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La Academia, Cambridge, Nueva Inglaterra
22 de Septiembre, 2018

A Daphne le ganó el insomnio. Había estado mirando el techo por más de dos horas, intento leer, tomo dos tazas de té con canela, vio películas, pero nada la ayudaba a conciliar el sueño.

Se puso una sudadera encima del pijama, unas zapatillas deportivas y tratando de no hacer mucho ruido salió de su habitación con un libro. Se escabulló por la cocina donde había otra salida, la había descubierto la semana pasada.

Afuera hacía un frío horrible. Estaba muy oscuro, y era normal, eran las dos de la madrugada. Los faroles que rodeaban la Academia daban un poco de luz. Daphne camino en silencio varios minutos, hasta se sorprendió de encontrarse ahí, su miedo a la oscuridad era enorme, pero, por alguna razón que ella desconocía, esa oscuridad no le aterraba, más bien la relajaba, las estrellas luminosas adornaban el cielo junto a una luna creciente.

El cielo nocturno, todo lo que podía haber detrás de esas estrellas que, a pesar de parecer que estaban todas juntas, se encontraban tan separadas unas de otras, pero aún así, estando solas allá arriba, brillaban para que los simples mortales contemplaran su belleza.

Suspiro y su respiración se perdió en el aire. Se sentó entonces en césped húmedo por el rocío, y abrió su libro, las páginas eran levemente iluminadas por la luz de los faroles que rodeaban la Academia.

Daphne forjó un poco la vista para leer, y en cuanto comenzó el capítulo no se detuvo hasta terminarlo. Cuando leía sentía que se transportaba a otro mundo, no importaba si era fantasía o ficción histórica, siempre las obras de grandes escritores lograban atraparla hasta hacer perder la respiración junto a los personajes.

—¡Dios santo! —exclamó en susurro —. Casi me muero del susto.

Daphne se llevó las manos al rostro tratando de calmar su respiración. Se puso de pie con rapidez y reverenció al Príncipe Louis que había aparecido ante ella.

No fue hasta que se dio cuenta hasta ese momento lo patética que se veía. Con un pijama que le quedaba grande y el cabello desordenado atado en una deforme coleta.

—No tienes que reverenciar cada vez que me ves. Mi hermana ya lo ha dicho: nada de formalidades si no son necesarias —dijo citando las palabras de la princesa Charlotte —. ¿Qué haces aquí a esta hora?

Louis se veía mucho mejor que ella. También estaba con pijama, zapatillas deportivas y una sudadera. Su pijama era escoses de color verde y rojo, y por una extraña razón le quedaban increíblemente bien. Sobre eso traía una sudadera gris que le quedaba grande. Su cabello caía con estilo sobre su frente y tenía la nariz roja por el frío, y otra vez tenía el rostro morado en varias partes.

—No podía dormir.

—Si, yo tampoco.

Louis llevó sus manos a los bolsillos de su pantalón y vio a Daphne de pies a cabeza. Solo una risita por su aspecto.

—No te burles de mí. No vivo en una revista de moda para verme siempre bien —se defendió la chica cruzándose de brazos.

—No me estoy burlando de ti —repuso el chico viéndola con una sonrisa entre coqueta y dulce —. Es que te ves... Bueno, creo que nunca he visto a una chica así de desarreglada. No te ves mal, sólo me sorprende. No me tomes por arrogante, pero ninguna chica se atrevería a vestirse así ante el príncipe de Nueva Inglaterra.

—Dos cosas. Uno; yo no planeé encontrarme con el príncipe de Nueva Inglaterra. Dos; si fue un comentario muy arrogante.

Louis soltó una risita.

El peso de la corona [✔️]Where stories live. Discover now