🪶CAPÍTULO 23: No puedes confiar en un ángel🪶

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Apartando la mirada de los cuadros y figuras de porcelana, la deja viajar a un largo pasillo oscuro. Curiosa, avanzó hacia él, ante el misterio que resulta que sea la única área que no está iluminada.

Al adentrarse al pasillo, creó una pequeña esfera de luz que hizo hormiguear sus manos, un hechizo que le había enseñado la madre de Flynn. Pero al ver lo que había en él, se inquietó un poco. Eran cuadros, en donde el rostro de Ariel había sido retratado a lo largo de los años. Siguió avanzando por el pasillo, contemplando con interés cada retrato, que tenía fecha y lugar plasmada en una placa de acero.

Pero al llegar al último cuadro, que marcaba la fecha de 1647, imágenes vinieron a su mente, perturbándola.

—Pareces interesada —apartó la mirada del retrato, desapareciendo las imágenes en su mente.

—Sí —contestó la chica, intentando recuperándose de lo que había visto—. Son extraordinarias, es increíble que hayas pasado por tantas épocas —agrega, aun con el corazón acelerado.

—Ha sido un tormento —murmura, extinguiendo la pequeña esfera de luz que Calix había creado—. Ahora sígueme, la cena está lista —dijo, avanzando por el oscuro pasillo.

Pero Calix permanece por unos segundos inmóvil. Aún le resultaba difícil procesar lo que había visto, y más porque había sentido que ella había estado ahí, y en esas visiones del pasado Ariel se dirigía a ella, no a otra persona de la cual desconocía apariencia, debido a que no alcanzó a verla, porque él la atrapo husmeando.

Mientras ambos cenaban, un profundo silencio los rodeaba, lo que la hacía preguntarse si él estaba molesto por haber husmeado algo que él consideraba muy personal.

—No sabía que los ángeles tuvieran que comer para sobrevivir —comenta, para romper el silencio.

—Es fundamental cuando quieres tener fuerzas —dice —, si no te alimentas, te vuelves débil.

—Parece algo muy humano.

—Nos creó la misma persona, no podemos ser muy diferentes —expuso.

—¿Por qué en el paraíso no es necesario alimentarse? —Pregunta curiosa.

Ariel levanta la mirada del plato, encontrándose con el gris de su mirada.

—Yo nunca dije que no fuera necesario en el paraíso.

—Pensé que eran inmortales —dijo Calix.

—No sé cómo una cosa te llevo a otra, pero no conocen muchas cosas de nosotros, y lo que saben, el mismo humano, lo ha inventado —agregó irritado.

—Porque lo dices con irritación, ¿acaso nos odian?

—Tú no eres precisamente humana —recuerda.

—Gracias por recordármelo —dijo, comenzando a comer de nuevo.

—¿Por qué odias tanto ser un ser mágico? —Preguntó curioso.

—Porque no quiero ser diferente, al menos no de esa manera.

—Muchas chicas en este mundo quisieran tener tus poderes, y ser especial, ser diferente.

—Pero yo no soy una de esas chicas, por lo que no quiero ser diferente, y no tienes ideas de lo que daría por entregarles a esas chicas lo que soy.

Ariel pudo notar el enojo de Calix, por lo que decidió no decir nada más.

Sin soportar más el silencio, se levantó de la silla.

—Estoy cansada, quisiera dormir —dice Calix.

Mi Secreto: La Rosa De Cristal. (Libro I)⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora