Cap 57

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Christopher

—Segunda contusión—suspiro—. Una segunda contusión cerebral.

—Así es, Coronel—el doctor asiente—. Deben tener cuidado, todo eso puede ser peligroso para la capitana Johnson. Quizás tenga algunas lagunas mentales.

—¿Y qué hay del resto?—pregunta Alexa—. Además de costillas rotas, ¿hay algo más con lo que debamos tener cuidado?

—Su hombro está sensible aún—asiente—. Y está deshidratada, no ha querido comer nada desde que despertó.

—Nosotros nos encargamos, gracias—Patrick estrecha la mano del doctor

—¡Alexa!—llaman y los tres volteamos para ver a los padres de Adeline y Alexa acercarse a toda prisa, luciendo cansados y preocupados

Su madre, Alina, tiene lágrimas en los ojos, toma los brazos de Alexa exigiéndole explicaciones sobre el estado de su hija menor; pero es su padre quien viene directamente a mi, luciendo completamente serio.

—¿Por qué no la protegió?—cuestiona—. Usted es su superior, deben cuidar a sus soldados y usted no cuidó a mi hija.

Me tenso, mis manos se aprietan en puños ante la audacia del hombre al decir que no protegí a Adeline.

—Suegrito—Patrick interviene—, no es así como pasó—le explica—. Ellos...—traga grueso—, ellos tenían a Abby y Adeline se cambió por ella. Christopher ha estado moviendo cielo y tierra para encontrarla, amenazó con...

—Iré a verla—interrumpo lo que sea que quiera decir—. Le preguntaré si quiere visitas y les avisaré—miro a William—. Ella está bien, señor Johnson, y le aseguro que la protegí con todo lo que tenía. Y lo seguiré haciendo.

Me doy la vuelta y me encamino a la habitación de Adeline, abriendo la puerta con cuidado antes de entrar, encontrándola mirando por la ventana del hospital.

—¿Te gusta la vista?—pregunto y ella respira profundo mientras me acerco, viendo la bandeja con comida intacta

La bolsa de papel en mi mano me recuerda que traje algo par ella, así que me siento a su lado en el sofá y dejo la bolsa en su regazo.

—¿Qué es?—pregunta en un murmullo

—Ábrela—aparto algunos mechones de su rostro antes de inclinarme a besar su cabeza, a lo que ella suelta un quejido lastimero que me hace fruncir el ceño—. ¿Qué es? ¿Te lastimé?

—No puedo hacer esto, Christopher—se levanta, dándome la espalda—. Yo... gracias por salvarme pero voy a irme a Miami esta noche.

Me tenso.

—¿Qué dices?—cuestiono—. Adeline, no es necesario, yo...—las palabras me pesan, y ella se da la vuelta para mirarme con una sonrisa triste

—Me amas, ¿no es cierto?—pregunta y asiento—. Entonces dilo. Dime que me amas.

—Tengo miedo—admito—. Tengo miedo porque cada persona que me ha amado nunca lo hace lo suficiente para quedarse. Y yo no debería amarlos tanto como para darles el poder de herirme.

—¿Y qué hay de mi?—lleva su mano a su pecho—. ¿Qué hay de todo lo que me has hecho? ¿Las groserías, los desplantes? ¿Qué hay del dolor que tú me causas?

—No es mi intención—intento acercarme y ella bufa, retrocediendo como si estuviera asustada de que la tocara—. Necesito tiempo...

—¡¿Tiempo?!—me grita—. ¡Tiempo es lo que necesitas para hacerte cargo de tus traumas y superarlo de una buena vez! ¡Yo no soy todos y de nada me sirve que me ames si constantemente vas a preguntarte si voy a irme!

—¡Necesito que me entiendas!—odio que salga como una súplica—. ¡Necesito que...!—trago grueso—. Te necesito, Adeline.

—Que te ame no significa que voy a aceptar tus migajas—niega—. Hasta que no te escuche decirme lo que sientes, Christopher, podrías comprarme Reino Unido y será exactamente lo mismo.

—Adeline, por favor—tomo su rostro entre mis manos, apoyando mi frente en la suya mientras mis pulgares limpian sus lágrimas

Pude haber hecho más. Definitivamente pude haberla tratado mejor porque ella... joder, no sw lo merecía.

—No puedo más, Christopher—aparta mis manos de su rostro, mirándome con decepción y dolor—. Ya tuve suficiente dolor en mi vida, no podría soportar el que tú me causes.

Retrocedo, sus palabras impactan en mi pecho como una bala que hace que comience a desangrarme con un dolor desgarrador.

No quiero que ella sienta dolor. Es lo que menos quiero. Ella ha pasado por tantas cosas y... lo último que quiero es que duela.

La necesito, mi alma la necesita como parte de mi, y me pesa no poder decirle lo que ella quiere. Me pesa el sentimiento y me pesan las palabras que no puedo soltar, lo mismo que la hiere.

—Quiero una vida tranquila y feliz, Christopher—murmura—. No pido un príncipe azul; pido un hombre que, sin importar que odie a todo el mundo, me ame a mi. Y que tenga el valor para amarme, para correr el riesgo de decir esas dos jodidas palabras y confiar en que la otra persona siente un amor tan profundo que no se apartaría de su lado.

Ella se clavó profundo en mi. En mi maldito ser. Y escucharla decir todas esas cosas es... joder

»Mírame—toma mi mandíbula—. Aún después de todo lo que hiciste, de lo que me dolían tus desplantes... seguí a tu lado—respira profundo—. Dudas tanto de mi amor que crees que voy a irme.

»Y te entiendo, no creas que no—deja un casto beso en mis labios que pesan en mi pecho—. Te entiendo muchísimo, Christopher, pero antes de poder darte todo de mi necesito que tú me des todo de ti.

—Adeline, yo...

—No, para—niega—. La realidad es que tú crees que puedes tenerme cuando quieras solo por un par de palabras y no es así—me ofrece una dulce sonrisa—. Cuando estés dispuesto a luchar por mi, quizás podamos hablar, pero mientras tanto te pido que te vayas.

Quizás.

La palabra quema en mis huesos mientras retrocedo, tomando la decisión correcta. Alejarme hasta que pueda ser sincero con ella.

Quizás. Quizás. Quizás.

Flames of passionWhere stories live. Discover now