🪶CAPÍTULO 26: Una ilusión dolorosa y sangrienta🪶

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Despertó sobresaltada, con el corazón golpeando fuertemente contra su pecho, y el sudor deslizándose por su rostro. Pero no recordaba nada, no recordaba cuál había sido la pesadilla esta vez.

Soltando un suspiro, se sentó en la cama, dejando viajar la mirada por la habitación, notando la ventana abierta.

—De nuevo tú —dijo al cuervo, el cual gritó para después marcharse volando.

Levantándose de la cama, se dirigió a cerrar la ventana, para después mirar el reloj y notar que eran las tres de la madrugada. Torciendo la boca, decidió bajar a la concina por una botella de agua ante la resequedad de su garganta.

—¿Por qué estás despierta a esta hora? —Se sobresaltó, dejando caer la botella a sus pies.

Se inclina a tomarla, y al tenerla entre sus manos se dispone a regresar a la habitación, pero Ariel se atraviesa en su camino.

—No has contestado mi pregunta.

Calix lo miró con enfado.

—No será la primera ni la última vez que no responda una —dice, rodeándolo.

Al pasar por la sala, se detiene y miró hacia la pared de cristal, de donde entran algunos rayos de la luna.

—¿Pasa algo? —Volteo a ver a Ariel, quien se ha colocado a su lado. ¿Cómo hace eso?, ¿Cómo es capaz de no hacer ni un pequeño ruido al caminar?

—Creo que deberíamos ir a dormir —menciona Calix.

No sabía quién los vigilaba, pero sí que era alguien con el que ya había cruzado camino, debido a que su presencia le resultaba muy conocida, pero era incapaz de descifrar a quien le peternecia.

Sin decir nada más, avanza hacia las escaleras.

‹‹Calix. ›› Su pie resbalo del escalón ante aquella voz.

Siente las manos de Ariel sostenerla con fuerza de la cintura. Al levantar la mirada se percató de que estaba demasiado cerca. Y de nuevo esa calidez enviada su pecho.

—Ten cuidado —dice, enojado.

Confundida, lo ve subir las escaleras, dejándola atrás.

‹‹Calix. ›› Volvió a llamar el ser desconocido.

Miró de nuevo hacia el bosque, pero seguía sin ver nada. Hasta que todo a su alrededor cambio. Personas corrían, gritaban, y entre medio de los gritos se abrían paso risas malévolas, y sonido látigos impactarse con la piel desnuda y el metal chocar.

Al sentir algo tibio bajo sus pies, bajo la mirada, encontrándose con un charco de sangre. Los gritos y risas cesaron, o todo sonido, un silencio abrumador rodeo todo, y al levantar la vista, miles de cuerpos la rodeaban, con los ojos abiertos, que reflejaban terror, mientras la sangre de sus cuerpos escurría hacia ella.

Y de pronto, un fuerte dolor invadió su vientre, al mismo tiempo que escucho miles de cuervos gritar. Llevó sus manos a la espada que la atravesaba desde su espalda, mientras alguien se inclinaba a un costado de su rostro, susurrándole al oído.

—Primero serás tú, y después tu padre. Solo espera por mí, pequeña —el ser libero la espada de su cuerpo, provocando que Calix sintiera una sensación desagradable, mientras sangre brotaba de su boca.

Cayó al suelo, perdiendo su mirada en un cielo lleno de penumbra, mientras los cuervos sobrevolaban sobre ella, y seguido se dirigían hacia su cuerpo, para devorarlo.

Quiso gritar, pero el líquido metálico que invadía su garganta lo impidió. Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, acompañados de una fuerte vibración de su cuerpo. Pero antes de que los cuervos lograran llegar a ella, una calidez envolvió su cuerpo, que se acumuló en su pecho.

—Respira, intenta respirar —susurraba alguien a su oído, mientras la abrazaba.

Y de pronto ya no estaba acostada, sino entre los brazos de Ariel, lejos de la sangre, lejos de aquellos cuerpos y cuervos.

—Respira Calix, respira —sobaba su espalda.

Ella quería hacerlo, en verdad quería, pero no podía, era como si hubiera olvidado como respirar.

Ariel se apartó de ella y sujeto su rostro entre sus manos. Sus manos se sentían húmedas.

—Calix, mírame, haz lo mismo que yo —comenzó a respirar con fuerza de la nariz y liberar el aire por su boca. Con lágrimas con los ojos, lo imito—. Sí, así.

Se mantuvieron unos minutos de aquella manera, hasta que Calix logró hacerlo por su cuenta.

Liberando su rostro, la tomó de las manos y ayudo a poner de pie, guiándola al segundo piso, abriendo la puerta de su habitación.

—Calix, necesito que tomes un baño y cambies de ropa, ¿puedes hacerlo? —Preguntó con voz suave, como si conversara con un niño de cinco años—. Estaré aquí, esperándote cuando salgas —agrega.

Calix asintió, y avanzó al baño. Mientras se despojaba de la ropa con lentitud, recordando las sensaciones desagradables que había experimentado, que provocaban que de sus ojos no dejaran de brotar lágrimas.

—Calix, todo está bien —escuchó decir a Ariel al otro lado de la puerta—. No fue real, aunque se sintió.

Si fue así, porque sus manos, su cuerpo y ropa había sangre. Al despojarse de la blusa, busco la herida en su abdomen, pero no había nada.

Entrando a la ducha, se deslizó de toda la sangre y cuando estuvo lista, salió del baño en vuelta de una toalla.

Ariel, al percibir su presencia, salió de la habitación, para que se vistiera. Esperando que ella lo llamara para que entrara, pero eso no sucedió, por lo que toco la puerta, pero no hubo respuesta. Preocupado, la abrió, encontrando a Calix sentada en la cama, ya vestida.

Pero antes de que Ariel pudiera decir algo, Calix hablo:

—¿Qué fue eso? —Preguntó.

Calix ya no lloraba, y toda fragilidad que había visto en ella había desaparecido, como si nada hubiera pasado, preguntándose si en verdad se encontraba bien, o solo estaba fingiendo estarlo.

—Una ilusión, creada con demonios llamados Magnus —dice, tomando lugar frente a ella.

—Se sentía real, incluso estaba sangrando —dijo—, pero no había herida.

—Sus ilusiones son muy completas, pueden hacerte sentir el dolor, mientras juegan con todos tus sentidos, pero no sangrar, al menos que hayan utilizado magia negra, sacrificando a alguien, para hacerte sentir el dolor, y hacer brotar esa sangre de tu piel. Es un hechizo complicado y se necesitan dos demonios Magnus, uno que presencie la muerte, y el que está cerca de ti para provocarte el sentir de la otra víctima.

—Podía sentirlo, observándome, pero no era capaz de verlo —murmura.

—La casa está rodeada de guardas, para que ningún demonio pueda entrar, más no son tan poderosas para impedir que ellos puedan manipularse desde afuera.

—Dijo que primero me mataría a mí, y después a mis padres —menciona, recordando la voz del hombre—. Pero siento que no se refería a mis padres adoptivos, sino a los biológicos.

Calix, jamás se había preguntado, desde que se enteró de su origen, sobre si sus padres biológicos estaban vivos, o su razón de abandonarla, pero ahora podía ver que habían logrado hacer un fuerte enemigo.

💋HOLA BRUJXS, GRACIAS POR LEERME💋

Mi Secreto: La Rosa De Cristal. (Libro I)⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora