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—Pensaba que en las películas te editaban el cuerpo o algo así.

Él sonríe.

—No puedes editar lo que ya es perfecto.

—Fanfarrón —digo. 

Mis manos se creen Cristóbal Colón explorando nuevos territorios.

Sus bíceps anchos. Y firmes. En uno de ellos. Una herida con puntadas. La acaricio con delicadeza.

Ese daño en su cuerpo, me salvó la vida.

—Ya no podrás hacer escenas eróticas. Esa cicatriz te lo impediría.

—No importa. Me dejaría quemar el rostro si con eso lograra conquistarte. 

—¿Y luego qué?

—¿Luego qué de qué?

—Y luego qué me conquistaras. ¿Qué harías? Buscarías otra presa, ¿no es cierto? Tal vez a la hija de tu jefe. Es bonita. O quizá ya la cazaste.

Desciende sobre mí. Me besa la boca.

—Siempre hay un momento en que el cazador se vuelve la presa. 

Sus labios desciendem por mi cuello hasta el nacimiento de mis pechos.

Quita el segundo botón con su boca.

—No —digo débilmente.

Acaricio su pelo. ¿Qué pasa? ¿por qué mis manos no lo detienen? ¿por qué quiero que no me obedezca?

¿Por qué digo no pensando en un sí? ¿todas las mujeres hacen eso en momentos como este? Se lo preguntaré más tarde a Linda. Pensándolo mejor, no le preguntaré. Ya me la imagino brincando de alegría y haciendo preguntas incómodas sin pudor.

Quita los botones suficientes como para que mis sostén quede al descubierto.

Maldición. Mi sostén se abre por el frente. Lo quita. Cierro los ojos. ¿Qué estoy haciendo?

Y entonces lo siento. Una sensación similar a la embriaguez. Se me escapa un gemido o dos.

Mi pezón izquierdo está en su boca. Y su mano juega con mi pecho derecho.

Yo acaricio su cabello.

¡Qué escalofríos! Qué rico. Arqueo la espalda. Mi boca se abre como la caja de Pandora y de ella salen todos los males en forma de gemidos.

—¡Matt! ¡Matt! ¡¿dónde estás?!

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now