054. Una denuncia fallida.

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«¿Quién te envía tantos mensajes? Dame el teléfono.»

Luego vinieron los objetos voladores. A veces, pequeños. A veces, los platos o los zapatos. Generalmente sus pertenencias que «no tenían importancia» destrozadas por la casa.

Pronto se acercaron los empujones. Los golpes en el pecho. Después las patadas. Y las bofetadas.

Los gritos ensordecedores.

Y él siempre pedía perdón. Con el dolor en el pecho. Con las mejillas ardiendo. Incapaz de perder a la mujer de su vida, porque la amaba con locura. Con las piernas temblando y los moretones cambiando de color con los días. Pedía perdón para verla sonreír. Para volver a empezar. Para sentir que todo sería diferente. Hoseok no quería volver a estar solo.

La perdonó tanto. Todo el dolor físico y emocional. Las infidelidades. Los celos excesivos.

¿Si alguna vez denunció? Sí. Alguna vez, tal vez cuando comenzaron los golpes de forma prolongada y los ataques de ira. Aquel día en que le golpeó el lápiz labial en el ojo y tenía una prueba física para poner una orden de alejamiento cuanto antes. Sin embargo, recibió burlas, no sólo de la policía y las personas que se encontraban allí cuando decidió denunciar, también de Namjoon cuando el director Kang le dio el número para llamar por violencia intrafamiliar. Y la persona que lo atendió en el número de emergencia.

Hoseok no quería estar solo.

Hoseok no quería que el amor de su vida volviera a sufrir.

Cuando regresó a casa volvió a los brazos de Yeun y le pidió perdón.

Fue entonces cuando la relación se desmoronó.

Un año más tarde, Yeun estaría en el centro con los papeles del divorcio. Y lo dejaría en la calle. Solo.

Eso es lo que Hoseok por fin cuenta. Habla y habla sin parar. Y sin dejar de llorar. Temblando y sollozando entre los brazos de Yoongi. Con caricias entre sus cabellos y besos en su frente. Con una mano limpiando sus mejillas y pañuelos limpiando su nariz.

Transcurre una extensa cantidad de tiempo antes de que vuelvan a moverse. Hoseok nota su torso algo adormecido e intenta sentarse sobre la cama. Yoongi se lo permite, tomándolo por las mejillas para volver a limpiar las últimas lágrimas que han alcanzado a deslizarse por ellas.

—La mujer que conociste ayer, es la mujer que yo veía casi todos los días —añade Hoseok—. A veces más, a veces menos, pero generalmente era así, sobre todo en el último tiempo.

En ocasiones, Hoseok pensaba que nunca viviría una relación así, porque él mismo no es así. Considerando las estadísticas, es más probable que suceda al revés. Hoseok no quería ser igual a su padre, quería hacer las cosas bien, y terminó siendo como su madre: extrañando y llorando día y noche por una persona que decía amarlo justo después de hacerle daño.

—Debes creer que soy un idiota por haber llorado por ella durante semanas. —Niega con su cabeza casi para sí mismo, logrando que Yoongi quite las manos de sus mejillas y lo mire con la misma tristeza con la que llegó del trabajo hace unas horas—. Y no voy a negar que algo dentro de mí decía que ya era hora de que todo acabara, pero la parte que la extrañaba era más fuerte.

—La persona idealizada y la costumbre —comenta Yoongi por primera vez—. Sólo los momentos felices, que por más escasos que sean, sólo vivías de ellos, sintiendo que la relación tenía arreglo, que los golpes se desvanecerían después de un «lo siento». —Presiona sus labios en una línea y vuelve a tomar a Hoseok por las mejillas para acercase un poco—. No sé qué se siente vivirlo en carne propia, pero sé que nadie lo merece. Tú no lo mereces.

—Tenía tanto miedo.

—¿De qué exactamente?

—De que vieras esto. Soy un desastre, Yoongi. Vengo roto de fábrica. No cargo nada bueno. No tengo nada que darte.

Yoongi suspira con pesadez.

—Eres fuerte, valiente, resiliente —enumera—. Eres impresionante. Mira dónde estás. ¿Si te das cuenta? La enfrentaste. Ayer no vi un desastre, vi a una persona valiente y vi a la persona de la que estoy enamorado. Ser débil no está mal, Hoseok.

—Tenía que cuidarte. —Desvía la mirada, pero Yoongi vuelve a buscarla—. No quería que te hiciera daño.

—Fuiste capaz de imponerte. Sea como sea. Aunque estuvieses temblando. Aunque te hiriera con todo lo que encontró.

—Si no fuese por ti, habría dejado que me golpeara. Nunca he sido capaz de ponerle una mano encima.

—No sé cómo sentirme al respecto. De verdad, yo quería tirarme encima de ella y llamar a la policía.

—Que bueno que no lo hiciste. —Presiona sus labios—. Tonto, te iban a llevar detenido a ti. Yeun estaba fuera de sí.

—Ya sé, por eso me controlé.

Hoseok se siente avergonzado cuando Yoongi busca un nuevo pañuelo para limpiarle la nariz. Es un río de mocos y él no tiene reparo en secarlo, ni siquiera hay una pizca de asco en su expresión.

—Cariño, sé que no tienes razones para confiar del todo en mí —dice—, pero yo voy a prometerte algo, aun así: jamás te haré daño adrede y el día en que lo haga sin pensarlo, estaré dispuesto a escucharte para que podamos solucionarlo. Quiero que lo sepas. Siempre voy a cuidar de ti. Prometo que nadie volverá a hacerte daño, ni a ponerte una mano encima o decirte palabras hirientes, mientras yo pueda evitarlo.

Los brazos de Hoseok rodean los hombros de Yoongi se aferra a su cuerpo para unir sus labios con intensidad, buscando mostrar el cariño que siente por él, entregándole cada pizca de su ser.

—Te quiero —susurra contra sus labios—. Te quiero, te quiero demasiado.

 Te quiero, te quiero demasiado

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Dulces de humo ✎ yoonseok.Where stories live. Discover now