029. Haberte conocido.

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—Hijo, ¿eres tú?

Hoseok presiona sus puños y tira su brazo hacia adelante para liberarse del agarre de la mujer, Yoongi está de pie frente a él, viéndolo con tanta extrañeza que sólo quiere esfumarse de ahí en un pestañeo.

—No sé de qué me habla —le dice a la mujer sin dejar de darle la espalda—. Me debe estar confundiendo. Permiso.

Finalmente camina hasta la puerta del piloto y se mete en su vehículo. Yoongi está a su lado en un par de segundos sobre el asiento del copiloto. Enciende el motor y maneja hacia el condominio en un silencio que casi es doloroso. Hoseok quiere ignorar lo que ha pasado, quiere burlarse y contarle a Yoongi una historia cualquiera para que lo olvide, pero no puede, ninguna palabra alcanza a ser pronunciada, se le quedan enredadas en la garganta por el nudo doloroso que le aprisiona los recuerdos.

—Hoseok —inicia Yoongi cuando el vehículo se encuentra en el estacionamiento del condominio, con ambos dentro—. Lo siento, pero ¿qué mierda fue eso?

Tras exhalar con pesadez, Hoseok se quita el cinturón y se baja del vehículo sin responder a la pregunta, cerrando la puerta de golpe. Camina hasta quedar con la espalda apoyada en la puerta del maletero, con los brazos cruzados mira hacia ningún punto en específico, buscando las palabras correctas para explicar lo que ha pasado.

Encontrar a su madre en la salida de una de las tardes más tranquilas y divertidas que ha tenido en meses es lo que menos se esperaría cualquiera, sobre todo tratándose de él. El tormento de su niñez ha aparecido de repente y le acompaña a un lado, mientras Yoongi se baja del vehículo para hacer lo mismo. Ahora están los tres.

—La conoces —afirma Yoongi. Hoseok asiente, cabizbajo—. ¿Es...tu madre? Porque nadie trata así a un desconocido, menos en la calidad de ella, tendrías que ser muy hijo de puta, y tú no eres de esos. —Aguarda unos segundos antes de continuar—. No justifico tu actitud. La verdad, me ha parecido muy extraño todo.

—No es mi madre —contesta Hoseok con voz seca—. Es la mujer que me parió, y ya está. Una drogadicta perdida.

Sabe que Yoongi no es el culpable de nada, pero no puede evitar demostrar el desprecio que siente por ella, después de todo el daño que le ha causado y que le llevó años de terapia solucionar. Para que aparezca ahora a llamarlo «hijo». Toma una larga bocanada de aire antes de sincerarse. Quiere ser entendido, siempre lo ha querido, y si Yoongi está dispuesto a intentarlo, él se lo agradece.

«Una infancia que nadie se merece vivir» así describe Hoseok la suya. Con padres dependientes de sustancias tóxicas, pobreza extrema, hambre y maltrato físico. Así vivió el pequeño Hoseok durante los primeros seis años de su vida, los años más críticos del desarrollo. Sin la protección ni el amor de nadie. Con el dolor de que las únicas personas que debían cuidarlo y amarlo, porque para eso te habían traído al mundo, eran las que más lo lastimaban. Mientras que, al mismo tiempo, se lastimaban a sí mismas.

—Me encontraron comiendo de la basura con unos amigos que tenía en el barrio donde vivíamos. —Forma comillas imaginarias con sus dedos—. Éramos un pequeño grupo que salía a buscar comida por todos sitios. Nuestros padres tenían como un club de drogadictos. Si no llevábamos algo de comida, nos golpeaban. La basura era la última opción, pero la que más utilizábamos. Ves que hay personas que ven niños pidiendo dinero en las calles y los desprecian como si ellos tuvieran la culpa de algo... Yo fui uno de ellos.

Las mejillas de Hoseok se han empapado y se las limpia de vez en cuando con brusquedad. Le enfada demasiado llorar por esto, por ende, nunca habla de ello.

—Fue tan difícil adaptarme a mi nueva vida. Pasar de familia en familia, aunque mis cuidadores me trataban bien, la mayoría ya tenía hijos y ellos me despreciaban. Era un recogido de la calle, literalmente de la basura. —Se ríe con amargura. Las facciones de Yoongi han permanecido tensas durante todo el relato—. Se suponía que sería así sólo un par de meses hasta que mi madre o mi padre se rehabilitaran. Recuerdo que ella llegó un día a verme y me lo prometió, yo tenía unos... ocho años, creo. Estaba limpia, olía bien como nunca y luego, no regresó jamás. Cuando se conformaron los hogares estatales, me enviaron a vivir a la sede de Jaepil por el asunto de la residencia. Me pusieron en adopción y... todo eso. Viví allí hasta los dieciséis.

La cabeza de Hoseok comienza a latir debido a las lágrimas que no ha dejado de liberar. Aun si su voz demuestra lo contrario debido a la calma con la que habla. En búsqueda de un poco de paz, hace a un lado sus tormentos para apoyarse sobre el cuerpo de Yoongi con los ojos cerrados, casi escondiendo la cabeza en su hombro. Huele el humo, el perfume dulce, y su compañía, esperando que no se note demasiado.

—Conocí a Namjoon en la escuela —continúa—, se convirtió en un hermano para mí y desde entonces seguimos juntos. Sus padres son para mí los que jamás tuve. Ellos me sacaron del hogar y me dieron uno real.

—Namjoon es un gran tipo —comenta Yoongi.

—Lo es. Es una de las personas que más amo en la vida. Sin él, probablemente no estaría aquí.

Hoseok alza la cabeza para mirar a Yoongi, éste de inmediato hace lo mismo.

—Gracias a él te conocí —menciona Yoongi con una sonrisa enternecida, llevando su mano a la mejilla de Hoseok para limpiarle las últimas lágrimas que se van arrastrando.

Con un asentimiento y después de dar un duro trago de sus nervios, Hoseok forma una diminuta sonrisa. Se siente culpable por estar de acuerdo, pero si Namjoon jamás hubiese mantenido aquella relación y nunca se hubiese marchado, Hoseok hoy sería otro. Extraña a su mejor amigo a rabiar, pero no podría arrepentirse de estar con el hombre frente a él ahora mismo, acariciando su mejilla por más que sus lágrimas ya se hayan desvanecido.

—Mi padre también nos golpeaba a mi madre y a mí —comenta Yoongi—. Era un borracho. No trabajaba. Y de no ser por el padre de Jimin, creo que jamás hubiésemos salido de ahí. No sé dónde estaría en este momento.

—Lo lamento —murmura Hoseok, perdido en la mirada felina que no se quita de la suya.

—Y yo odio verte así. Mi historia no arregla nada, de todos modos.

—Me siento mejor. No te preocupes. —Sonríe a medias—. Llevo toda mi vida conviviendo con esto, y así será siempre. Además —añade con burla—, compartir trauma mejora la amistad.

La risa de Yoongi llena sus oídos y Hoseok vuelve a colocar su espalda recta sobre el maletero de su vehículo, haciendo que Yoongi lo imite. Miran las nubes que cubren el cielo nocturno, bajo el foco que ilumina justo aquel sitio del estacionamiento casi vacío. Apegados al hombro del otro como único sostén de su tranquilidad.

—Mierda —farfulla Yoongi.

—¿Qué pasa?

—Quiero un cigarrillo.

La carcajada de Hoseok se oye hasta el final de la calle.

La carcajada de Hoseok se oye hasta el final de la calle

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Dulces de humo ✎ yoonseok.Where stories live. Discover now