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El Presidente aparece frente a nosotros. Seguido de un séquito de lamebotas, reporteros y camarógrafos. Junto a él, Geena Shelley, la Directora de la AIE. Mi "madrina". Me sonríe. Y yo sonrío por primera vez en la noche.

Es como mi madre.

Matt se disculpa con las zorras. Y va al encuentro con el Presidente. Hace un gesto con la mano a los periodistas y estos se marchan. Es increíble. Los periodistas no obedecen ni al Presidente. Pero se someten a los deseos de Matt. Son sus lacayos.

Y el Presidente despide a sus propios lacayos. Solo se queda Geena. Su mano derecha.

McGill y yo estamos tan cerca para escuchar, pero lo suficientemente lejos para no tomar protagonismo.

-¿Qué le parece la ceremonia, Señor Presidente?

-Espectacular -dice el Presidente, sin entusiasmo.

-Bueno, quizá podría hablar con unos amigos y financiar algún proyecto con su nombre, Señor Presidente.

Silencio. El Presidente frunce el ceño. No soporta a ese idiota.

Geena sonríe.

-Esta ceremonia es maravillosa. No cabe duda que el espectáculo es tu fuerte -dice con diplomacia-. Quizá deberías quedarte ahí. Eres un buen showman.

-Me honra, madán. Pero siento la responsabilidad de servir al pueblo -dice, mostrando sus dientes perfectos.

-Si insistes, buena suerte -dice el Presidente-, a ver cómo te desempeñas como congresista.

-Sin duda sería un buen congresista, pero con certeza sería un mejor senador.

-Lo sabremos en cinco años, cuando tengas treinta.

-Puede ser antes. Si desiste en aprobar esa injusta reforma para subir la edad requerida para ser senador.

-¿Qué traes en el bolsillo? -dice Geena.

Matt se observa el bolsillo de su chaqueta.

McGill se gira hacia mí. A punto de estallar en carcajadas. Matt, en lugar de un pañuelo, tiene unas bragas negras.

Miro a las chicas a mi alrededor. Una de ellas no anda bragas bajo su ajustado vestido.

Matt se queda sin aliento. Cortado. Derrotado. Esconde las bragas en su puño y las guarda en el bolsillo de su pantalón.

-Eres un desastre -dice, el Presidente, impaciente-. Darte la posibilidad de tener poder, sería como dejar que un niño tome el detonador de una bomba nuclear. La reforma será aprobada. Los buenos tenemos los votos necesarios. Tu partido no meterá ni las manos.

El Presidente y Geena pasan de lado.

Creo que encontré a la chica sin bragas.

Matt tiene la cabeza gacha. Triste.

Sonrío. Me gusta que pongan en su lugar a ese fanfarrón.

Aunque no dure mucho. Esboza una sonrisa. Arregla su cabello y traje. El show debe continuar..

De súbito se apagan las luces. Mierda. Sujeto mi arma. Sabía que algo malo iba a pasar.

Un foco de luz desciende sobre Matt. Ha subido al estrado.

Me relajo. Falsa alarma.

-Debemos velar por el futuro de nuestra nación -dice-. Nuestra juventud necesita que les brindemos los conocimientos necesarios.

-Lo que esta nación necesita es que le extirpemos sus cánceres.

De súbito alguien aparece tras Matt. Matt se gira. Un puñetazo se estrella en su rostro y lo manda lejos. Fuera del foco de luz.

¡¿Qué mierda es esto?!

Se encienden todos las luces. Matt ha caído del estrado. Está inconsciente.

Quién lo ha golpeado va vestido como un doctor, más específicamente como un cirujano. Bata blanca, guantes de látex. Y una máscara con gorro, boquilla, da la impresión que esa cara de plástico sonríe. La he visto antes.

¡No puede ser! ¡ya la recuerdo! ¡esto debe ser un chiste!

El hombre se dirige a las cámaras.

-Ciudadanos en casa. La clase política de esta nación es un cáncer. Tumores malignos que nos dañan. Y hoy vamos a extirparlos.

Se acabó. Desenfundo mi arma. Y le apuntó a ese loco.

-Baja de ahí, demente.

Me mira, sorprendido.

Silencio.

-Desarmenla.

Miro por el rabillo del ojo. Pero es demasiado tarde. McGill me encesta un puñetazo. Caigo al piso. Mi arma va a dar a no sé dónde.

Estoy aturdida. Pero debo reponerme.

-¿Qué demonios te pasa McGill? ¿estás con él?

Miénteme A Ver Qué  Te PasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora