🪶CAPÍTULO 8: La usurpadora de la primavera🪶

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Corría por el denso camino que la guiaba al muelle de una laguna. Su vestido blanco bailaba en compañía del viento y su cuerpo. Elevo su mirada al cielo cuando lo vio pasar, soltando una risa.

—Te ganaré, esta vez lo haré —soltó de nuevo una dulce y angelical risa.

Apresuro su paso, sin importar lo acelerado que se encontraba su corazón, o el dolor que comenzaba a apoderarse debajo de su costilla.

Al llegar el destino, torció su boca al verlo sentando en el muelle, sumergiendo sus pálidos pies en el agua.

Avanzo hacia él agitada, mientras apartaba el cabello de su rostro sudoroso. Una idea cruzó por su mente. No le gustaba perder, pero a su lado siempre era así, él hacía trampa, debía pagar.

—No creo que sea lo correcto, la venganza nunca te lleva a algo bueno, oscurece tu alma y corazón —murmura sin mirarle.

—Detesto que siempre ganes —dijo quitándose los zapatos, para sentarse a su lado.

El hombre le sonrió, su sonrisa era hermosa, radiaba un encanto que la hacía sentir feliz.

—En la vida no todo se trata de ganar, sino también perder, si no pierdes, jamás conocerás la dicha que experimentaras al ganar.

—No lo entiendo —murmuro la pequeña de ojos grises.

—Lo entenderás cuando seas más grande Calix, ya lo verás —expresa, llevando su mano a su cabeza, acariciándola con cariño.

Calix desvió su mirada a las plumas de sus alas.

—Son hermosas —estiro su mano para tocarlas— y brillan...

La pequeña rozo con sus dedos las suaves plumas, revelando visiones ante ella.

Calix abrió los ojos sobresaltados, tenía calor, mucho calor. Tenía años que no soñaba con él, y que lo hiciera no significaba nada bueno, no cuando aparecían esas visiones escalofriantes de una guerra.

Se sentó en la cama, al percatarse que no estaba en su habitación, sino en la enfermería. La enfermera se colocó a su lado.

—¿Cómo llegue aquí? —pregunta.

—Te trago uno de tus compañeros —contesta— al parecer, te desmayaste en los pasillos.

—Me puede dar un justificante para irme —la enfermera asiente y se aleja de ella.

—Deberías agradecerle a ese chico, ha sido muy amable contigo —menciona, rellenando el justificante.

—Lo haré —baja de la camilla.

Tomando su mochila, se acerca a la enfermera.

—Aquí tienes Calix —le entrega el pedazo de papel.

Ella lo contempla, mientras el recuerdo que ha tenido revive en su mente.

—¿Pasa algo? —pregunta la mujer. Calix niega.

—Podría avisarles a mis maestros que me retiraré de clases, por favor.

—Ya lo he hecho yo —el escalofrío hace de nuevo su aparición, y su mirada es atraída a la puerta.

—Gracias Ariel —dijo la enfermera—, te encargo que la lleves ahora a la salida —asiente.

—No es necesario, yo puedo ir sola —se apresura a decir Calix.

—Aún no estás muy bien, deja que te acompañe, no queremos que te desmayes de nuevo —rendida, acepta.

Calix salió de la habitación y Ariel le siguió el paso en silencio. Cuando estuvieron lo suficiente lejos, la chica se detuvo mirándolo con frialdad.

—No es necesario que me acompañes.

—Me lo han pedido como un favor —contradice.

—En ese caso, te pido de favor que dejes de seguirme —dicho aquello, continuo con su camino.

Ariel torció la boca, definitivamente era una chica difícil de tratar, pero no se daría por vencido. Avanzo hacia ella y la sujeto con fuerza del brazo para detenerla. La fugaz imagen de Azul pasó frente a sus ojos, como ocurrió en el baño al rozar su mano, obligándolo a liberarla.

¿Cómo es que ella podría traer recuerdos de azul a su mente?, unos que creyó perdidos durante años, y ella se los hacía sentir tan vivos, como si hubieran ocurrido el día anterior.

—Entiende, quiero estar sola —dijo Calix con severidad— ¿Que acaso no soy tan obvia?

Al ver que el chico de pronto parecía perdido, rodó los ojos y siguió con su camino. Era muy extraño, más que ella, y por eso lo odio, porque no le agradaba lo diferente, era hipócrita de su parte, siendo igual de sobrenatural, pero podía vivir con ello.

Apresuro su paso al invernadero cuando su vista comenzó a tornarse borrosa de nuevo, impidiéndole ver con claridad. En el momento que puso un pie dentro, se fue directo a la banca enfrente del manzano y se dejó caer sobre ella.

Le resultaba difícil respirar, por lo que la desesperación se apoderó de ella, quitándose la mochila del hombro, busco su móvil. Flynn, necesitaba a Flynn.

—¿Estás bien? —pregunta una vocecita detrás de ella.

Al girarse se encuentra con la guardiana Brindy, quien está sentada en una de las ramas meciendo sus piernas en el aire.

—Estás pálida, más de lo normal —dijo, sin esperar una repuesta de su parte.

La guardiana bajo del árbol y se acercó a ella.

—No sé lo que me pasa —murmuro Calix, comenzando a temblar.

—Tengo un mal presentimiento —menciona la guardiana, al ver el azul intenso en los ojos de Calix.

‹‹ Ayuda. ›› Escucha a alguien decir.

—¿Escuchaste? —pregunta la chica, mirando a Brindy, quien lucía muy confundida.

‹‹Por favor.›› Suplico aquel ser, su voz le resultaba familiar, pero no sabía de dónde. ‹‹Ayuda.››

—Necesito ayudarla, está rogando por ayuda —se puso de pie con dificultad, ante el temblor de su cuerpo, y esa sensación de ser tirada de algo.

Brindy la miro con inquietud, pero no la detuvo, hasta que vio que estaba a punto de caer al lago, corrió hacia ella en busca de evitarlo, pero había sido demasiado tarde, Calix había caído al agua.

Con preocupación hizo un movimiento con sus manos para abrirse paso en el agua, dividiéndolas en dos partes a sus costados, pero no había nada más que un suelo mohoso. Calix no estaba, y tampoco tenía idea de adonde había ido.

—No estás haciendo muy bien tu trabajo, al parecer —murmura alguien desde la puerta—. La has perdido de vista, ahora esa bruja la tiene en sus manos.

Brindy miro con resentimiento a aquel chico. El cual le sonríe con burla antes de darse la media vuelta y marcharse.

—Cuidar de ella no es mi trabajo —expuso, capturando su atención—. Solo advertirle de los peligros que la rodean.

El ángel rio.

—Me parece que es lo mismo —dice—. Y habría sido genial si hubieras hecho eso con Esmeralda, justo ahora estaría viva, reinando la primavera y no muerta a causa de su hermana —agrega. Brindy apuño sus manos, por lo que la sonrisa del ángel se extendió—. Nos vemos, usurpadora de la primavera. —Sale del invernadero.

Mi Secreto: La Rosa De Cristal. (Libro I)⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora