Capítulo 42.

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Después de despedirnos y montarnos Ada me interrumpe cuando iba a encender la camioneta.

- Oh cierto. Te compre algo, pero tienes que cerrar los ojos -veo en sus gestos que es más una travesura que un regalo.

Pero de igual manera me sorprende su intención, estoy acostumbrado que las mujeres me pidan, no que me regalen, no le presto atención a eso, pero que Ada lo haya hecho sí.

- ¿Me compraste algo? ¿De verdad?

- Si tonto. ¿Por qué la sorpresa?

- Por nada. ¿Me gustara?

- Ohh, claro que te gustara, pero cierra los ojos te dije.

- Ok.

Hago lo que dice pero no escucho sonido de ninguna bolsa o algo, lo único que siento es sus pequeños labios en los míos.

- Estamos empezando bien.

Rio, porque creo que es la segunda vez que tiene la iniciativa ella de besarme, y no la desaprovechare, así que la tomo de su nuca devolviéndoselo, pero no como el que ella me dio, le doy uno más profundo y ella me sigue la corriente, dejándose llevar y moviendo sus labios de una manera tan malditamente divina, es profundo pero suave, no quiero que piense otra cosa. Abro mis ojos y le acaricio la mejilla, me gusta, me gusta lo que me hace sentir.

- Por favor, que nada de esto cambie cuando lleguemos a la ciudad -ella me mira directo a los ojos.

- Te lo prometo -y por su sonrisa, sé que dice la verdad.

- Ahora dame mi regalo, sin distraerme -vuelvo a cerrar los ojos.

Ahora si escucho alguna bolsa, y siento como coloca algo sobre mi cabeza, el gorro, lo sé, se me adelantó.

- Ya.

- Sin abrir los ojos sé que es.

- Adivina sin abrir los ojos.

- El jodido gorro de la tienda igual al tuyo -se carcajea, solo se escucha su risa en la camioneta.

- Vaya señor Cromwell, tiene talento para las adivinanzas.

Me veo por el retrovisor y lo ajusto.

- ¿Te gusta?

- ¿La verdad?

- Si.

- Tenía envidia de que coco tuviese un gorro igual al tuyo -no le mentiré, me sorprendió que haya pensado en mí.

- Bueno, ya no lo podrás envidiar. Caminaremos por el aeropuerto con el mismo gorro, no te queda nada mal.

- Gracias, en serio.

- No hay de qué.

Ada me lanza un beso con su mano al aire y tomamos camino al aeropuerto, veo que se está quedando dormida y descanso mi mano en su pierna para hacerle caricias, se duerme.

Pensé que nos íbamos a medio matar en este viaje, porque con Ada eso es lo que provoca a veces, no del todo, pero medio matarla sí.

Comienza mi mal humor cuando veo a todos los reporteros fuera del aeropuerto, que se ponen en marcha cuando llega mi camioneta, Ada ya se despertó.

- Se aprovecharan de que estamos solos sin ningún guardaespaldas -estoy tentado agolpear el volante.

- Solo ignóralos.

- Te digo lo mismo, solo ignóralos. No bajes hasta que haya sacado las maletas y abra tu puerta -le ordeno.

- Está bien -sonríe, y sé que es para calmarme.

Dulce Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora