Epílogo.

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Las mañanas son silenciosas, y traen consigo las desventajas de continuar viviendo apenas nota que está despierto

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Las mañanas son silenciosas, y traen consigo las desventajas de continuar viviendo apenas nota que está despierto. Pensar en Hoseok es una de ellas.

Tras ducharse y tomar sus cosas para ir al trabajo, Yoongi pone la cerradura en todas las puertas externas de su casa para que su recuerdo no escape, pensando: ¿habrías hecho lo mismo por mí? Es posible que no. Y lo admiraba por eso. Hoseok era fuerte y resiliente. Él es un niño perdido. Han pasado cuatro años y continúa siéndolo. No está seguro de si algún día dejará de serlo.

No ha reaprendido a vivir solo. Puede que no quiera.

No estás, pero sé que estarías orgulloso de esto, piensa mientras enciende el motor de su vehículo. Gracias por dejarme tus cosas, pero sin ti no me sirven mucho.

Apenas hace un año Yoongi se ha atrevido a tomarlo, luego de hacer que Jungkook rabeara millones de horas al día intentando lograr que domine el volante. Sin los finales felices que junto a Hoseok hubieran tenido.

Las tardes también son silenciosas, y al abrir las puertas de su casa, los recuerdos corren a abrazarlo y el aroma a comida recién preparada emana de la cocina. Entonces, Yoongi deja sus cosas y camina hacia allá, donde Hoseok le da la espalda y sonríe para luego decir «he intentado cocinar, pero no salió bien». Nunca sale bien, pero siempre le miente diciendo que estaba delicioso para después aprovechar sus besos y su ilusión. O el cómo brillan sus ojos y termina entre sus brazos para volver a explicarle todos los planes que tiene para ellos. Hoseok tiene el don y la maldición de ser perfecto y a la vez jodidamente inseguro.

Siempre fuiste suficiente. Ojalá lo hubiese entendido antes. Jamás habría parado de decirlo.

Hoy no es más que un espejismo.

Porque Hoseok no está.

Su celular lo despierta en el sofá, así como su estómago, recordándole que aún no lo alimenta. La pantalla es lo único que ilumina su rostro y la casa vuelve a quedar a oscuras cuando contesta y coloca el celular contra su oreja.

—¿Diga?

Hola, Yoongi. —Es Jimin—. Estamos llegando. —Y tal vez Jungkook.

—Está bien.

¿Tienes comida? Tenemos hambre.

—¿Puedes prepararla tú?

Jimin suspira con pesadez.

Claro. No hay problema.

El tiempo que tarda en darse una ducha, es el tiempo que tarda su familia en llegar. Escucha el timbre sonar varias veces y debe salir con el cabello cubierto por la toalla que apenas acaba de sacar del mueble. La toalla rosa. No es la misma que alguna vez usó, pero renovarla le hace sonreír cada año.

En la entrada al jardín delantero de la casa hay tres personas. Tal vez cuatro. Park Jimin, Jeon Jungkook y Jung Taehyung. Y sabe, aunque nadie pueda verlo, que la sonrisa de Jung Hoseok permanece cuidando cada paso del niño que corre hasta sus brazos.

—Hola, bebé —murmura.

—No me digas bebé, papá —alega—. Ya estoy grande.

Jung Taehyung. Chaewon en algún momento le mencionó que sería menos complejo darle su apellido, pero él jamás lo aceptó. No iba a vivir escondiendo a Hoseok de él hasta que lo olvidase cuando creciera, no cuando fue tan importante en su vida. Jung Taehyung ha crecido sabiendo que tiene dos papás, y que Jung Hoseok es uno de ellos. Siempre lo fue y siempre lo será.

—Como diría mi madre —inicia Yoongi, entrando a casa con el niño de trece años apenas cumplidos entre sus brazos, quien rodea su cuerpo a regañadientes y farfulla ante a las burlas de Jungkook—: para mí siempre serás mi bebé. Y ¿sabes? Papá Hoseok estaría de acuerdo conmigo, de eso no me cabe duda.

—Lo confirmo —añade Jimin, perdiéndose de camino a la cocina.

—¿Cómo está Junkyo? —pregunta Yoongi.

—No quiso venir —responde Taehyung.

—Está feliz con tus padres —añade Jungkook—. Y consentido.

—Bueno, al menos está feliz.

Taehyung juega con Jungkook, mientras Jimin les ruega que no desordenen nada, porque él va a molestarse y los obligará a limpiar toda la semana.

Cada día, Yoongi no puede dejar de pensar en que la casa no es igual, sin el aroma de Hoseok por los rincones y la risa estruendosa golpeando sus tímpanos por cada mínima tontería.

La casa jamás volverá a ser igual.

En algún momento, Yoongi se dijo a sí mismo que un mundo sin Jung Hoseok era igual a un mundo sin Min Yoongi. Pero con el tiempo dejó de parecerle justo.

Y aunque su recuerdo sigue latente, la sonrisa genuina en su rostro con el pasar de los días fue apareciendo. Entonces se hizo una promesa: mientras Min Yoongi tenga vida, en el mundo seguirá existiendo Jung Hoseok.

«Nunca me olvides de ti —apunta hacia su pecho, justo donde está su corazón—. Aquí siempre voy a existir, sin importar nada. Y recuerda que donde vaya, te voy a estar amando».


Fin.






🍭D u l c e s   d e   H u m o🚭
Y o o n s e o k
27/04/2022

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Dulces de humo ✎ yoonseok.Where stories live. Discover now