4

357 13 3
                                    

Un mes sin el Cirujano.

Mañana.

Me desperté después de soñar con el día que Matti me confesó que había matado a una persona.

Preparo el desayuno. Al ritmo de una salsa de Mark.

Solo llevo una camisa manga larga de Matti.

Preparo unos huevos revueltos.

Lo noto antes de que hable. Sonrío. Me abraza por la espalda. Besa mi cuello y luego mi boca.

Este mes ha sido como una luna de miel.

—¿Cómo amaneciste? —pregunto.

—Terrible. Ya que no quieres mudarte, al menos déjame comprar una cama más cómoda.

—No. No quiero que gastes ni un centavo en mí.

—Pero no tiene nada de malo. Solo quiero darte lo mejor.

—Ya me lo das… Cada noche —digo con picardía— y cada día, tu compañía es todo lo que pido.

Se siente bien que por primera vez una mujer se interese en ti de verdad, piensa Matt, que esté contigo por decisión propia y no por trampas psicológicas.

Le doy un último beso.

—Debo ir al museo. La reinauguración se acerca.

Se niega a dejarme ir.

—Mejor quédate y disfrutemos de la mañana —dice sedienta.

—Diana, tienes que entender que no todos los hombres dominan tan bien  el tantra como yo.

—¿Eso qué  significa? —dice molesta.

—Tantra. Ya te había hablado de eso.

—No hablo de eso.

—¿Entonces  de qué?

—¿Para qué  tengo que entender que no todos los hombres dominan el tantra si yo no planeo estar con ningún  otro hombre?

》¿Ya te aburriste de mí?

—Yo no dije eso.

Me acerco para besarla. 

Toma un cuchillo.

—Lárgate, Matthew. 

 —Entendido. 

Llego al museo. 

Russo y su chica están en mi despacho.

—Deben tener más cuidado. En estos días se abrirá al público. No pueden andar como Pedro por su casa.

—¿Cómo va todo con Diana? —dice la pelirroja.

—De maravilla. Se enojó conmigo por una tontería. Pero me gusta cuando se enoja, las reconciliaciones son estupendas.

—Dile… —le dice Russo.

—¿Qué me diga qué?

—La noche del atentado nos encontramos a Diana en el ascensor.

—¡¿Qué?!

—Tranquilo, la persuadí. Y no recordará nada.

—¡Ufff! Cómo ya les dije deben tener más cuidado.

—Sí —dice ella.

Una idea sobrevuela mi cabeza como un cuervo de panteón.

—¿Qué le dijiste exactamente?

—Bueno…

—Ella la invitó a buscarte.

Suspiro.

—Dios.

—Matt, eso no quiere decir que ella no quisiera estar contigo.  De acuerdo, quizá el humo le dió más valor. Pero en el fondo ella quería pasar la noche contigo. Soy mujer, sé de esas cosas.

Agacho la cabeza. No quiero que vean como se humedecen mis ojos.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now