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Se me seca la garganta.

—¡Dios! Pervertido. Me refería a dormir. Nada más.

Pido comida china a domicilio.

Cuando regreso al faro con el alimento, Diana ha prendido velas aromáticas por toda la habitación.

Suena una balada romántica  en Inglés. Every Breath You Take.

—Estás preparado para tus presas, ¿no?

—No es lo que piensas. 

—Ajá, sí.

Sirvo la comida.

—Hace mucho que no comía comida china —dice.

Leo la nostalgia en sus ojos.

—¿A uno de tus padres le gustaba mucho la comida china?

Sonríe impresionada.

—Tu madre.

Su sonrisa desaparece.

—¿Cómo lo sabes?

—Dices que llevas mucho tiempo sin comer comida china, lo que sugiere que no quieres recordar a ese padre que la adoraba y tú extrañas mucho a tu padre, harías cualquier cosa que te haga sentir cerca de él, como unirte a la policía. Por descalificación es tu madre.

Ella sirve más vino.

—Sí, tienes razón.

Sus palillos invaden mi comida, me roba un trozo de carne. Sonríe. Luego, para compensarme, lleva un trozo de carne de su comida a mi boca.

Sorbo un poco de vino.

—Lo que tú mamá le hizo a tu papá, ¿algún día la perdonarás?

Sus ojos se ponen brillosos.

—Nunca. Mi papá la amaba y ella lo engañó con otro hombre por su fortuna.

Sorbe de su copa.

—Entiendo —digo.

—Por eso tengo miedo de estar contigo…

Silencio.

—Tú eres incapaz de estar con una sola mujer, ¿verdad?

Sé lo que debería decir. La mentira que debería vociferar… Pero…

—No lo sé.

Silencio.

—Para mí el sexo es algo terapéutico.

Pone los ojos en blanco.

—No es un secreto que soy huérfano. Quisiera creer que mis padres no tenían los recursos económicos para sustentarme. Pero al final, la verdad es que creo que no era deseado por ellos. El sexo me hace sentir deseado, me hace sentir que valgo algo.

—¿Y no es suficiente que yo te desee?

Deja su comida en la mesita de noche. Y me besa. Ante su beso yo también me deshago de mi comida.

Acaricio sus piernas largas y firmes. 

Estoy empalmado en un segundo.

Suena mi móvil. Pero no contesto. Sigue sonando.

—Contesta —dice Diana—. Puede ser importante.

Mierda.

Meto mi mano en el bolsillo y saco mi móvil.

Giulia.

Diana mira el nombre. Enarca las cejas.

Cuelgo.

Y quiero volver a besar a Diana. Pero ella aparta la cara.

—¿Quién es Giulia?

—Una colega.

—¿Una actriz?

—Sí.

—¿Han actuado juntos, como pareja?

Dios.

—Sí.

—Ah, ya veo.

Vuelve a sonar el móvil. 

—Contesta. Quiero escuchar qué te dice.

Mierda. Contesto. Diana pone su oreja junto al móvil.

—¿Cómo estás, Matt? Siento mucho lo del Palacio Legislativo. Sé lo importante que era para ti.

—Muchas gracias.

—¿Por qué no vienes a mi apartamento? Se me ocurren muchas maneras en las que puedo consolarte.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now