. Quería, estuve a punto de hacerlo, pero no me sentí capaz. Lo besé, y eso es lo más absurdo de todo. Puedo hacer eso, pero no puedo decírselo. ¿Por qué me pasa eso? —Preguntó mostrándose llena de frustración, apretando las mantas de su cama entre sus puños.

Diana guardó silencio unos segundos, pensando en qué cosa decir.

Ella podía notar que a Vanesa realmente le gustaba Tom, y admiraba la valentía que había sacado para ir y besarlo.

Sabía que ella sufriría si Tom le decía que no la quería de la misma manera. Últimamente estaba muy sensible, demasiado sentimental, y podía darse cuenta que Tom era el primer chico que le gustaba de aquella manera a su hija.

Él lo era todo para Vanesa, y deseaba poder asegurarle que él también pensaba así, pero no podía saberlo.

—No lo sé… Tom es tu amigo, tú mejor que nadie lo conoce. Querer decírselo no tiene nada de malo, solo piénsalo, busca la manera de hacerlo.

—¡No! Es que yo sé que nunca voy a encontrar la forma, y si lo intento, voy a ser un total fraude. No podré ni siquiera saludarlo antes de intentar hablar… Y si es así, entonces imagina cómo sería luego. —Eso realmente le hacía sentir desesperada, completamente perdida. No quería temer, no quería sentir nervios, solo quería a Tom, pero no podía, costaba demasiado. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo explicarle lo del beso?—. No podré verlo a la cara, mamá, no luego de haberlo besado. ¿Qué excusa debo dar?

Diana guardó completo silencio, y así mismo como Vanesa intentaba buscar algo, ella comenzó a pensar en alguna manera de hacer creíble una excusa que explicara el atrevimiento que había tenido.

No la había, simplemente no la había, por lo menos no de momento.

—Díselo, y no te asustes tanto. Créeme que desde que conozco a Tom, he pensado que tú le gustas de la misma manera.

—Ya. —Vanesa se encogió en su puesto, buscando un momento de paz y tranquilidad. Quería calmarse, quería pensar bien, quería planear, pero resultaba todo tan complejo para ella.

Era Tom, su Tom, su Nerd.

Lo quería, le encantaba, lo adoraba, estaba locamente enamorada de él, y anhelaba poder besarlo cada vez que lo deseara, cada vez que estuviese frente a él, cada vez que lo necesitara. Quería hacerlo como si fuese tan simple como llegar a su lado y juntar sus labios.

Pero no, eso nunca pasaría si no se lo decía, si se acobardaba a último momento y decidía callar.

—Vanesa, estoy diciéndolo seriamente. Lo creo, es más, estoy segura de que te corresponde. —Diana la vio sonreír débilmente, pero sabía que ella nunca lo creería hasta que aquellas palabras salieran de la boca de Tom, y no bastaba conocerlo más para saber que sería algo muy complicado para un chico tan inseguro como él.

Vanesa debía tomar la iniciativa antes de que fuera muy tarde.

—Mamá… a él le hicieron tanto daño hoy, y por mi culpa. —Diana frunció el ceño, notando como su hija deseaba cambiar el tema—. Adam, él siempre es el maldito culpable de todo. No sabes cuánto detesto verlo llorar, me parecía que iba a ahogarse en sus propias lágrimas. —Vanesa sintió cómo se le encogía el corazón al recordar lo sucedido—. No quería moverse de su lugar, y yo lo único que deseaba era que un enorme camión reventara al imbécil de Adam. —Gruñó apretando los puños y queriendo ir en busca del pelinegro para golpearle hasta dejarlo inconsciente.

Lo odiaba incluso más que a Max, y obviamente era porque, a pesar de no haberle hecho daño a ella, sí había lastimado a Tom.

—Me parece que son tan injustos con él. —Vanesa asintió viendo la pena en el rostro de Diana.

Incluso su padre le había acogido un enorme cariño al rubio. Era imposible no quererlo. Tom era tan sencillo, tan amable, Tom era tan dulce, tan valioso.

¿Cómo alguien podría odiarlo tanto? ¿Cómo podían hacerle tanto daño?

—Ugh… Adam, estúpido infeliz. —Vanesa lanzó la almohada con rabia hacia un lado. Restregó sus ojos y su cara con fuerzas, intentando liberar de su cuerpo la frustración. Diana rió al verla, no por que estuviese feliz, sabía que Vanesa no lo estaba, pero ella intentaba reaccionar de la mejor manera, aunque le costara un poco.

—¿En dónde está Tom ahora?

—Supongo que en casa, descansando. Estaba bastante lastimado, desde ahí vengo ahora. Quería quedarme con él… pero bueno.

—¿Por qué no vas nuevamente?

—¡¿Estás loca?! —Vanesa alzó la voz casi alterada, como si Diana le estuviese exigiendo que regresara ahí con él—. Oh…

—Estás un poco nerviosa. —Vanesa pensaba que eso quedaba corto para describir cómo se sentía realmente—. Te espero abajo en unos minutos. —Sin decirle nada más, Diana salió de la habitación, dejándola sola.

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