091. Cuando el cielo cae.

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—Sí, claro, para ti todo es obvio —dice con sarcasmo—. Pero creo que se te olvida que llevo más de medio año sin saber de ti. Que aparezcas aquí de la nada, sin avisar, sin haber dado una mínima señal de vida en estos seis meses, resulta un poco extraño e invasivo de tu parte.

—No sabía cómo presentarme. Iba a resultar así hiciera lo que hiciese. Y lo sabes —asevera.

—Lo sé.

—¿Hablaremos aquí o subiremos?

Hoseok gira su cabeza para mirar a Yoongi, quién no ha quitado sus ojos de encima de él durante todo este momento tan incómodo.

—Vamos arriba —contesta, refiriéndose a la azotea.

No sube hasta allí desde que Yoongi se marchó. Era su lugar especial. Sin él no tenía sentido. Temía lanzarse por la borda en un mal pensamiento.

Dentro del ascensor, considerando el horario, ambos se encuentran con la misma anciana que los acompañaba antes. Ella los mira con asombro, sabiendo que ha pasado bastante desde que los ha visto juntos por última vez. Incluso escudriña a Yoongi un par de segundos más.

—Felicidades —le dice, formando una pequeña sonrisa.

Hoseok arruga el entrecejo. Yoongi entiende a qué se refiere y da un asentimiento.

—Gracias —contesta.

En silencio ambos van directo a la azotea, reconfortándose con la pesada brisa de la lluvia que se ha detenido un momento. Al parecer el verano por fin se despide. Justo cuando ellos se encuentran como si fuese la primera vez. Se miran el uno al otro. Apoyados en el borde, pero sin subir en él.

—Vencí el cáncer —expresa Yoongi con notorio orgulloso cargado en la voz, ganándose de inmediato la mirada de Hoseok sobre él.

¿Cómo es que los nervios no lo dejaron darse cuenta? Yoongi está empapado, pero luce bien, vivo. Su mirada felina es brillante como su cabello y no la bordean las marcas oscuras con las que se marchó. Su cuerpo sigue siendo delgado, pero en definitiva luce más estable que antes. Su piel pálida se ve suave. Continúa siendo tan guapo como siempre, sobre todo con la sonrisa de dientes pequeños que le muestra al arrostrar su mirada en la distancia que mantienen.

—Dios, Yoongi —murmura, conteniendo el impulso de abrazarlo—, me alegro tanto por ti.

Y sucumbe a la sonrisa y a las ganas de lagrimear. Sus ojos se humedecen, haciéndole pestañear un par de veces para disipar las lágrimas. La mano de Yoongi se posa sobre su mejilla sin siquiera pedir consentimiento, aunque él se lo otorga sin ejercer movimiento para alejarlo, y le da caricias suaves, limpiando las lágrimas que alcanzan a deslizarse por ellas.

—No llores, que me harás llorar a mí —pide, tragándose el nudo en la garganta.

—Lo siento. —A pesar de que no quiere que la calidez de su mano lo abandone, remueve la cabeza para enjugarse las lágrimas él mismo—. Lo siento. Soy un tonto. Estoy muy feliz. No sabes la de veces que soñé con escucharte decirlo, yo... yo realmente siempre tuve fe.

—Hiciste tanto por mí. Mucho más que sólo tener fe, Hoseok.

—Lo habría hecho hasta el final.

—Eso lo sé.

Silencio. Ambos vuelven a apoyarse en el borde y desvían la mirada hacia en frente, donde la ciudad los comienza a iluminar a medida que el atardecer va desapareciendo y la noche cae. La luna llena amenaza con ser reluciente esta vez.

—Fui un idiota, ¿sabes? —Yoongi vuelve a hablar. Hoseok se pone en alerta—. Hiciste tanto por mí y la única solución que encontré fue dejarte. Y aunque fui el idiota más grande de la tierra por abandonar a alguien que me cuidaba de manera incondicional, también sé que fue una buena decisión. —Como Hoseok no es capaz de encontrar una sílaba para responder algo a eso, Yoongi continúa—. Estás radiante, Hoseok. Sé que fue una decisión egoísta el tomarla por mi cuenta, pero viéndote ahora también sé que estuve bien en irme.

—No estoy de acuerdo.

—No puedes verte. No podías verte en ese entonces. Nunca encontrarás la diferencia, pero, así como ves el cambio en mí, yo lo veo en ti. Separarnos en ese momento fue una buena decisión, no importa si lloré más de la mitad de todo este tiempo. Lo fue.

—¿Y ahora qué? —musita, buscando más. Quiere más. Quiere escucharlo de él.

—Ahora..., yo sé que... ash. —Yoongi chasquea con la lengua, girando su cabeza para mirar el perfil de Hoseok—. Ha pasado un tiempo, y puede que ni siquiera te importe mi presencia a estas alturas. Pero estoy vivo, Hoseok, frente a todo pronóstico estoy vivo y no soy capaz de soportar un segundo más de mi vida lejos de ti.

El paso de la saliva por su garganta irritada por contener el llanto es áspero y le duele. Muerde el interior de sus mejillas con algo de fuerza y su pie procede a moverse con impaciencia. No es capaz de encontrar una palabra coherente.

—Si quieres tenerme en tu vida, yo estaré feliz de regresar —añade Yoongi—. Sin importar de la manera en que lo quieras.

—Siempre voy a quererte en mi vida —dice, y según él ha sido lo suficientemente coherente.

Lo que sí no sabe es qué quiere de Yoongi además del concepto tan abstracto y amplio como lo es tenerlo en su vida. Hay tantas formas, tantos colores. Y todo lo que ve cuando lo mira es amor. Hoseok lo sigue amando, ha pasado un tiempo y el ferviente calor de su pecho no se había apagado, sólo había tomado un descanso para renacer con furia y arder. Pero ¿es lo que quiere? ¿Quiere volver a llamarlo «amor»?

—Aquí estoy entonces —menciona Yoongi con una pequeña sonrisa.

El cielo, aún cubierto, vuelve a dejar caer las frías gotas. Como si se estuviese emocionando por lo que escucha. Hoseok alza el mentón y cierra los ojos un momento, sintiendo el agua golpearle las mejillas.

—Aquí estás. —Asiente y vuelve a poner sus ojos en Yoongi—. ¿Dónde te estás quedando?

—En ningún sitio. Acabo de llegar.

—Puedes quedarte aquí si quieres.

—Gracias. Sólo estaré un par de días. ¿Alguien ha tomado el apartamento a tu lado?

—No. —Hoseok sonríe a medias, ocultando el embobamiento de lo que eso significa.

—Genial.

—Creo que deberíamos entrar antes de que nos dé una pulmonía.

—Está bien, mamá.

—Está bien, mamá

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Dulces de humo ✎ yoonseok.Where stories live. Discover now