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Cuando la hora que la señorita Evans había dicho, se cumplió los diez miembros de la academia salieron de sus habitaciones, todos vistiendo su nuevo uniforme. Se miraron entre sí y al sentir el ruido de los tacones de Miss Evans se pusieron erguidos, mirando al frente.

—Que elegantes se ven —dijo paseándose por el salón —. Y más les vale, porque irán a ver a los Reyes y a sus hijos. Recuerden que un paso en falso podría cobrarles su puesto en la academia.

Tras esta advertencia, que sólo logró que los chicos sintieran aún más nervios, siguieron en fila a Miss Evans por los pasillos de la Casa Real de Hannowoor-Dankworth.

Cuando entraron a la Casa Real, ninguno se atrevió a mirar hacia ningún lado para satisfacer su curiosidad acerca de lo que había en esas paredes. Llegaron al salón donde se reunirían con la Familia Real, que estaba custodiado por varios guardias de uniforme azul.

Esperaron de pie en silencio a que alguien llegara. Habían pasado ya más de veinte minutos y Miss Evans miraba su reloj de muñeca con inquietud, preguntándose si se había equivocado de horario o salón, pero las dudas de todos desaparecieron cuando vieron entrar a cinco sujetos por la puerta custodiada.

Era la primera vez que los diez chicos de la Academia que veían a su Rey cara a cara. Era un hombre alto, se mantenía joven a sus casi cincuenta años, su piel era clara, su cabello era rubio pero con algunas canas, tenía un porte fino, vestido con un traje caro, e imponía respeto con tan solo verlo.

Lo seguía Lady Katherine, su esposa, quien era varios años menor que él. Su cabello rubio estaba recogido en un elegante peinado, vestía un vestido azul cielo que resaltaba su mirada, era de estatura media, más alta de lo que se veía en televisión. No lucía como solía hacerlo en las entrevistas, ahora estaba triste y decaída, y en su rostro el maquillaje intentaba ocultar un golpe amorotanado.

Ophelia se mordió un labio al ver el rostro de la mujer, el resto intentó no mostrar su sorpresa y curiosidad por cómo una mujer tan delicada pudo llegar a hacer una marca así de grotesca.

Tras Lady Katherine venía su hijo, el Príncipe Louis; no parecía estar de buen humor, tenía la mandíbula tensa y el rostro serio, tenía varias marcas enrojecidas en el rostro y el labio inferior roto, se notaba que la herida era reciente.

Estaba vez no solo Ophelia no se aguantó su empatía mordiéndose otra vez el labio y abriendo mucho los ojos dando a entender que se sentía mal por ellos, sino tambien Vincent, Harry, Daphne y Matthew, que no se contuvieron de fruncir el ceño imaginando el dolor del golpe.

Luego entró la joven Princesa Charlotte; parecía estar en paz, al menos intentaba aparentarlo, pero sus ojos rojos e hinchados delataban sus inquietudes.

Luego de la entrada de Josh Ajax, los diez jóvenes junto a Miss Evans reverenciaron a la Familia Real.

—Bien, así que estos son los chicos —dijo el Rey Charles sonriente.

—Efectivamente, señor, estos fueron los diez jóvenes seleccionados. —Tras decir eso Miss Evans presentó a cada uno con su nombre.

Daphne no fue capaz de retener el impulso de mirar al Príncipe Louis, y analizar los golpes en su rostro mientras se preguntaba cuáles podrían ser las causantes. Era un joven hermoso, su rostro era muy delicado, sus rasgos finos, pero marcados. No había cambiando casi nada desde la ultima —y primera y única —vez que lo había visto.

La zona alrededor de su ojo izquierdo estaba roja e hinchada, su pómulo derecho tenía una raspadilla y su labio inferior sangraba un poco. Esas eran heridas por una pelea a puños, había visto heridas muy similares en su hermano.

La chica levantó la mirada de los labios del chico a los ojos del mismo, y se encontró con que él la estaba mirando. Cuando sus ojos cafés se encontraron los ojos azules del Príncipe Louis poco llegó a escuchar de la conversación de los demás ahí presentes. Sintió que la respiración se le cortaba, se mordió el labio inferior con nerviosismo. Pero cuando la profundidad de la mirada la intimidó demasiado, corrió su rostro en otra dirección rogando que sus mejillas no estuvieran rosadas.

( . . . )

—Debo dejarlos un momento —anunció Miss Evans horas después cuando estuvieron nuevamente en la Academia —, tengo que organizar un par de cosas para sus jornadas escolares. Pueden quedarse aquí en la sala de estar o ir a sus habitaciones, como prefieran.

Los chicos asintieron en respuesta y luego la observaron abandonar el lugar.

—¿Qué creen que les haya pasado al Príncipe Louis y a Lady Katherine? —preguntó Ophelia, quién parecía no notar la tensión en el ambiente, aún se consideraban extraños entre ellos.

—Los golpearon —respondió Victorie, con un tono de voz aburrido, como si no importara de qué hablaba. Theodore y Daphne asintieron mostrando estar de acuerdo con la conclusión de la morena.

—¿Golpes? —cuestionó Hugo —. ¿Quién en su sano juicio se atrevería a golpear al príncipe heredero y a la esposa del Rey? No tiene sentido alguno.

—Pues el mismo Rey. Nadie tendría el valor de pagar las consecuencias que golpear a un miembro de la Familia Real trae, a menos de que seas inmune a las consecuencias —respondió Theodore.

—¡Pero cómo sería capaz de golpear a su hijo y a su esposa! —suspiró la pelirroja, como si una situación así no fuera una realidad para muchos.

—Sí, yo tampoco creo que haya sido él —opinó Adhara —. Se veía muy tranquilo.

—Tienes razón, se veía tranquilo. Si alguien hubiera golpeado a su esposa y a su hijo estaría un poco más preocupado —objetó Orion.

El peso de la corona [✔️]Where stories live. Discover now