Capítulo 60.

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Como ya es costumbre vamos juntos a la oficina, Aaron tiene trajes en mi casa por lo que no es problema cuando se queda dormido sin planearlo.

Comenzamos a trabajar, y por tercera vez en la semana, Aaron recibe una llamada la cual cuelga y automáticamente su rostro y humor cambia. No he querido hacerme mente, pero ya es la tercera vez, y soy yo quien me aguanto el mal humor. Por eso cuando estamos almorzando en un restaurant cerca le pregunto.

- ¿Quien te llama para que te pongas de ese humor?
- ¿Mm?
- Ya van varias veces que alguien te llama, le cuelgas, y tu humor se pone de lo peor.
- Mi mamá.
- ¿Y que quiere?
- No sé, no le he contestado.
- Contéstale, tal vez es algo sobre London.
- Si es algo sobre London me hubiese llamado ella.
- Bueno, tu sabrás como manejas eso - le sonrío y seguimos comiendo.

Ya falta media hora para salir y su teléfono de oficina suena.

- ¿Qué?... ¿Y por qué la dejaron pasar?... Dile que no.

La puerta se abre y entra una mujer que desborda elegancia.

- ¿Por qué se supone que no me dejas entrar? - Aaron cuelga el teléfono y yo sigo en mis planos.
- Tengo tantas ganas de verte que no dejé que entraras.
- Estas bien grande ya para que andes con el sarcasmo y esas ridiculeces del rencor.
- ¿Rencor? ¿No querer verte es rencor? Es una simple decisión. ¿Qué quieres?
- Ver a mi hijo, ¿o es que no puedo?

Estaba trazando una línea y me pase cuando escuché que es la mamá.

- ¡Mierda! - exclame cuando me di cuenta de lo que hice, Aaron y su mamá voltean a verme.
- ¿Por que no tenemos privacidad si estoy yo aquí? Eres el jefe, y ella una empleada, debería mostrar respeto y salir.

«¿Escuchamos bien? ¿Escuchaste bien Ada? Agárrenme porque la mato. ¡Agárrenme que estoy reloca!» Hay unos hombres sosteniendo de los brazos a Cleopatra.

Quedo con la regla y el lápiz en la mano, ni subo la mirada.

- No es de tu incumbencia.
- Claro que lo es. Quiero hablar contigo y no lo hará delante de ella.

Me levanto para salir de la oficina, no porque ella quiera, sino porque no quiero cometer un delito.

- Tu te quedas ahí - me ordena Aaron.
- No hay problema jefe. Yo entro cuando hayan terminado.
- Gracias, pensé que eras sorda - respira Ada, respiiiiiraaaaaa.
- Basta Eva. Se queda y punto, comienza a hablar que no tengo tiempo para ti - se queda callada y sólo me observa -Ella es mi novia, no tengo pensado que salga de esta oficina, estoy perdiendo tiempo aquí. ¿Qué quieres?
- ¿Novia? ¿Novia Aaron? - me observa de pie a cabeza - ¿Y Sasha? No debiste dejarla, es una mujer con clase, de dinero y encaja perfectamente en tu ambiente.

Maldita sea que Dios me llene de suficiente tolerancia y paciencia.

- Ada tiene eso y más. Tampoco es que te tenga que dar explicaciones.
- En fin - hace una gesto con la mano hacía mi, restándome importancia.
- Si quiere que su hijo este con una mujer de dinero y con clase, pero que no lo sepa representar porque es alguien sin estudios y sin nada bueno que aportarle al mundo, pues está bien errada. Ahora si me disculpan seguiré trabajando.

Me acerco a mi escritorio y tomo mis cosas, más los planos que estaba haciendo y salgo de la oficina, seguiré trabajando, pero no ahí. Bajo al piso de Jorsh y entro a su oficina sin avisar.

- ¿Mujer que tienes?
- ¿Por qué? - respondo con naturalidad.
- Tienes las orejas y la nariz roja - las tocó y están hirviendo.
- Nada. ¿Puedo trabajar aquí contigo?
- ¿Y por qué no estás en la oficina de Aaron? Claro, no es que no te quiera aquí.
- Porque en la oficina de Aaron esta maléfica.
- ¿Quien tiene el gran honor de que la llames así pequeña saltamontes?
- Nadie. ¿Puedo usar esto? Se me olvidó el mío allá arriba.
- Claro - minutos después escucho que se abre la puerta.
- ¿Por que demonios saliste de la oficina?

Dulce Infierno Where stories live. Discover now