Capitulo 45: Toda tuya.

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Capitulo 45: Toda suya.

Morgan.

Había pasado una semana desde que llegamos a Miami, Melcon todos los días me llevaba a la playa y enseñaba a nadar. Había sido muy exigente pero logré defenderme un poco sola en el mar, no era la más experta sin embargo ya no me moriría tocando el agua.

Tuvimos muchas fiestas nocturnas, sexo y diversión. Ambos nos habíamos bronceado demasiado nuestra piel blanca estaba muy amarilla, conocimos un poco Miami y compramos algunos obsequios.

El día de mañana nos iríamos en el primer vuelo hacia Denver y la nostalgia me consumía, odiaba regresar a mi triste realidad. Observo a Melcon llamarme y levanto mi cabeza estábamos en la azotea del hotel observando nuestro alrededor.

El me sonríe y me da un beso en la boca, sus manos empiezan a recorrer mi cuerpo y me gira bruscamente haciéndome agarrar las barandas del enorme balcón.

—¿Qué estás haciendo, amor?—Pregunto sonriendo.

—Tocando lo que es mío.

—Me gusta como suena eso.

Separa mis piernas con su pie y baja mis short, me muerdo los labios al sentir sus manos en el elástico de mis bragas, las aparta un poco y sus dedos comienzan a acariciar mi sexo húmedo. Su ritmo es de arriba a bajo, abajo a arriba. El placer se apodero de todo mi cuerpo y separó más mis piernas, dejándome poseer por el placer que generaban sus dedos locos en mi sexo. Siento como mete un dedo en mi interior y comienza a meterlo rápidamente, haciéndome arquear y que un gemido salga de mi boca.

—Shh, haras que nos pillen—susurra en mi oído.

La espera, el miedo y el deseo se habían unido en mi interior.

Melcon compezó a penetrarme poco a poco, sintiendo cada centímetro
de su grueso miembro. Sus brazos me rodearon la cintura con tanta fuerza que me hacían daño. Cuando entró del todo, se detuvo, lo sacó y volvió a introducirlo con mayor ímpetu.

Gemí; la excitación y el placer se mezclaban. Sus caderas aumentaron la velocidad y su respiración iba casi al mismo ritmo. La maravillosa fricción que sentía lanzaba olas de placer por mi cuerpo. De repente frenó y  levantó mis caderas.

—Ese culo es mío—dijo acariciando mi entrada trasera.

—Mel… —susurré y me giré para mirarlo.

—Tranquila, amor —murmuró inclinándose sobre mí—. A eso también llegaremos.

—Eso es—jadeó satisfecho, y agarró mis caderas con más fuerza.

Me encantaba follar de espaldas y el control que Melcon tenía sobre mi
cuerpo en esa posición me excitaba. Se inclinó un poco y llevó una mano hasta mi clítoris.

Lo hacía demasiado bien y sabía exactamente dónde colocar los dedos para llevarme al éxtasis. Sujeto con fuerza el balcon; no podía aguantar el endiablado ímpetu de sus caderas. Gemía y me retorcía bajo su cuerpo.

Pasó ambas manos bajo mi espalda y me abrazó con fuerza. Su pene
entraba y salía cada vez más rápido, hasta que sentí que empezaba a
contraerme por dentro. Eché la cabeza hacia atrás y dejé que el orgasmo se
apoderara de mi cuerpo.

—Más fuerte—grité.

Me penetró con más energía y noté que él también estaba a punto de
llegar al orgasmo. Un empujón más, otro, los oídos me zumbaban, era demasiado. Me corrí por segunda vez soltando un alarido.

Malas decisiones © [#2]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora