Epílogo

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Ocho meses después...
Mykonos, Grecia.

—¿Me veo gorda?—le pregunto a Christopher cuando entro a la habitación de nuestra mansión en Mykonos

Frunce el ceño, apartando sus ojos de las bolsas de mis compras de hoy para verme con mi vestido de mangas largas y hasta debajo de las rodillas que se ciñe a mi cuerpo, no ocultando nada de mi abultado vientre de nueve meses.

Estar embarazada de mellizos es grandioso y a la vez demasiado agobiante. ¡Soy el doble de grande de lo que debería ser! Aunque mi esposo cree que solo estoy exagerando y eso me pone mucho peor.

—¿Qué es todo esto?—pregunta y le ofrezco una pequeña sonrisa inocente

—Sé que debo descansar, pero vi las cosas de bebés en la vitrina y no pude evitar comprarles cositas a los mellizos—hago un puchero para que no me regañe

No es un fastidio, pero sin duda es demasiado precavido cuando se trata de mi embarazo. ¡Ni siquiera me deja jugar con Zeus! Y el pobre perrito le gruñe cuando lo regaña antes de venir a mi lado y apoyar su cabeza en mi panza.

Me apresuro hacia una de las bolsas y saco dos conjuntos de bebé, uno rosa y uno azul. Los extiendo sobre la cama y miro a Christopher, que respira profundo al ver lo chiquitita y tierna que es la ropa.

—Les encanta—froto mi vientre cuando siento una patadita en el costado—. ¿Lo ves?—señalo el lugar—. Eso es una señal de que si. Vamos, amor, son nuestros primeros hijos.

—Voy a despedir a Tyler por dejarte bajar de la camioneta—gruñe antes de tomar mi nuca e inclinarse a darme un beso que me humedece las bragas en menos de nada—. Hola, nena.

Sonrío.

Christopher llegó hace un par de horas de una reunión en Alemania. Ambos estuvimos viajando durante meses hasta que volar se convirtió en un riesgo, así que por ahora paramos las visitas vacacionales y las laborales para mi.

Una de las manos de mi esposo se desliza en mi vientre, y es justo en ese momento cuando gimo encantada, porque inmediatamente los bebés dejan de moverse y una seguridad y tranquilidad me invade.

Me embarazaría mil veces, porque amo cuando Christopher toca mi vientre.

—Y hola a ustedes—se agacha a besar mi vientre, sonriendo cuando uno de los bebés da una suave patadita cerca de su mano—. Ya veo, uno de ustedes está molesto porque no les hablé en dos días, pero papá estaba trabajando. Ahora estoy aquí y no lo haré de nuevo—comienza a besar mi vientre y lleva mucho de mi esfuerzo no caer de rodillas por lo bien que se siente

Al principio Christopher era tentativo, casi dudoso de hacerlo, pero cuando le dije que amaba que les diera atención a los niños, comenzó a hacerlo más seguido.

—¿Hablaste con tu familia?—pregunto, sabiendo que la mía ya debe estar en camino para el baby shower-del cual no están enterados- que Reece me ayudó a organizar luego de hacerle prometer que no le diría a nadie sobre mi embarazo

Christopher y yo hemos disfrutado de que esto sea solo nuestro. Y haremos lo mismo cuando nazcan los bebés. Estaremos en la isla, disfrutando de nuestros hijos antes de darlos a conocer; y aún así, los mantendremos lejos del ojo público todo lo que podamos hasta que sean mayores y puedan tomar la decisión de si quieren ser imágenes públicas o no.

—Están aterrizando—se sienta en la cama y tira de mi a su regazo, pero debo sentarme de lado porque esta barriga de embarazada no me deja tocar a mi esposo si no es de costado. «Grandioso y adecuado para nosotros. Genial»

—Luego iremos a casa a descansar—suspiro—. Me duele todo.

—¿Si?—besa mi hombro—. ¿Necesitas ayuda?

Flames of passionWhere stories live. Discover now