Cap 26

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—Pelirroja, vaya—murmura Christopher cuando llego a su lado en el hospital

—Es una peluca, coronel—contesto, tomando el picaporte de la habitación, dudando en si debería entrar y hablar con la chica. «Es tu trabajo»

Respiro profundo antes de abrir la puerta, tragando grueso al ver las vendas que cubren las muñecas de la chica. «Intentó suicidarse cuando despertó»

—¿Sienna?—murmuro, poniendo mi mano en el pecho de Christopher cuando los ojos aterrorizados de la chica se fijan en él—. Está bien, Sienna, es mi Coronel, vinimos de Londres. ¿Quieres que se vaya?

Asiente frenéticamente, así que Christopher retrocede, permitiéndome cerrar la puerta cuando está fuera de la habitación.

»¿Qué edad tienes?—pregunto, acercándome a ella

—Dieciocho—murmura y asiento—. ¿Usted?

Sonrío, no pasando por alto el hecho de que ella parece fingir estar bien, pero puedo acercarme a comprender cómo se siente en este momento.

—Cumpliré veintidós en un par de semanas—suspiro—. ¿Sabes por qué estoy aquí?

Asiente.

»¿Recuerdas algo que pueda servirme para atraparlo?—murmuro y ella duda

—Nunca vi nada, tenía guantes y una máscara cubriendo su rostro—niega—. Era... alto, sus hombros eran anchos y sus ojos...—mira a la nada, haciéndome acercarme para apretar su mano— eran negros. Negros y despiadados.

—Te prometo que lo atraparé—la miro a los ojos—. Va a pagar por lo que te hizo a ti y al resto de las chicas. Te doy mi palabra.

—Gracias—lágrimas corren por sus mejillas, rompiendo mi corazón, así que la abrazo suavemente, asegurándome de no lastimarla

Su llanto aumenta mientras acaricio su espalda, meciéndola como si de una pequeña niña se tratase. Respirando profundo una y otra vez para que ella me imite.

—Eres fuerte—murmuro—. Eres una guerrera, Sienna, y no le des el placer de destruirte. Tienes una vida por delante, vas a superar esto, te lo prometo. Aunque justo ahora se sienta como el fin de tu mundo, no lo es, te prometo que todo va a mejorar.

No sé cuánto tiempo pasa, pero abrazo a Sienna hasta que se queda dormida en mis brazos, pareciendo tranquila, así que me quedo en la habitación hasta que es Christopher quien me dice que tenemos que irnos.

***

—¿Qué pasa contigo?—pregunta Christopher, mientras caminamos por Nueva York con las bolsas de compras—. Pareces distinta.

—Es difícil parecer tranquila luego de ver a esa chica—murmuro—. Discúlpeme, coronel, he estado un poco perdida hoy, pero mi concentración volverá a la misión.

—Eres una mujer caprichosa, ¿lo sabes?—cuestiona y ruedo los ojos, demasiado cansada y metida en mi papel como para discutir con él—. No obtienes lo que quieres, te enojas. ¿Qué quieres?

—Que dejes de tratarme como si fuera una niña que se la pasa soñando—lo miro—. Que dejes de tratarme con esa superioridad como si ambos no fuéramos adultos.

—Actúas como si...

—No, cállate y escúchame—lo corto—. Tú actúas como si nunca en tu vida te hubieran dado afecto—mascullo—. El afecto no siempre significa que quieres una maldita relación. El afecto es eso, afecto. Es mi forma de demostrarle a las personas que las aprecio, pero si no te gusta, dímelo.

—No me gusta.

—Bien—asiento—. Deja de hacerte historias, Christopher, porque comienzo a cansarme.

—¿Me amenazas?

—Te advierto—me encojo de hombros—. Ahora... vamos a una heladería, quiero un poco de helado.

—¿Por qué diablos..?

—Porque somos novios—ruedo los ojos, entrelazando su mano libre con la mía, ignorando la calidez que llena mi pecho ante ese simple gesto que no debería sentirse así—. Vamos, al menos fingiéndolo deberías ser bueno. Ah, cierto, nunca has tenido novia.

—Como sea. Vamos—tira de mi en dirección a una heladería y río, siguiéndolo, intentando igualar sus pasos

Ambos entramos al local, acercándonos a los mostradores para ver los distintos sabores que hay disponibles.

—Vainilla—me encojo de hombros y Christopher me lanza una mala mirada

—¿Vainilla?—cuestiona—. Entre todos los sabores que hay aquí, incluso tienen pastel de tres leches, ¿y tú quieres vainilla?

—Nada supera a la vainilla, mi amor—me burlo, haciéndolo rodar los ojos, pero su brazo se cierra alrededor de mi cintura—. ¿Tú qué vas a pedir?

—Quiero probar el de ron con pasas—mira a la chica que nos atiende y ella asiente, comenzando a servir los vasos

—No me sorprende eso—bufo—. Tienes una obsesión por el alcohol, ¿no, mi amor?

—Deja de decir mi amor—se presiona contra mi, dejándome sentir su erección—. No quieres que te folle aquí dentro, ¿o si?

—No te atreverías...

—Oh, Adeline—lleva sus manos al botón de mis jeans, pero río apartándolas—. ¿Miedo? Porque si me tientas, vas a conocer las consecuencias.

—Entiendo—llevo una de sus manos a mis labios y la beso—. Deja de armar un show, estoy segura que los trabajadores de aquí no quieren ver pornografía en vivo.

—Bah, les encantaría verte retorcerte mientras te follo—besa mi cuello, haciéndome estremecer—. Estoy seguro de eso.

Un chico de lentes entra a la tienda, mirándonos un par de segundos antes de que sus mejillas se sonrojen y evite mirar en nuestra dirección.

—Aquí tienen—la chica pone los helados sobre el mostrador y Christopher saca su billetera, dándole un billete de cien dólares—. Oh, señor...

—El resto es tu propina—la interrumpo, ofreciéndole una pequeña sonrisa

Los ojos de la chica se llenan de lágrimas, pero yo solo le guiño un ojo antes de tomar nuestros helados, agradeciendo para después salir del local.

Flames of passionWhere stories live. Discover now