Cap 14

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—Buenas noches—entro a la sala de juntas y el ministro me señala una de las tantas sillas vacías.

Mis ojos pasan sobre William, mi jefe, y Christopher, que enarca una ceja en mi dirección como si estuviera cansado de algo.

Entro, cerrando detrás de mi, y rápidamente tomo asiento del lado de Christopher, pero dejando un asiento vacío entre ambos.

—Adeline, has dejado una buena impresión—dice mi jefe y asiento en agradecimiento—. Alex llamó hace un par de días para solicitar tu traslado inmediato a la central Londinense.

Miro al ministro.

No, no. No quiero un maldito traslado a la central Londinense; cuando vine aquí se suponía que solo serían un par de semanas cuando mucho. Maldición.

—Te quiero en la élite—me dice—. Te he visto entrenar, tu destreza y fuerza son impecables, igual que tu historial. No entiendo la razón para que nuestra mejor soldado no esté en la mejor central.

—Washington es mi hogar—respondo—. Londres nunca fue una aspiración para mi. Sin embargo, me siento halagada.

—Pues lo siento, pero no es una opción—mira de mi a Christopher—. Vas a ser trasladada a la central de Londres, y debido a tu buen desempeño con el Coronel, trabajarás de primera mano con él.

Christopher me lanza una sonrisa de burla y yo me obligo a forzar una falsa sonrisa amable.

Si ser trasladada aquí es malo, trabajar de primera mano con el hombre al que me quiero follar es mucho peor. «¿A caso es mi maldito karma? ¿O una prueba? Porque no es jodidamente gracioso»

—Será un honor, su hijo es sin duda un soldado honorable y correcto—miro a Christopher y su burla desaparece. «Idiota»—. ¿Cuándo seré ingresada oficialmente?

—Mañana, y debido a que estás en proceso de ascenso, quiero que mires de cerca las tropas—instruye—. Serás la Coronel más joven que ha visto la FEMF, y Christopher puede ser tu mentor.

Maldita. Sea.

—Me sentiría honrada—miento y tanto Alex Morgan como mi jefe asienten complacidos por mis respuestas—. Pero, si es posible, también me gustaría trabajar cerca al capitán Dominic Parker, admiro su forma de trabajar.

Mentira. Conozco a Parker, y sin duda lo respeto por lo que ha hecho, pero la razón por la que quiero estar cerca de él es porque pasa la gran mayoría de su tiempo en el campo, lo que me evitaría mucho tiempo con Christopher.

—Por supuesto, no veo problema alguno—Alex asiente—. Bienvenida a la Élite Londinense, Adeline, nos sentimos honrados por tu presencia.

Sé cuál es mi nivel de entrenamiento, sé cuan buen soldado soy, pero siempre tuve mis razones para no aceptar entrar a la élite. No me gusta aquí; no me siento cómoda, este no es mi lugar.

—Gracias, ministro—me levanto y hago el debido saludo antes de que me den el permiso para retirarme

Cuando Alex Morgan me citó ayer, solo mencionó lo complacido que estaba por la forma en que Christopher y yo trabajábamos juntos. Nunca dijo nada sobre una posible transferencia a esta central.

No tengo nada contra esta central, aquí está mi hermana, mi cuñado y mi sobrina. Pero mi casa está en Washington, ahí crecí, nunca estuvo en mis planes cambiar de central.

«Esa es la vida de un militar, se supone que ya debería saberlo»

—Adeline—me llama Christopher y respiro profundo antes de voltearme, esperando a que me alcance—. No te ves feliz.

—Que felicidad—pongo una enorme sonrisa en mi rostro y él rueda los ojos con fastidio—. En Washington tengo todo, no me agrada dejarlo a un lado.

Mis amigos, mi casa, mis padres. Todo está allá.

—Siempre es bueno empezar de cero en otro lugar—murmura—. Londres es la central para ti, tu expediente lo demuestra.

