🪶CAPÍTULO 10: Un cuarto en desorden🪶

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Mientras avanza por el campo, en dirección a la salida, agradece que sus padres no estén en casa al regresar, evitando inventar una buena excusa para explicar la razón de llegar tan tarde.

Al llegar a la parada, se dispone a marcar a su taxista, cuando siente a alguien colocarse a su lado.

—¿Marcas a un taxi? —Volteo a ver al desconocido, solo para descubrir que es Ariel.

—Sí —contesta con indiferencia. Mientras se preguntaba a sí misma porque esta vez no había sentido aquel escalofrío que anunciaba su presencia.

—No es necesario, ya he llamado a uno, podemos compartir.

A Calix no le agradaba Ariel, pero aun así guardo su móvil y acepto la propuesta.

—¿Qué haces a estas horas en el colegio? —pregunta, para romper el silencio.

—He sido castigado —responde Ariel.

—¿Por qué?

—Eso es algo que a ti no te debería importar —menciona.

—Supongo que no ha sido tan malo como para que te expulsaran también de esta escuela —dice Calix, sin poder contener la información—. Pero tienes razón, no debe importarme.

—¿Me has estado investigando? —la voltea a ver, y se percata que esta tiene salpicaduras de sangre en su ropa y una bendita en su cabeza.

Definitivamente, tuvo un día difícil.

—Por cierto, gracias, por llevarme a la enfermería, olvide, decírtelo en el pasillo —evade su pregunta, cambiando de tema.

—Tienes sangre en la ropa, y una herida en la cabeza, ¿Qué te paso?

—Ya llego el taxi —señala, mientras este se estaciona frente a ellos.

Ariel le abrió la puerta y la hizo entrar, para segundos colocarse a su lado.

Durante la trayectoria a su casa, permanecieron en silencio.

—Parece que has recibido un golpe fuerte en la cabeza —dice Ariel, en busca de saber qué le había pasado.

—No ha sido nada agravé —contesta la chica de ojos grises.

—¿Cómo te lo hiciste?

—Es mi turno de decirte que eso no debería importante —expone—. Es aquí—menciona Calix al taxista, quien se detiene—. Gracias por compartir —dice al salir del taxi.

Al entrar a casa, se percata de que su madre ha dejado un mensaje de voz.

—Cariño, el vuelo de tu padre se ha retrasado, así que llegaremos tarde, espero que hayas comido lo que te deje en el microondas. No nos esperes para la cena, solo recuerda que tiene que ser algo ligero —el mensaje llego a su fin.

Soltando un suspiro, fue al refrigerador y tomo un yogur, para seguido subir a la habitación, pero al pasar por los espejos decorativos se detuvo de golpe, en serio que se parecía a Carry con la ropa salpicada de sangre.

Torció su boca, desaprobando su imagen. Realmente no sabía cuánto más tendría que soportar tener esos sucesos extraños, que lo único que hacían era distanciarla cada vez más de una vida normal.

—Esto debe ser una broma —dijo tan pronto abrió la puerta de su cuarto.

Su habitación estaba hecha un desastre, y dudaba mucho que su madre hiciera aquello. Solo una persona seria capaz de tamaña atrocidad.

—Miguel —murmura.

Girando en sus talones, camina hecha una furia a la habitación de su hermano, abriendo la puerta sin pedir permiso.

Mi Secreto: La Rosa De Cristal. (Libro I)⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora