Capítulo 40.

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Dejare esto por aquí y me iré lentamente...

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"Aaron Cromwell"

Después de dormir a Ada con los truenos, fue imposible dormirme, comenzó con las pesadillas nuevamente, en su rostro se forman gestos graciosos, arruga la nariz y luego se relaja. Logro dormirme después de un tiempo de hacerles cariños en su cabello, no me importo en lo absoluto desvelarme.

*
Ada tiene rato moviéndose y yo lo que quiero es seguir durmiendo, mi despertador interno no sonó temprano, extraño. Trata de zafarse de mí y la pego más a mi cuerpo para que se quede quieta de una vez, cuando se durmió estaba como una momia, no se quería mover, pero amaneció abrazada de mi brazo con mi mano junto a su pequeña boca, puedo sentirla.

- Deja de moverte tanto y duerme.

- Lo haría, pero muerto de frio.

- ¿No te estoy calentando lo suficiente?

- Sí, pero tengo los pies sin medias.

Extiendo la sabana que está a mi lado, cubro su cuerpo y el mío.

- Estoy demasiado cómodo, así que cierra los ojos y vuelve a dormir.

- No hay necesidad de que lo digas de nuevo —se acomoda más y se queda dormida.

*
Acostumbro a desayunar temprano, antes de salir a la empresa, por lo que a estas horas tengo hambre. Con cuidado de no despertar a Ada me muevo y salgo de la cama, le echo un vistazo y donde tenía mi mano abrazada, tiene ahora una almohada, su cabello esparcido por las sábanas blancas, la arropo completa y bajo a la cocina después de haber ido al baño, cepillarme, y bajar mi erección matutina, no fue fácil dormir con el trasero de Ada estrujándose en mí.

Los gabinetes de comida están repletos, comienzo a cocinar tostadas y se me pasa el tiempo, le envío un mensaje a Amanda para que alquile algún Jet y me responde que esta todo listo.

No sé qué poder tiene Ada sobre mí, pero siempre siento cuando está a mí alrededor, aun cuando no la he visto.

- ¿Te quedaras parada ahí?

- ¿Cómo sabias que estaba detrás de ti? —ni yo lo sé.

Volteo a verla y es lo mejor que pude haber hecho, no sé qué le queda más sexy, si su pijama que muestra más de lo normal, o mi jodida sudadera que le cubre un poco más debajo de sus nalgas, la veo de pie a cabezas, lo nota.

- Tengo frio y esto es lo que más me cubre —comenta.

- Si es por mi te quedas todo el día así. ¿Tienes hambre?

Contesta que sí y sigo cocinando, siento su mirada en todo lo que hago. Desplazo su plato al frente de ella una vez que termino.

- Definitivamente te contratare.

- ¿Para cocinar? ¿O para estar merodeando en tu cocina? —subo una de mis cejas mientras le pregunto.

- Las dos cosas no estarían mal —me agrada esa respuesta.

- No le coloque fresas al tuyo. Que tengas buen provecho —le digo cuando me siento, ayer me dijo que no le gustaban.

- Gracias por el desayuno. Igualmente.

- ¿Cómo dormiste con la tormenta?

- Bien. ¿y tú?

- Mal, no dejabas de moverte. ¿Por qué tantas pesadillas? En el aeropuerto paso lo mismo.

Lo piensa, y sé que me mentira, no me dirá lo que le sucede.

- No sé, no sabía que tenía pesadillas —no le respondo, si no me quiere decir, sus razones tendrá.

- ¿Quieres que salgamos a almorzar afuera?

- ¿Me estas invitando a una cita jefe?

No soy hombre de intimidarme por mujeres, pero es Ada, hace lo que sea conmigo, y en estos momentos, su pregunta me puso nervioso.

- Pues supongo que sí. Hay un restaurante no muy lejos de aquí, tiene una gran vista.

- Sí, me gustaría.

- Después regresaremos por el equipaje.

- Si es por mi renuncio y me quedo a vivir aquí.

- ¿Te gusto el lugar?

- El lugar, la cabaña, todo.

Desvía su mirada hacia la ventana y se queda minutos admirando como cae la nieve, puedo ver que de verdad le gusto.

- Podemos regresar cuando quieras —lo pensé, y lo dije en voz alta.

- Gracias —me sonríe.

- Pero cocinas tu —bromeo.

- Ja, créeme que puedo cocinar mejor.

- ¿Le dices eso a alguien que tiene un certificado como chef? —comparto por primera vez esto.

- ¿En serio? No le digas eso a las mujeres, querrán raptarte.

- En realidad eres la primera en saberlo.

- ¿Compartiendo secretos señor Cromwell?

- Siempre tienes un comentario o pregunta para todo —rio porque es cierto—pero sí. Y este es el momento donde me dices algún secreto de ti.

- ¿Algún secreto mío? —espero que no me diga que es virgen, o que perdió su virginidad a los 14 —tengo un tatuaje, en un lugar donde nadie ha llegado a verlo, solo yo, y mi tatuador claro.

No es muy difícil imaginarse en donde lo tiene, pero me niego a creerlo, así que le pregunto en donde se lo hizo.

- ¿Cómo en qué lugar? Joder Ada, mi mente a esta hora de la mañana trabaja mejor, así que no me hagas llevar la creatividad y la imaginación a otros lados.

- Pero exactamente ahí es donde la debes llevar —me remuevo imaginando.

Entrelazo mis manos y le contesto.

- Me lo puedo imaginar sin ningún esfuerzo —lo hago.

No le pregunto que es, porque me juro a mí mismo saberlo algún día.

- Qué bueno que no tengas esas neuronas quemadas y las pongas a imaginar, porque sólo eso tendrás de ese tatuaje —ríe de manera maliciosa, como tratando de creerse sus palabras.

- Siempre te tienes que tragar tus palabras Ada, no hagas que esta sean una de esas veces. Y créeme, yo no soy hombre de dejar las cosas sólo a la imaginación. Iré a alistarme. Daremos un paseo primero antes de ir al restaurant —le digo mientras me levanto y dejo los platos en el lavaplatos.

Subo y desde las escaleras veo que no se ha movido desde que le deje claro que no dejo nada a la imaginación, y no miento.

Dulce Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora