5

1.3K 71 4
                                    


Mira a la chica semidesnuda.

-La sobrina del ministro. Definitivamente no eres la de las bragas negras.

-Bonito pantalón. Resalta tu cadera y tus piernas -digo.

Lleva su chaqueta amarrada en la cintura, como un escolar.

-¿A qué se te rompió el pantalón por atrás?

Se pone colorada.

Me quito la chaqueta. Y hago ademán de desabotonarme la camisa.

-Tenía cosas más importantes que hacer. Pero nunca rechazaría un trío.

Ella sonríe. Se quita el auricular y lo pisotea. No quiere que los otros escuchen lo que va a responderme.

A continuación me muestra unas esposas.

-¿Te importaría ponerte estas? Es que me ponen muy cachonda los juegos sexuales.

Frunzo el ceño. Las bromas sexuales no son graciosas cuando están a punto de apresarte.

-Creo que ganarías más como actriz o modelo que como un Ángel De La Muerte.

-Los Ángeles De La Muerte no existen. Es una campaña difamatoria de tu partido contra el gobierno actual.

-Sí, claro.

-No quiero dispararte. ¿Por qué mejor no bajas el arma y nos acariciamos un poco?

-Como quieras.

Pongo el tabaco y el arma en la mesa.

-He participado en películas de acción. Así que he tomado clases de artes marciales. Esto no terminará bien para ti.

Me pongo en guardia.

Ella sonríe. Me excita su sonrisa.

Le habla a la chica asustada.

-Tú dirás que él se resistió al arresto -dirige su mirada a mí-. No sabes cuánto disfrutaré esto.

-Claro que lo sé. Satisfacer mujeres es mi especialidad.

No quisiera lastimarla. Pero no me queda opción.

La chica en el sofá no para de llorar por su tío.

Lanzo un gancho derecho. Lo esquiva. Rápidamente lanzo un gancho izquierdo. Pero también lo esquiva.

Su gancho izquierdo me da justo en las costillas. Me deja sin aire. Y no alcanzo a respirar cuando me azota las otras costillas con su gancho derecho.

Mierda.

-Tiempo fu...

Su talón se hunde en mi pecho y me lanza hacia atrás. Contra mi escritorio importado. Mi peso lo destruye.

Mierda. Mi espalda.

La chica sigue llorando.

-Ahora yo también quiero llorar. No sabes cuánto pagué por ese escritorio.

Me pongo de pie.

-No quería hacerte daño. Pero ya me has hecho enfadar.

-Entonces ven y castígame -dice sonriendo.

Me echo a la carga contra ella.

Me lanza una patada a un costado. Capturo su pierna. Me doy media vuelta y la lanzo con todas mis fuerzas contra la pared.

Ella cae como un trapo mojado. Está molida.

La levanto. La apoyo contra la pared. Bloqueo sus manos con las mías. Y sus piernas con mis piernas.

Ella trata de zafarse. No puede.

-Voy a darte lo que tanto deseas.

Y la beso. Se resiste. Pero continúo. Y ella se rinde. Me sigue. Sus labios son suaves, como si no tuvieran tanto uso. Y su aliento es fresco. Besa con fuerza. Porque le fascina la fuerza.

Separo mi boca. Ella continúa por un segundo besando al aire. Abro los ojos. Me ve. Evita mi mirada. Y se sonroja.

¿Se sonroja?

La suelto. Me hago a un lado.

-¿Por qué te sonrojas?

-M-m-me has tomado por sorpresa. Dios. Esto no debió pasar. Yo soy una agente de la AIE y tú un sospechoso. No sé qué me pasó yo no hago estas cosas.

Está nerviosa.

-Las mujeres se excitan al besarme. Se ponen calientes. Sudan. Tiemblan. Gimen. Una hasta se orinó... Pero nunca ninguna se había sonrojado como una adolescente de instituto. Salvo...

Silencio.

-No puede ser -continúo-, eres virgen.

Y se pone más colorada.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora