Capítulo 1

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Vanesa acababa de salir del salón de clases. Ese era el maldito primer día del año escolar y ya quería de vuelta sus tan preciadas vacaciones. No habían sido nada del otro mundo, pero por lo menos no había tenido que levantarse a las seis de la mañana.

Por otro lado, la idea de tener que esforzarse en buscar alguna amiga por ahí no era demasiado alentadora, especialmente porque se la pasaba con un humor de perros la mayor parte del tiempo.

Nuevamente a su padre lo habían trasladado debido a su trabajo, por tanto, se habían mudado a Hamburgo hacía ya un par de meses, y tener que llegar a una escuela nueva para empezar todo desde cero no sobaba como algo que la animara demasiado. Hasta ahora, no había hablado con absolutamente nadie. Le quedaba el pequeño consuelo de que la clase todavía no comenzaba.

Todos estaban ahí, jugando y hablando, contando sus experiencias pasadas y reencontrándose. Mientras tanto, Vanesa se mantuvo sentada y apartada, sin alguien con quien poder conversar, sin algún amigable estudiante dándole la bienvenida.

Todo la abrumaba, y cuando sintió que no podía seguir en ese lugar o la cabeza iba a estallarle, se levantó y caminó hacia los baños. Cuando llegó, tomó un profundo respiro y entró, esperando encontrar a cientos de chicas bañándose en maquillaje y perfume.

Lo que encontró en el interior fue alentador. Estaba vacío, y aprovechó el momento de intimidad para mirarse en el espejo y así acomodar su lacio cabello rojizo. No quería estar despeinada, tenía que dar buenas impresiones, lo quisiera o no.

Inesperadamente, la puerta del baño se abrió e ingresó un delgado chico de cabello rubio.

—Ah, hola —él la saludó y caminó a paso lento hasta posarse a su lado, mirándola directamente a la cara. No pareció importarle que ella se sintiese incomodada. Sus ojos claros eran profundos.

Vanesa se preguntó qué mierda podría estar haciendo un chico en ese baño. Fácilmente podrían haberse encontrado demás personas utilizándolo y, claramente, la presencia masculina de él alteraría un poco el asunto.

—¡¿Qué estás...?!

—Es un baño de hombres —la interrumpió él, encogiendo sus hombros y largándose a reír cuando las mejillas de Vanesa se tiñeron de rojo.

—Oh. ¿En serio?

—¿Eres nueva? —preguntó. Vanesa asintió de inmediato—. No me sorprende. Pero ya debías de haber estado enterada. Todos saben.

Vanesa respiró hondo y lo miró de frente. Por suerte no había sido algo tan grave, por lo que no salió corriendo despavorida ni nada parecido. Eso solo pasaba en las películas.

—¿Por qué el cartel de la puerta tiene la figura de una mujer? —preguntó esperando que él le aclarase algunas cosas.

—Sí, bueno. Sucede que es una tradición, pero como Adam es el único que se encarga de cambiarlo y todo el mundo sabe que lo hace cada año, nadie cae. Ni siquiera los nuevos.

—Pero...

—Has sido la excepción —él la volvió a interrumpir.

Vanesa entrecerró los ojos y gimió. No podía creer que pudiese odiar más ese lugar de lo que ya lo hacía. Era increíble lo desagradable que era la gente y el ambiente escolar. Deseaba retroceder el tiempo y regresar a lo que había sido su vida cuatro meses atrás. Extrañaba a sus amigos y su casa. En Hamburgo estaba perdida.

Dando pasos largos y rápidos hasta la puerta, decidió que iba a dejar pasar cualquier incidente que volviese a sucederle, de lo contrario iba a darle algún ataque nervioso y eso complicaría mucho más las cosas.

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