—¿Eso fue un halago?—levanto las cejas y él ignora mi comentario. Golpeo su abdomen con suavidad—. Oh, vamos, no se te va a caer el pene por halagar a una colega.

Oh, detesto cuando un hombre se detiene de halagar a una mujer. ¿A caso un maldito halago te hace menos hombre? Dios.

—No tengo que halagarte, tu ego ya está por los cielos—bufa y río mientras subimos al elevador—. ¿Por qué intentas alejarte de mi? ¿Me tienes miedo?

Levanto las cejas, viéndolo darse la vuelta para mirarme a la cara. Se acerca a paso lento y yo retrocedo hasta chocar con la pared. «¿En serio? ¿El típico cliché? Maldito Christopher»

—No, simplemente quiero mantener mi distancia—me encojo de hombros y él ríe con burla apoyando sus palmas a cada lado de mi cabeza, encerrándome entre sus brazos—. Christopher, no empieces...

—¿Empezar qué?—se burla—. Dijiste que somos amigos, ¿no puedo estar cerca de mi amiga?—se inclina rozando sus labios contra mi mejilla—¿Tienes algo que temer?

Oh, dios.

Su voz envía un delicioso escalofrío por todo mi cuerpo, incluso siento mi piel calentarse. Christopher Morgan puede encenderme sin hacer un solo maldito movimiento sexual y eso solo me enoja.

—Te dije que no me gustan mucho los hombres casados—pongo mis manos en su pecho e intento empujarlo, pero él rodea mis muñecas con una de sus manos antes de que su brazo libre vaya a mi cintura acercándome a su cuerpo—. Y un amigo no hace este tipo de cosas.

Mi corazón late con demasiada rapidez ante todo lo que este hombre provoca en mi. Es como si pudiera encenderme sin poner un solo gramo de esfuerzo, como si mi cuerpo respondiera a él.

—Bah, diferentes definiciones del concepto—besa mi cuello y cierro los ojos jadeando—. Tu cuerpo me quiere, Adeline, y sé que tú también. ¿Por qué te castigas?

Cínico.

—¿A mi?—me zafo de su agarre y toco su erección sobre el pantalón del uniforme sintiendo su polla dura como una roca—. Discúlpeme, Coronel, pero lo mío lo resuelvo con un vibrador; en cambio, por mucho que te masturbes—presiono arrancándole un jadeo y beso su pecho—, esto no se va a ir hasta que sea yo quien te ayude a resolverlo. ¿No es así?

Christopher siempre tiene una maldita erección cuando está alrededor de mi. No soy ciega y él no se molesta en ocultarlo ni un poco.

¿Me excita? Santo dios, como nada. Pero si cree que solo por ponerme caliente voy a ceder y dejar a un lado lo que le pedí, está muy equivocado.

—Ambos sabemos que un vibrador no te hace lo que yo podría hacerte—se presiona contra mi mano—. Solo tienes que dejar de ser tan terca.

No, por supuesto que no haría lo que él. Esa noche cuando lo vi una chispa de anticipación me recorrió, y mi cuerpo está ansioso por Christopher.

—Quizás no hace lo mismo que tú, pero funciona—tiro de su camiseta, obligándolo a inclinarse hasta que rozo su oreja con mis labios—. Imagíname esta noche, complaciéndome a mi misma y jugando con mis piercings imaginando que son tus manos las que me toman—acaricio su erección haciéndolo gruñir—, imagíname diciendo tu nombre cuando me corra. Quizás eso te ayude a bajar esto—beso su mejilla—. Y voy a dejar de ser terca, cuando me des lo que te pedí. Eres tú quien nos detiene.

Las puertas del elevador se abren y dejo un beso en los labios de Christopher ates de escabullirme y salir de ahí con mi intimidad cosquilleando y mi corazón completamente acelerado.

Quizás si voy a hacer lo que dije que haría.

Flames of passionWhere stories live. Discover now