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>>Su secreto lo conocemos solo los aquí presentes.

—Tengo la impresión de que quieren negociar.

—Así es. Queremos ser la nueva élite mundial.

—Una cúpula siempre tiene un punto más alto. ¿Quienes serían los más poderosos?

—Usted y yo. ¿Nos muestra esos cigarrillos?

Silencio.

Yo no estoy en sus planes. Van a matarme en cuanto les muestre lo que quieren y les diga dónde conseguirlo. Y van a torturarme si me opongo.


Voy a sacar a Matt de ahí así tenga que dispararle a todo el mundo, piensa Diana.

Conduzco hasta esa dichosa base.

McGill estuvo a punto de detenerme.

Yo salía de la casa de Geena y él me tomó del brazo.

—¡Suéltame si no quieres que te tumbe todos los dientes!

—Diana, piensa bien lo que vas a hacer, si atacas esa base internacional ni Geena ni el Presidente podrán ayudarte. En el mejor de los casos, serás destituida de la agencia.

—Su-el-ta-mé.

Y empuñé mi mano.

Me soltó.

—Vas a echar tu carrera a la basura por un sujeto que ya debe estar buscando otra.

Me cansé.

Me puse en guardia. E iba a lanzar el primer golpe cuando McGill alzó las manos.

—Haz lo que quieras.

Me dí la vuelta. Iba a mi auto. 

Lo escuché. Sus pasos eran demasiado pesados. McGill venía sobre mí.

Si me tecleaba con su peso y por la espalda, no podría liberarme.

Volteé y mi pie golpeó su mejilla como un rayo.

Una patada giratoria.

Cayó a un lado inconsciente.

Los guardias de la puerta corrieron de prisa.

Pero para cuando llegaron a McGill, yo ya había arrancado.

Doy un timonazo en la cuerva. Y freno.

He llegado a la base.

Bajo del auto.

Analizó la situación.

Dos guardias en la garita de abajo.

Hay dos garitas arriba del muro. Dos hombres en cada una.

Uno de los guardias de la entrada lleva uniforme nacional.

—¿En qué podemos ayudarle, subteniente?

—Quiero ver a Matt Guillen.

—Eso no se va poder, subteniente.

—¿Por qué? 

—Él no está aquí.

—Rastreé su celular. Él está aquí.

—No, subteniente. Él salió con el General McPhee.

¡¿Qué?!

Matt no dejaría su celular. O lo sacaron por la fuerza. O le obligaron a dejarlo.

—¿Y adónde fueron?

El compatriota se encoge de hombros en un gesto de "no sé".

—Pero si quiere puede acompañarnos mientras vuelven —dice el soldado extranjero con morbo.

Los soldados de arriba estallan en carcajadas enfermizas.

Tomo a ese idiota por el cuello.

—Lo único que puede salvarte es que me digas dónde está Matt.

—Dame cinco minutos y te olvidarás de él.

Le tumbo los dientes y sale disparado lejos de mí.

Los soldados de arriba me apuntan con sus rifles.

Llevo mi mano a mi arma.

—Si desenfundo los mato a todos.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now