Cap 58

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Christopher
Dos semanas después...

—Hermano, suelta ese maldito vaso, joder—se queja Patrick cuando entra a mi oficina, y ruedo los ojos tomando el último trago de mi Jack Daniels mientras veo la foto de Adeline en mi celular.

Dos semanas han pasado desde que Adeline decidió irse a Miami. Dos malditas semanas en las que lo único que sé sobre ella son las fotos que publica en sus redes sociales.

Se ve tranquila. El ambiente playero de Miami le ha dado un bronceado jodidamente caliente y su sonrisa... joder.

—Esto es patético—escucho a Regina, pero la ignoro deliberadamente, dándole me gusta a la foto antes de apagar la pantalla de mi celular sin ganas de ver nada que no esté relacionado a ella—. Mírate, Christopher, te ves como un niño de dieciocho años.

—¿Y desde cuando me importa eso?—bufo, levantándome, pero el mundo me da vueltas cuando lo hago—. Métanse en sus mierdas y no en las mías, se los agradecería.

—¡No vamos a dejar que te hundas en el alcohol!—me grita Regina, y Reece detrás de ella solo mira las botellas vacías con desaprobación—. Maldita sea, Christopher, reacciona de una buena vez.

—¿Qué?—cuestiono—. ¿Qué diablos quieres que haga, Regina? Esta es mi maldita vida y la manejo como se me venga en gana.

—Adeline tenía razón al dejarte—bufa Reece—. ¿Ibas a comportarte así con ella? ¿Cómo un maldito niño berrinchudo? Joder, ¿quién quiere hijos si te tiene a ti?

—No es lo mismo—escupo.

Porque con ella sé como tratar.

O no. En realidad no lo sé, porque todo este tiempo estuve intentando alejarla de mi y de alguna idea de enamorarse.

Pero no funcionó, y ahora tengo que hacerle frente al maldito dolor en mi pecho cada vez que recuerdo lo que me dijo en ese hospital en Italia.

La jodí. La cagué en grande y sinceramente no creo que estas dos semanas lejos de mi la hayan ayudado a... no odiarme.

Joder.

En menos de tres meses esa mujer puso mi mundo patas arriba, en solo unos meses se grabó en lo más profundo de mi ser y dejó una marca que nunca va a irse. Que nunca me va a permitir olvidarla, arrancarla de mi pecho.

Más de una vez le dije que no me importaba si se iba, que tenía una maldita lista de nombres para reemplazarla.

Mentiras. Puras mierdas. Nadie puede llenar sus malditos zapatos. Nadie puede volver a ponerme como ella lo hace.

Nadie me ha hecho sentir que... quiero ser sincero. Nadie me ha hecho sentir que no debo cambiar todo de mi, solo debo tratarla como a un maldito ser humano y amarla con todo mi ser.

Pero mis acciones, mi maldita boca y mi cabeza traicionera me hicieron joder todo. Ella está decepcionada, probablemente me odia y eso es un peso que me ahoga.

Pero maldita sea ella siempre estuvo ahí esperando algo de mi y me pesa saber que al no dárselo, por mis malditos miedos, la perdí. Porque ella esperaba que yo madurara, que tuviera los malditos cojones de decirle que la amaba y ni siquiera después de casi perderla por la muerte tuve el valor de decirlo.

Me arrepiento, me arrepiento de cada maldita cosa que le hice y no puedo hacer nada al respecto. Ni una sola mierda.

—Si es lo mismo—Reece se acerca y toma mi rostro—. Aterriza, maldita sea. Así no vas a conseguir nada.

—Si la quieres, ve a buscarla—me regaña Regina—. ¿No dijiste que la amabas? Porque me comienza a parecer que solo era uno de tus tantos caprichos...

—La amo—siseo y mi abuela enarca una ceja—. No sé qué diablos hacer, maldita sea. Estoy... desesperado por tenerla pero no sé cómo enmendar todas las mierdas que le hice.

—Podrías empezar con flores—propone Reece y Patrick resopla como si hubiera dicho lo más ridículo del mundo.

—Hermano, ella es muy distinta—respira profundo, tensando la mandíbula—. No vas a comprarla, si no le das lo que ella quiere, vas a perderla para siempre.

»Ni siquiera debería aconsejarte porque Adeline merece algo mejor—bufa—. Pero si en verdad quieres recuperarla, pide perdón y demuéstrale que eres capaz de cualquier cosa para recuperarla. Incluso de mostrar tu lado vulnerable... porque de eso se trata el maldito amor. Confiar en la otra persona, y si no confías en ella lo suficiente para revelarle todo... no tiene sentido.

Reece asiente.

Vulnerabilidad. Eso es lo que Adeline quiere.

Quiere el maldito amor y todo lo que este conlleva. Una vulnerabilidad que le permite poder joderme cuando quiera, que me deja completamente expuesto y... joder.

Pero ella lo vale. Mis malditas noches de insomnio, de no querer siquiera mirar algo que no esté relacionado con ella y el dolor constante en mi pecho me recuerdan que ella vale toda la maldita pena del mundo.

Aunque, las palabras que dijo la última vez se siguen repitiendo en mi cabeza. Ese "quizás" que me ha estado jodiendo durante dos semanas...

Necesito a Adeline.

—Ya quita esa cara de perro abandonado que no va contigo—me regaña mi abuela—. No quiero verte así, ¿me entiendes? Y si lo que necesitas es a esa mujer para volver a ser Christopher entonces ve y búscala. No seas terco como tu abuelo.

Bufo.

Nadie era tan terco como Elijah Morgan. Ese viejo batió un maldito récord al intentar convencerse de que Regina no era más que una de las tantas mujeres...

Maldito viejo de mierda.

Reece ríe cuando se da cuenta por dónde van mis pensamientos.

—Papá te heredó su dificultad para amar—se burla, palmeando mi espalda—. Y yo que tú le daría al menos un regalo en son de paz a Adeline. Si yo fuera ella, querría asesinarte por todo lo que le hiciste pasar.

—A quien debes conseguirle un regalo es a William—Patrick suspira—. Ese hombre no te aprueba, y su opinión significa mucho para Adeline.

Poco me importa todo lo que puedan decir los demás sobre mi y Adeline.

Si no me importaron las malditas locuras de Sabrina, menos me van a importar las de un viejo que se cree que puede intimidarme.

Lo respeto, pero que no se equivoque conmigo. Voy a hacer de su hija mi mujer con o sin su maldito apoyo.

Si ella me perdona. Por supuesto. Si ella decide perdonarme por toda la mierda que le hice.

Joder.

Flames of passionWhere stories live. Discover now