Capítulo 41.

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Estoy por bajar de la habitación cuando mi teléfono suena, es Amanda.

- Buenos días señor Cromwell. Su socio, el señor Hunter quiere hablar con usted

- Dile que lo llamo mañana desde la oficina.

- Ha insistido en el tema, dijo que si puede lo llama más tarde —suspiro ante la intensidad de este hombre.

- De acuerdo.

- Que tenga buen día jefe.

No le respondo y cuelgo, la palabra jefe no me causa el mismo efecto en cualquier mujer como lo hace con Ada, siempre me lo dice con ese tono de malicia y sensualidad.

Bajo las escaleras y me consigo a Ada de espalda, hoy lleva un gorro con una gran bola peluda arriba, solo ella puede usar eso, y seguir luciendo hermosa.

- Ayer las pantuflas. ¿Y hoy ese gorro?

- Y no has visto mi bata de baño —pero podríamos...

- Hare una nota mental de no dejarte comprar hoy.

Se me ha hecho natural tomar de su mano para lo que sea, caminamos a la puerta y la ayudo a bajar los escalones cubiertos de nieve.

Desde que he conocido más a Ada, puedo describirla con una sola palabra: habladora. Por eso, cuando llevamos más de 20 minutos en silencio, solo escuchando música, me preocupo, puede ser más perturbador que no hable.

- Me desespera más que no hables, siento que planeas algún plan macabro para matarme.

- Pues no te equivocas en nada —ríe, pero puede que lo esté pensando en verdad.

Tenía un tiempo ya, que no venía para acá, quiero que lo conozca, y en auto no lo hará.

- ¿No tienes problema en caminar?

- No, por lo menos aquí no está nevando tanto.

Estaciono la camioneta en una acera y bajamos, comenzamos a caminar tomados de la mano. Ella observa todo con curiosidad, solo espero que no me arrastre a una de esas tiendas de ropa.

Veo como ensancha su sonrisa cuando visualiza una tienda de dulces, me sorprende que haya pasado de largo todas esas tiendas de marca que tanto les gustan a las mujeres, y me arrastre a esa.

- Debí haber esquivado esta acera.

- No seas amargado. Entremos para ver si te endulzas un poco.

Abro la puerta, esta tienda suele estar repleta, pero hoy está más de lo normal. Ada parece no importarle y empieza con sus enloquecidas compras.

- La tienda hará una fortuna solo contigo.

- No puedo sólo escoger dos o tres chocolates. ¿No te gusta nada?

- Siempre compro unas gomitas de aquí, pero están en el fondo de la tienda.

- Vamos hacia allá entonces. ¿Crees que a London le gusten estas?

- Supongo —es igual que el resto de los chocolates.

- Llevémosle de estos entonces. ¿Y a Marta que le podemos llevar? Los de Bob ya los escogí

- ¿La llevarás algo a todos?

- Claro, sería una maldad venir hasta acá y no llevarles nada. Listo, busquemos tus gomitas.

La llevo hasta el final de la tienda y pienso que nadie aparte de mí, había tenido algún gesto con marta o Bob, solo Ada, y eso solo hace que quiera besarla.

Dulce Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora