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—No me refería a eso. Eres tan alta como yo. Y para esta toma romántica te encorvas demasiado para apoyar tu cabeza en mi pecho. Si me paro en una banquita me veré más alto. Que el hombre sea más alto en la relación es lo que vende.

—Tonto. Ya deja de pensar como si esto fuera una película —digo sonriendo.

Se está tan bien en su pecho.

El sonido del trotar de una manada me saca de mis pensamientos. ¿Qué es eso? ¿qué viene? ¿una manada de búfalos?

Me volteo. Es la prensa. Nos han encontrado.

En un segundo llenan a Matt de mil preguntas. Todo por ser el salvador de Evans.

—Me encantaría poder llevarme el crédito por haber salvado la vida del Señor Evans. Pero yo no soy el héroe.

Toda la prensa se queda de piedra. Confundidos.

—Entré en shock. Ni siquiera pensaba en llamar al Señor Evans. Él estaría muerto de no ser por esta mujer.

Me señala. Todos los focos están en mí.

—¿Qué? ¿de qué hablas? —digo nerviosa.

—La Teniente Diana Armas. Ella. Ella me sacó del shock. Tuvo que abofetearme incluso.

—¿Usted abofeteó a un candidato al Senado?

Estoy colorada.

—Lo hizo —dice Matt, sonriente.

—Cállate —le suplico en un susurro.

—Golpea fuerte. Y si no me hubiera sacado de mi bloqueo. El Señor Evans estaría muerto. La Teniente Diana Armas es la heroína de esta noche.

Una lluvia de preguntas cae sobre mí. Matt me sonríe y se aleja.

Contesto una pregunta aquí y otra allá. Y pido a los oficiales que calmen a la prensa.

Así me zafo de ellos y alcanzo a Matt. Quien ya casi ha llegado a la entrada de la casa.

—¿Por qué hiciste eso? No es normal que alguien como tú renuncie al protagonismo.

Sonríe.

—Lo hice para ayudarte en tu carrera. Tienes potencial. Todo lo que necesitas es un poco de publicidad.

—Pero ni siquiera soy Teniente. Me falta al menos un año para que me asciendan. 

Se encoge de hombros.

—Mañana en todos los periódicos saldrá que eres Teniente. 

Entramos a la casa.

—Pero van investigar. Van a preguntar. Y descubrirán que solo soy subteniente.

—¿Tú crees que Geena o el Presidente van a decirle a toda la ciudadanía que la heroína del momento en realidad no es teniente?

Silencio.

—Tú aún no lo sabes. Pero te acaban de ascender. 

Me detengo. Me quedo atrás.

Él. El maestro del engaño y la estrategia. El embaucador. Renunció al crédito para forzar mi ascenso. ¿Por qué?

—Porqué me importas.

Se detiene.

—¿Qué dices?

—La respuesta a la pregunta que está en tu cabeza es: porqué me importas.

Le importo…

Silencio.

—¿Tienes hambre? —pregunto.

¿Qué estoy haciendo? Soy una buscona. Continúo:

—Podemos ir a…

¡Diana, cállate!

—Me parece bien —dice, aún si voltearse.

Voltéate. Quiero ver tu cara. Quiero tratar de adivinar en tus facciones lo que pasa por tu cabeza.

—¡Maaaaaatt!

Ella aparece de la nada y se echa en su brazos. Ella. Rubia. Bonita. De clase alta. Con un padre poderoso. Ella. Una buena esposa para un aspirante a político.

¿Qué estoy haciendo? ¿cómo se me ocurre siquiera pensar que entre él y yo…? Olvídalo.

—Gracias por salvar a mi padre, Matt.

Me voy.



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