Cap 4

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Dos años antes...
Washington D.C
Christopher.

—Sigo sin entender porqué vine aquí—me quejo mirando a Patrick, y él rueda los ojos

El salón se encuentra lleno de personas que parecen querer celebrar el ascenso de la pequeña Johnson. «Tanto alboroto por un cargo de teniente»

—Porque mi cuñada admira tu trabajo, es como una pequeña sorpresa—palmea mi hombro y respiro profundo antes de beber mi whisky—. Cálmate, hermano, puedes irte luego de que ella te vea.

«¿Tengo cara de parque de atracciones?»

—¿Es cómo una especie de fan loca?—pregunto con disgusto

—No, es muy respetuosa, y bonita, en todos los sentidos, es un amor—mira detrás de mi y una enorme sonrisa se extiende por sus labios—. Hablando de la reina de roma...

—Hola a ti—una chica se atraviesa y envuelve sus brazos en el cuello de Patrick, dejándome a la vista su muy bonito cuerpo

Un vestido rosa pálido cubre su cuerpo, ciñéndose a su figura como anillo al dedo, dejándome apreciar su cuerpo de reloj de arena, con unas malditas curvas de infarto y un culo que solo me engrosa la polla.

«¿Esa es la hermana de Alexa? Joder. Creo que no es tan malo quedarme, después de todo»

—Felicidades por tu ascenso, quiero presentarte a alguien—la obliga a darse la vuelta, y me congelo cuando sus ojos se fijan en mi

Dorados. Sus ojos son mieles, tan brillantes que parecen de oro. Dorados.

Sus ojos me absorben, como si no pudiera separarme de ellos. Logra que mi piel se erice y mi polla se ponga tan malditamente rígida que es doloroso como la mierda.

—Coronel Morgan—ella levanta las cejas y no puedo evitar que mis ojos recorran su rostro, detallando sus facciones delicadas y dulces, sus labios rellenos y tan rosados que me llevan a pensar en cómo se verían alrededor de mi polla—, un gusto conocerlo.

Se toma su tiempo para detallarme con cuidado. Sus ojos se fijan en mis manos y luego suben por mi pecho hasta llegar a mi rostro, dónde se fija en mis labios y de pronto sus mejillas se sonrojan. «Vaya, vaya»

Me extiende su mano y dejo el whisky a un lado para estrecharla, sintiendo la suavidad de su palma deslizarse por la mía, mientras su mano se ve pequeña y delicada tomando la mía.

Cejas perfectas, pestañas pobladas y largas, una encantadora sonrisa cordial que me hace maldecir internamente. «Es hermosa, es como si todos los malditos genes buenos del mundo se hubieran concentrado en ella»

—Adeline, ¿cierto?—pregunto y ella asiente, mis ojos se desvían a sus pechos llenos, adecuados para la proporción de su cuerpo pero malditamente llamativos. «No me molestaría follarla»

—Así es.

—Felicidades por tu ascenso—la felicito con sinceridad. «No todos los días se ve a alguien joven y bueno en la FEMF»

Un chico rubio se acerca y rodea la cintura de la chica antes de besar su mejilla y lanzarme una mirada desconfiada. «Si, debería desconfiar, me la estoy follando con los ojos»

—Muchas gracias, es un placer conocerlo—aprieta mi mano mordiendo su labio y la sorpresa me invade. «Entonces no soy el único»

—El placer es mío...

—Ni se te ocurra—sisea Patrick en voz baja, algo que claramente solo puedo escuchar yo—. Christopher tiene que ir al baño, discúlpenlo—me empuja lejos y lo maldigo internamente antes de encaminarme al baño

Adeline

—¿Trajiste al coronel? Dios, Patrick—golpeo el brazo de mi cuñado y él se ríe—. Que vergüenza, Patrick, debe creer que soy alguna especie de niñita loca.

Admiro el trabajo del coronel. Ha demostrado que a pesar de la cantidad de cosas que hizo en su pasado puede volver a moldearse y volverse el mejor jodido soldado que la FEMF ha conocido.

—No cree que eres una niñita, probablemente loca...—se burla y ruedo los ojos—. Tranquila, probablemente se va a aburrir y se irá en un rato, es Christopher.

—Vaya, que alentador—ruedo los ojos y Arthur se acerca a mi con un trago que intento tomar, pero mi mano choca con la copa y sin querer derrama la champaña sobre mi vestido haciéndome maldecir

—Mierda, cariño, lo siento muchísimo—Arthur deja las copas en la barra y yo niego con la cabeza—. Joder, puedes ir al baño si quieres y yo..., yo iré a la habitación del hotel y buscaré otro vestido.

—Si, tranquilo—asiento—. Ve a buscarlo, yo... iré al baño e intentaré secar mi cuerpo.

—Bien, regreso rápido—deja un casto beso en mis labios antes de apresurarse a salir del salón

—Yo... te veo después—señalo la mancha y Patrick asiente mientras yo me alejo, encaminándome al baño del salón

Una vez dentro, cierro la puerta con seguro y deslizo los tirantes de mi vestido hacia abajo, antes de tirar de la tela deslizándola por mi abdomen y dejarla caer al piso.

Tomo algunas toallas de papel y empiezo a pasarlas por mi cuerpo, limpiando la champaña que se encuentra pegada a mi piel haciéndome sentir pegajosa.

Abro la llave y echo un poco de agua sobre mi piel antes de volver a pasar la toalla quitando la sensación pegajosa.

—Maldita sea—una voz masculina me sobresalta y tomo el vestido intentando cubrirme antes de voltearme para ver al Coronel

—Eh, hola, yo...

—No necesitas explicar—me interrumpe, acercándose a mi mientras sus ojos recorren mi cuerpo encendiéndome como si fuera una maldita fogata—. Ven aquí.

—No—frunzo el ceño y sus cejas se levantan—. Coronel, esto es una confusión.

—¿Me vas a decir que no me follaste con la mirada ahí fuera?—cuestiona, tomando mi cintura y enviando un escalofrío a todo mi cuerpo—. Si tú y yo follamos... será solo eso, luego podrás seguir con tu vida con tu novio.

—No, Christopher—pongo mis manos en su pecho sintiéndome disgustada—. Yo no quiero follar contigo, de hecho, estoy aquí porque echaron una bebida sobre mi vestido—le explico

—¿Te echas hacia atrás?—se burla negando—. Inventar una mentira para salir de un arrepentimiento es de cobardes...

¿Qué diablos?

—Te estoy diciendo la verdad—lo interrumpo—. Yo no soy una cobarde, tú eres un idiota mujeriego que no logra entender que una mujer no quiere follar con él. ¡Santo dios! Siempre quise creer que su fama de disfrutar de su sexualidad no nublaba su juicio. Ahora veo que si.

—Eres una niña—bufa con rechazo y me encojo de hombros con indiferencia—. Una niña que no sabe lo que quiere y se echa para atrás. Muy bien, me largo.

Que maleducado es, por dios, ¿por qué es tan difícil entender que algunas no queremos follar? ¿Cuál es su jodido problema?

Intenta herirme, pero no me puede importar menos su opinión porque acaba de caer del maldito pedestal dónde lo tenía. Lo admiraba.

—Bien pueda, Coronel—ruedo los ojos antes de meterme a uno de los cubículos y comenzar a vestirme de nuevo

Flames of passionWhere stories live. Discover now