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—Supongo que ya saben que soy capaz de hipnotizar gente. Así que si no cumplen haré que su jefe los mate a todos y así mismo.

—¿Cómo sabemos si no le ordenará eso de todos modos?

—Tendrán que confiar en mí.

Cortan la llamada antes de que triangulen la señal.

Y ni siquiera dijeron el lugar de entrega.

—¿Cómo se le ocurre aceptar ese intercambio? —dice el Director de la ASI.

—Intercambiaré a ese hombre por la Fiscal y nadie va a impedirlo.

—Matt… —digo.

—Arrestenlo —dice Geena a sus dos escoltas.

Matt se resiste. Le da un puñetazo a uno en el estómago y un codazo a la nariz a otro.

Y de repente, McGill le lanza un puñetazo.

—¡Hijo de puta!

Le digo.

Matt azota el suelo.

Pongo su cabeza en mi regazo. Digo su nombre y no contesta. Está noqueado.

—Eres un idiota —digo a McGill—. Él no puede soportar uno de tus golpes.

—Estamos de acuerdo en eso.

—Llévenselo antes de que despierte.

—Yo seré su escolta —digo.

—No —dice Geena.

—Pero soy la única que es inmune a su hipnosis.

—¿De verdad? —dice Geena.

Y recuerdo la noche en el faro.

Se llevan a Matt, inconsciente.

Y yo me quedo.

Se baraja la posibilidad de sacar al Guerrillero de la prisión y demandar que el intercambio sea al mismo tiempo en el mismo lugar.

Geena no lo dice. Pero le dispararían al Guerrillero una vez que la Fiscal estuviera segura.

Y de no tener tiro limpio. Se desataría un enfrentamiento.

Pero Geena no debe poder dejar de pensar en lo que Matt dedujo, La Guerrilla tiene espías. Y aquí mismo podría haber uno.

Aguardamos que los secuestradores llamen de nuevo y anuncien el lugar de entrega.

Una hora y nada.

Hasta que por fin suena un teléfono. Pero es el móvil del Director de la ASI.

—Director Baker, diga… No puede ser.

—¿Que pasó? —pregunta Geena.

—Ian Fawkes no está en su celda.

Geena me dirige una mirada asesina.

Suspiro. ¿Matt, qué hiciste, imbécil?

—Matthew Gillen escapó de la custodia —agrega.

El Director cuelga su llamada.

—¿Para qué liberó al Guerrillero? ¿cómo planea contactarse con ellos para la entrega?

—Ellos lo contactaron —digo.

—¿Qué?

—Matt tomó el control de la llamada. Se presentó ante los secuestradores porque sabía que ellos preferirían negociar con él. Porque tiene habilidades, tiene fama de inmoral y por supuesto, le importa la Fiscal.

Digo esto último como si me sacara un puñal del pecho. Lentamente. 

McGill hacía una llamada mientras yo hablaba. Cuelga.

—Las cámaras viales de toda la ciudad se descompusieron y nuestro satélite estaba en Centroamérica.

—¿Centroamérica? —pregunta Geena.

—Sí. Su seguridad fue violada y lo redireccionaron.

—Matt lo hizo.

Suspiro. Mierda.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now