Capitulo 7

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—Esto… no debería estar pasando —lloriqueó Tom en el hombro de la ella—. No debería.

—¿Qué cosa?

—No suelo hacer esto, y… no sé por qué mierda estás… aquí —sollozó una vez más—. Nadie se queda conmigo, y no entiendo por qué permito que tú me veas así. —Con suerte Vanesa podía comprender lo que él estaba diciéndole. Tom apenas era capaz de hablar. De pronto había comenzado a faltarle el aire y a sollozar desesperadamente, y por la forma en la cual hacía sonar la nariz, de seguro estaba lleno de mocos.

Vanesa decidió no decir algo al respecto. Comprendía que Tom necesitara silencio, así que se limitó a escuchar.

Se sintió bien cuando él le correspondió su abrazo y dejó sus lágrimas fluir. Ella no entendía por qué Tom lo estaba haciendo, pero no se podía quejar.

—No tiene nada de malo llorar, Tom.

—Sí lo tiene.

—No, claro que no. No decía en serio cuando dije que los hombres no lo hacen. La verdad es que quieren hacerse los duros todo el tiempo —se burló tratando de corregir sus propias palabras—, pero realmente son más fáciles de quebrar que las chicas. Simplemente ustedes lo ocultan.

—Pues me gustaba más ser así. —Tom se rascaba la nariz cada vez que podía. Tampoco quería dejarla mojada de lágrimas y mocos—. Soy patético.

—Claro que no. —Vanesa respiró hondo mientras buscaba en las mejores palabras de consuelo. Lo cierto es que ella no era buena en eso, pero era imposible no intentar hacerlo con Tom. El chico necesitaba ayuda de forma urgente—. No lo eres, no digas eso. ¿Qué de tu amigo Georg? ¿En dónde está él cuando lo necesitas?

—Está enfermo y por eso no pudo asistir hoy. Yo no lo culpo de nada, él ha sido un muy buen amigo… —Vanesa cerró los ojos cuando Tom la apretó con más fuerza—. ¿Qué…, qué podría hacer él?

—¡Ayudarte cuando esos idiotas quieren aprovecharse! —Hubo un corto silencio en que solo se pudo oír la pesada respiración de él—. ¿Tom?

—Dime.

Vanesa ni siquiera había alcanzado a terminar la curación, pero parecía que a Tom ya se le había olvidado.

—¿Por qué los dejas? —le preguntó.

—¿A quién? —Tom intentó secarse unas últimas lágrimas y, como pudo, levantó la vista. Estaba muy avergonzado.

—A ellos. —Vanesa lo soltó—. A todos. ¿Por qué dejas que te hagan eso?

—¿Qué podría hacer yo?

—Digo, no lo sé. Lo que sea necesario, pero ya no puedes seguir así. —El rubio encogió los hombros y bajó la mirada—. ¿Aún te duele?

—Un poco, gracias.

—No hay problema.

Vanesa se dedicó a observarlo atentamente. Quizás a Tom le incomodara un poco, pero ella no pudo evitarlo. Ni siquiera quería seguir negando que él le gustaba, porque definitivamente tenía algo que llamaba cada vez más su atención.

—¿Y tú? —Tom se atrevió a enfrentarla—. ¿Por qué? ¿Por qué estás haciendo esto?

—No lo sé, sentido común. Además, tú me…, me agradas. Has sido siempre muy amable conmigo y es lo mínimo que puedo hacer. —No encontró algo mejor para decir, pero para él fue suficiente por el momento.

—Gracias —dijo Tom, sin embargo, de la nada su rostro se tornó muy serio—. Pero… no quiero que lo vuelvas a hacer.

—¿Qué?

—Adam es sumamente agresivo con todo el mundo, y si vuelves a hacer algo así podrías salir lastimada. —Vanesa se lo pensó unos minutos, pero Tom tenía razón. El problema es que no le importaba. ¿Qué pasaría con él? ¿A acaso a él sí podían lastimarlo?

Claro que no.

—La próxima vez, me encargaré de tirarle una olla con agua caliente encima y lo patearé hasta darme cuenta que ya está bien muerto. —Tom no pudo evitar sonreír de forma agradecida. Era sumamente raro que Vanesa estuviese ahí, pero daba igual. Ella lo había ayudado y era lo importante.

Cuando la miró intentó no sonrojarse, pero falló miserablemente.

Nunca nadie le había inspirado tanta confianza como ella, y él se sorprendió cuando entendió que quería que lo abrazara de nuevo.

Mi Nerd Favorito.Where stories live. Discover now