2

365 13 8
                                    


Me mira de arriba a abajo. Me examina.

—Tienes buen cuerpo… lo admito… Pero tú no le puedes dar lo que yo sí…

—¿Y qué es eso? —digo en un gruñido.

—Un gran futuro. Puede que se la pase bien contigo. Pero al final, vendrá a mí. Si se casa conmigo será el futuro dueño del país.

Sonríe con suficiencia.

Aprieto los puños. Deseo partirle la cara.

Tomo aire. Exhalo. Y sonrío.

—Por ahora él será el dueño de mis nalgas —digo con una enorme sonrisa.

La perra hierve de rabia.

Llegan Matt y Evans.

—Matt, se hace tarde. Vamos a casa.

Matt asiente. La rubia estúpida  tiene la sangre hirviendo.  Lo siento. Ahora es mío. 

En realidad no lo siento. Estoy que me muero de dicha.

Llegamos a mi apartamento. Linda abre la puerta. Y por poco se va de espaldas al ver a Matt.

Propongo que veamos una película. 

Matt se sienta en el sofá. 

Linda y yo vamos a la cocina por palomitas. Y entonces  ya no puede contenerse.

—¡Somos ricas!

—¡Ssshhh! No digas eso, es inapropiado. No somos ricas. Yo no soy de ese tipo de mujeres.

Linda agacha la cabeza. Decepcionada.

—Aguafiestas… ¿Y qué, él se va a quedar  aquí  hoy?

Linda hace movimientos  de cadera obscenos y alegóricos  al sexo.

Pongo los ojos en blanco.

—Si tienes la sensación  de que hay una oreja delante de tu puerta cuando  Matt y tú  juegan a la maroma, ten por seguro que soy yo.

—Ni se te ocurra hacer eso.

—No puedo evitarlo, esta noche es memorable, hoy te la van a meter por segunda vez.

Me sonrojo.

Las palomitas están  listas. Regresamos a la sala. Ponemos las palomitas sobre la mesita junto a unas bebidas. Nos sentamos en el sofá. Me recuesto en Matt.

Linda pone por Netflix la que supuestamente  es la mejor película  de Matt. "El Filósofo", una comedia romántica con acción. 

No ha pasado ni media hora de película  cuando Matt ya se ha besado con medio reparto.

—Diana, discúlpame pero… ¿Matt, te acostaste con la pelirroja?

Miro a Matt y él a mí. Está  colorado.

—Díos mío —digo.

—Fue por razones artísticas. Yo no quería, ella no quería.  Lo hicimos un par de veces… Para que nuestra interacción  en pantalla fuera más  real.

—Eres asqueroso le digo, te acuestas con todo el mundo.

—¿Te doy asco? ¿entonces  ya nunca volveremos a…?

Sonrío. 

—Para todo hay solución. Linda, ¿me regalas unos preservativos?

Linda está  atragantada con las palomitas. Disfruta de nuestra mini-discusión.

Bebe de su refresco.

—Claro, ¿de qué  sabor lo prefieres?

Días después. 

Esta mujer es insaciable, piensa él  cuando lo lleva al cuarto.

Me tumba en la cama y me arranca la ropa. Le fascina llevar la iniciativa. 

Me pone el preservativo.  Aferra su mano a mi duro miembro con confianza.  Se siente su dueña.

Y pensar que hace unos días  no podía  ni verlo aunque  la luz estuviera muy tenue.

Se monta a horcajadas  y rebota sobre mí una y otra vez.

Muy rápido, muy fuerte. Sus dedos se incrustan en mis pectorales. Los estrujen. Y aunque duele como el demonio, no quiero que dejen de perforar.

Pero aumenta en intensidad.

Y su trasero aplasta mis pelotas. Siento que voy a morir.

—Fuego, llama, incendio, ¿cuál era la palabra de seguridad? ¡Para! —digo, quedándome sin aire.

—¡Shhh! Cállate.

Se detiene.

Voltea hacia la puerta como un sabueso que ha detectado una amenaza.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now