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—Con los satélites.

—Nosotros revisamos las imágenes satelitales y El Cirujano se hunde y no se le ve salir.

—Bueno, ellos siguieron la transmisión en vivo y usaron la visión térmica.

—¿En vivo? 

—Ellos creen que estamos involucrados. Nos espían con los satélites. Al Presidente. A Geena. A mí. Ven el atentado en mi contra. Monitorean toda la persecución. Ven al Cirujano hundirse en el agua. Pasan a visión térmica. Y aunque El Cirujano terminará en un manglar lo detectarían por su calor corporal.

Me deja boquiabierta.

—Eres asombroso.

El General McPhee sale de una tienda.

—General, me gustaría que la próxima vez que me espíen con un satélite me pidan permiso antes —dice, imprudente, con una sonrisa.

El General se pone colorado.

—No se le olvide, General, que esta no es su nación y que hay cosas que no puede hacer sin autorización —digo.

Sonríe.

—Deberías estar en casa preparando galletas, niña.

—Cuide sus palabras, General, una llamada mía y podrá disfrutar de su retiro en las Bahamas.

—No me amenaces, niño estúpido.

Matt sonríe. Me toma del brazo y nos retiramos.

—No debimos confrontarlo. Debimos decirle tu deducción a Geena y que ella hablara con ese General. Debemos respetar los rangos.

—Sí. Tal vez. Pero necesitábamos una cortina de humo.

—¿Una cortina de humo para qué?

—¡Un momento! ¡tú entraste en nuestro sistema sin permiso!

Volteamos. El General está furioso. En compañía de media docena de soldados armados.

—No sé de qué habla, Señor —dice Matt.

Geena y McGill salen de la campaña junto a otros agentes. Atraídos por la discusión.

—¿Qué pasa aquí? —dice Geena.

—Entraron a nuestro sistema —dice El General—. Y la única persona aquí presente que pudo hacerlo es  este princeso.

Matt sonríe.

—Ciertamente nadie en esta rivera podría hackearlos excepto yo… Pero debió ser alguien fuera de aquí, yo estaba demasiado ocupado siendo menospreciado por usted.

El General suelta un bufido y entra de nuevo a su tienda.

—¿En verdad no fuiste tú? —susurro.

Geena tiene una mirada suspicaz.

El móvil de Matt suena. Un texto.

—No. Pero conozco a quién sí.

Miro el contenido del mensaje. Es una imagen satelital. Al pie una dirección y la descripción de un auto.

Matt sonríe.

—Lo tenemos.

Geena ordena una cacería. Policía. Ejército. AIE. Patrullas. Helicópteros. 

Todos vamos al mismo lugar, como una jauría de lobos.

Por el auricular me dicen que un helicóptero y unas patrullas ya iniciaron la persecución de El Cirujano.

Matt es mi copiloto.

—Esa táctica de hacer que El General fuera nuestra coartada para que no pudiera inculparnos, fue muy ingeniosa.

—Uhm… No fue nada.

—Según escuché ese sistema es muy seguro, ninguno de nuestros informáticos podría hackearlo. ¿En serio tú si podrías?

—Claro.

—¿Cómo?

—Imagina que asedias una fortaleza. ¿Cómo rompes los muros?

—¿Con cañones?

Matt sonríe. 

—Sí, pero imagina que no tienes cañones. Ni catapultas. Ni explosivos. ¿Cómo rompes una de defensa que es más fuerte que tu ataque? 

—No sé.

—Buscas su punto débil. ¿Cuál es el punto más débil de un muro?

—Las puertas.

—Exacto. Una vez que has encontrado el punto débil. Atacas con un ariete. Concentras todas tus fuerzas a ese único punto de fallo. Toda fortaleza por muy segura que sea, tiene un punto débil.

Lo dice sonriendo. Encantado de saber que puede poner de rodillas a cualquiera.

—¿Y cuál fue mi punto débil? —digo, trago saliva.

—¿Qué?

—Sí. ¿Cómo me hackeaste? Para que me acostara contigo.


Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now