Capítulo 59.

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Conforme fueron pasando los días más compartimos y más crecía esta gran conexión entre ambos, aún no llegamos al punto de decirnos ni un te quiero, pero no hace falta, se siente en el aire cada vez que estamos juntos, o en cada gesto, hasta cuando hacemos el amor; si, se que suena cursi eso de hacer el amor, pero cuando una pareja se quiere, así se dice.

Ninguno de los dos sabe en donde vive ya, si el en mi casa o yo en la suya, eso de hacernos extrañar no funcionó. No hemos tocado el tema de vivir juntos, el ha intentado con indirectas, pero lo cierto es que me da pavor ese paso, ya es suficiente con tener la mitad de su ropa en mi armario, y yo casi toda la mía en la de él.

Aaron con coco era otro cuento, lo paseaba todos los días, no deja  que yo lo haga y hasta disfraces le compro, no me los ha mostrado, dice que algún día lo hará. Lo inscribió en un club de sólo BullDogs francés, y cada dos semanas lo llevábamos a un parque para que comparta con los demás, se consiguió una novia y estamos en proceso de aparearla, todavía falta que crezca más.

London regresó con su mamá, no porque quería, sino porque tiene que terminar de arreglar los papeles para trasladarse aquí a la ciudad, prometí en ayudarla a conseguir apartamento, esa decisión le dio justo en el corazón a Aaron, quien se negó rotundamente en que viviera en otra casa que no fuese la de el, fueron días de charlas, haciéndolo entender que ya London es mayor de edad, que puede vivir sola y que viviendo con el no será lo mismo, está en la Universidad, hay días que sus amigas querrán quedarse en su casa, o hacer fiestas, y en casa de él no podrá, todo iba bien hasta que le dije que se imagine cuando tenga novio.

- El día que tenga novio, y quiera quedarse con el, ¿ lo traerá para acá? Es obvio que no. Por eso y por más debe tener su espacio.
- ¿Y que te hace pensar que dejaré que London tenga novio?
- ¿Aaron me estás hablando en serio?

Casi lo estaba convenciendo hasta que toque ese tema, fueron más días tratando de convencerlo.

*
Estamos en uno de los tantos días que se queda en mi casa, lo amarre a la cama completamente desnudo, me puse la lencería más sexy y me senté encima de el con una pequeña caja en las manos, adentro tenía tres tiras de papel de colores.

- ¿A que jugaremos hoy? — se dio cuenta de lo ociosa que soy y de lo mucho que invento mientras estamos en la intimidad.
- Hoy jugaremos a que seas un niño bueno, ¿te parece?
- ¿Y que gano yo con eso?
- ¿Jugaras o no? — me conoce tanto, que sabe que detrás del juego hay algo más.
- Juguemos — responde juguetón pero ansioso a la vez.
- Ok, aquí adentro hay tres papeles, en cada uno está escrito alguna parte de mi cuerpo que te daré, o del tuyo. Pero también tiene escrito una petición. ¿Con que color quieres empezar?
- Presiento que me provocaras un infarto hoy. Azul…
- Azul entonces — saco el pequeño papel y lo leo — senos — enarca una caja de lo más sexy.

Bajo las copas de mi brasier dejándolos el aire y acerco mis senos a su boca, comienza a besarlos y chuparlos. Antes de decirle las instrucciones del juego, ya había sentido su erección debajo de mi, pero con esto se siente es mi pantis mojada. Pasa sus lenguas por el piercing y me retuerzo de la excitación. Aún recuerdo cuando me los vio, no me preguntó si me dolió cuando me los hice, simplemente fue al ataque.

Todo lo que Aaron me hace, me deshace completamente, desencadena un torbellino de sensaciones que se agrupan en mi vientre convirtiéndose en líquido encima de su erección. Tengo que enfocarme en el juego así que cómo puedo carraspeo y leo el papel.

- Petición número uno: más espacio en tu armario para mi.
- Si, si, lo que quieras — sigue con mis senos y unos segundos después los retiro, cierra los ojos y se queja como un niño.
- Escoge otro color.
- Rojo.
- Cuello.

Dulce Infierno Where stories live. Discover now