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—Inundar la multitud con bombas lacrimógenas. Eso podría ser letal para algunas personas.

Pienso en las personas con enfermedades respiratorias. O si alguna persona tropieza y la multitud desesperada le pasa por encima.

Habrían muchas muertes.

—Matt… ¿No puedes disuadirlos?

—No. Son demasiados. Se sugestionan entre ellos. Es como si la multitud tuviera un solo cerebro, un súper-cerebro. Impenetrable.

—¿No será más bien que no quieres ayudar? A tu partido le conviene que le echen la culpa de este desastre al gobierno.

Matt sonríe.

—Tal vez. Si mi partido llega al poder te daré la oportunidad de volverte un emprendedor del rubro de seguridad. Aunque te echaremos de menos.

Una insinuación de despido. McGill está furioso.

—Matt… —le susurro como reprimenda.

Matt me observa, extrañado. Incluso molesto. ¿Por qué?

McGill desiste del pulso con Matt. Y se dirige a Geena.

—Si es cierto que esa multitud es tan fuerte solo queda combatir fuego con fuego.

—¿A qué te refieres?

—Formar una multitud más grande cuyos eslóganes sean pacifistas. Así sugestionarán a esta multitud destructiva.

—Pero para ello deberían poder hipnotizar.

—El Cirujano hipnotizó a un tipo e hizo que ese tipo hipnotizara a otros en el atentado al museo. Seguramente "El Galán" también puede hacer esa "transferencia".

Matt se carcajea.

—Hay un enjambre de langostas, ¿y tu plan es enviar más langostas? Ahora entiendo porqué tienes tantos músculos. Necesitas compensar tu falta de cerebro.

—No es mala idea —digo.

—¿Qué dices? —pregunta Matt.

—Bueno. Tú también tienes razón. El fuego se apaga con fuego, pero es muy riesgoso crear otra multitud. ¿Pero si ponemos muchos megáfonos por toda la ciudad y reproducimos un audio con vítores de una multitud pacifista a la que tú le has transferido tu "poder de hipnosis"? ¿funcionaría?

Todos los ojos en Matt.

—Tal vez —dice de mala gana—. Si fueran menos de diez mil personas. Pero estoy seguro que las protestas pronto alcanzarán centenares de miles de personas.

—Entonces hay que ponernos en marcha de inmediato.

Escucho la puerta tras de mí abrirse y cerrarse.

Matt no está.

Geena da instrucciones sobre la grabación del audio.

Matt no está.

¿Me quedo escuchando a Geena o voy en busca de Matt?

Salgo de la sala. Al pasillo. ¿Derecha o izquierda? Creo oler tabaco a la derecha. Sigo ese camino.

Hasta que una mano me sujeta por la muñeca, me detiene.

Es McGill.

Silencio.

—¿Estás saliendo con ese sujeto?

No sé qué decir.

—No es tan malo como creen.

O eso creo.

—¿Ya olvidaste que está coludido con el asesino de tu padre?

—No hay pruebas de eso.

Suelto mi muñeca de la mano de McGill.

Pero McGill me abraza.

—Ese bastardo ya ha usado a muchas mujeres. No quiero que haga lo mismo contigo.

Su abrazo es agradable. Él siempre ha sido un amable protector conmigo. Es por eso que lo veo como un hermano mayor.

—¿No crees que deberías buscar una mujer de tu edad? Un cuarentón no puede satisfacer a una veinteañera.

Es la voz de Matt a mi espalda. Me giro.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now