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Todos en la iglesia esperaban en completo silencio que el joven novio diera la ansiada respuesta. Las manos de Louis, que estaban tomadas de las de Irene sudaban, e inconscientemente su vista se iba hacía Daphne.

Afuera la muchedumbre espetaba en silencio la boda desde las pantallas que se habían instalado específicamente para ese evento a lo largo de las calles de Londres. El Rey Arthur quería asegurarse que toda Nueva Inglaterra viera como su nieto se casaba.

Era un silencio absoluto. Todo el mundo esperaba que de los labios del muchacho saliera finalmente ese "sí".

El silencio finalmente fue perturbado. Pero no por las palabras de Louis, sino por los gritos desesperados de la Princesa Charlotte, quien hacía esfuerzo sobrehumanos por abrirse paso entre la multitud y llegar a la entrada de la Catedral. Era su pequeño y delicado cuerpo contra cientos de fanáticos de la Realeza.

—¡Soy su Alteza Real la Princesa Charlotte! ¡Déjenme entrar! —gritó jadeante la chica, cuando logró llegar a las vallas que bloqueaban la entrada del gentío a la iglesia —. ¡Mi hermano es el Rey Louis, por amor a Dios!

—Princesa, ¿está bien? ¿Necesita ayuda? — preguntó alarmado un joven guardia al ver a Charlotte en tales condiciones.

—¡Estaré bien cuando me dejen entrar!

De inmediato el guardia le permitió el paso y la dejó entrar a la iglesia, tomándola por la cintura, sin hacer mucho esfuerzo pues era una chica muy delgada, para que pudiera pasar por sobre las grandes vallas de metal.

Charlotte afirmaba su vestido color rosa pastel con las manos para no tropezarse. Estaba descalza, algunas partes de su cuerpo, sobre todo sus pies y manos, estaban sucias, al igual que su caro vestido; cubierta de tierra y barro, y lo que parecía ser grasa de auto. Tenía el cabello enmarañado y lo poco que sobrevivía de su maquillaje yacía esparcido por todo su rostro.

Que contraste era aquel: una dama de tal finura, elegancia y porte vestida como si fuera una vagabunda.

La Princesa corrió por la iglesia lo más rápido que sus débiles piernas se lo permitían, todos la quedaban viendo al pasar, sin entender que estaba sucedió, ni porque ella había irrumpido así en la catedral, ni porque estaba en esas condiciones. Los murmullos se hicieron presentes de inmediato.

—¡Detengan esta boda en este mismo instante! —gritó, su voz hizo eco en el lugar.

—Por todos los cielos... —murmuró Louis mirando de pies a cabeza a su hermana, e internamente le agradeció por librarlo de su condena.

En ese momento Louis amó a su hermana más que a su propia vida. De inmediato abandonó el altar y caminó hacia ella para prestarle auxilio, también le preocupaba mucho lo que le había pasado para terminar en así como estaba, tan alterada y sucia.

—¿Qué te sucedió? ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? ¿Qué te pasó? —le preguntó el rubio tomándola de las manos, sin importarle lo sucias que estaban estas.

La marquesa Irene se quedó boquiabierta, miró a sus padres, pero ellos estaban tan sorprendidos como ella, buscó la mirada del Rey Arthur y Lady Elizabeth, pero ellos le daban la espalda, mirando a la Princesa. ¿Cómo era posible que Charlotte interrumpiera así su boda?

—No te puedes casar con ella, Louis —jadeó —. ¡Ella es mala!

—Charlotte... —habló el chico, pero su hermana lo interrumpió antes de que pudiera continuar.

—¡Fue ella! —gritó desesperada, acusando a la marquesa.

La pobre novia se asombraba tras cada palabra que decía la muchacha rubia, en verdad parecía que no comprendía lo que estaba sucediendo. Nadie allí lo hacía realmente.

El peso de la corona [✔️]Where stories live. Discover now