Capítulo 37.

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Los capítulos ahora estarán divididos en 3 partes, que lo disfruten.
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Me despierto, no porque quiera despertarme, sino porque siento una presión encima. Abro los ojos y es Aaron, todavía tiene un brazo debajo de mí y el otro encima, alrededor de mi cuerpo, me sorprende ver que tengo su mano agarrada, como si no la quisiera soltar, pero sonrío ante la imagen. Su pierna derecha estirada y la izquierda completamente enroscada a mí, y con su tamaño no es para nada liviana.

Intento zafarme porque la vejiga está por reventarse, pero al mínimo movimiento que hago él también se mueve, y me da pesar despertarlo porque se le ve tan sereno, no creo que sean muchas las veces que duerma hasta tarde.

Me muevo un poco más, para alcanzar la sabana, estoy erizada, congelada, muerta del frío y todos los sinónimos, pero mi intento fue en vano porque siento que me pega más hacia él.

- Deja de moverte tanto y duerme.

- Lo haría, pero muero de frío.

- ¿No te estoy calentando lo suficiente? —río nerviosa.

- Sí, pero tengo los pies sin medias.

Alcanza la cobija y nos cubre hasta arriba, nunca había estado tan cómoda, y no puedo creer que haya dormido con Aaron y que él sea el causante de esta paz interna que siento en estos momentos.

- Estoy demasiado cómodo, así que cierra los ojos y vuelve a dormir.

- No hay necesidad de que lo digas de nuevo —cierro los ojos y no es tan difícil volver a dormir.

*

Sueño que estoy en un baño orinando, y todos sabemos que eso no es una buena señal cuando de verdad te estás orinando. Una vez, por pereza me dormí sin ir al baño antes, y soñé que estaba en el baño de mi casa orinando... me orine de verdad.

«Despiértate Ada»  Me digo a mi misma en el sueño.

Despierto y ya no siento esa presión de antes encima de mí, y es que Aaron ya no está a mi lado. Me levanto y me dirijo directo al baño para hacer mis necesidades, regreso a la habitación y el frío está peor, camino hacia la ventana y ya está nevando, con razón. En la cama hay una sudadera lo suficientemente grande de Aaron para calentarme, sin permiso me la coloco y me dirijo ahora a mi baño para cepillarme los dientes.

Soy alta, pero de igual manera su sudadera me queda grande, tiene su perfume impregnado. Escucho ruidos en la cocina y huele delicioso, camino por el pasillo hasta llegar a las escaleras, a medida que voy llegando abajo, más puedo apreciar de la vista. Aaron con su mono de pijama y sin camisa, me recuesto del umbral de la entrada de la cocina y lo observo. Observo cada uno de sus movimientos, como camina con confianza entre todo, y sirve el desayuno.

- ¿Te quedarás parada ahí? —me sobresalto.

- ¿Cómo sabías que estaba detrás de ti?

Voltea y nota que tengo puesta su sudadera.

- Tengo frío y esto es lo que más me cubre.

- Si es por mi te quedas todo el día así. ¿Tienes hambre?

- Si.

- No sé porque sigo preguntando eso.

- No aprendes, no aprendes —lo riño con el dedo.

Me siento en la silla del pequeño comedor para seguir con la maravillosa vista de él cocinando. Coloca un plato en frente de mí, me preparó tostadas francesas, le esparció miel, tiene arándanos, frambuesa y kiwi.

Dulce Infierno Where stories live. Discover now