Capítulo 39.

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Nos encontramos los dos debajo de la cabaña con mi maleta y sus bolsos. Nos despedimos de la pareja que cuida la casa y Aaron le dice que volverá pronto.

Va a encender la camioneta cuando me acuerdo de algo.

- Oh cierto. Te compre algo, pero tienes que cerrar los ojos —me muerdo el labio inferior, no sé qué me dirá cuando vea de que se trata.

- ¿Me compraste algo? ¿De verdad?

- Si tonto. ¿Porque la sorpresa?

- Por nada. ¿Me gustara?

- Ohh claro que te gustará, pero cierra los ojos te dije.

- Ok.

Cierra los ojos y se ve tan dulce así, que me aprieta el corazón, no dudo en inclinarme a él y darle un casto beso, como el que me dio él.

- Estamos empezando bien.

Ríe y me toma por la nuca, acercándome más a él y dándome ahora él un beso, este si es más que un simple beso, noto la diferencia, soy consciente de como mi labio inferior se pierde entre los suyos y cierro los ojos comenzando a participar.

Sus labios son suaves, siento como se mueven muy lentamente y de manera dulce sobre los míos, me estremezco cuando siento su lengua rozando la mía, haciendo que pueda escuchar mis latidos tan fuertes.

Abre sus ojos y me acaricia la mejilla una vez que dejamos de basarnos.

- Por favor, que nada de esto cambie cuando lleguemos a la ciudad.

Y ahí está de nuevo esa sensación en el estómago. ¿Qué me está haciendo?

- Te lo prometo —le sonrío de manera sincera.

- Ahora dame mi regalo, sin distraerme. —cierra sus ojos de nuevo.

Saco de mi cartera la bolsa en donde me dieron el regalo, la abro y deslizo mi sorpresa en su cabeza.

- Ya.

- Sin abrir los ojos sé que es.

- Adivina sin abrir los ojos.

- El jodido gorro de la tienda igual al tuyo —río sin pudor.

- Vaya señor Cromwell, tiene talento para las adivinanzas.

Abre los ojos y se mira en el espejo retrovisor.

- ¿Te gusta? —se arregla el gorro.

- ¿La verdad?

- Si.

- Tenía envidia de que coco tuviese un gorro igual al tuyo.

- Bueno, ya no lo podrás envidiar. Caminaremos por el aeropuerto con el mismo gorro, no te queda nada mal —no miento.

Hace que un simple gorro luzca sexy.

- Gracias, en serio.

- No hay de que —le lanzo un beso al aire y abrocho mi cinturón.

No nos hemos montado en el avión cuando ya me estoy quedando dormida. Cierro mis ojos y siento la mano de Aaron descansando en mi pierna mientras maneja, la entrelazo con la mía y comienza a hacerme cariños con el pulgar, así si me duermo.

Fuera del aeropuerto es un completo desastre, reporteros y fotógrafos que se movilizan apenas ven la camioneta.

- Se aprovecharán de que estamos solos sin ningún guardaespaldas —suspira.

- Sólo ignóralos.

- Te digo lo mismo, sólo ignóralos. No bajes hasta que haya sacado las maletas y abra tu puerta.

Dulce Infierno Where stories live. Discover now