Estoy abajo esperando a Aaron, me bañe de lo más rápido, pero es que sentía que en cualquier momento el agua de la regadera se iba a congelar. La vista desde la sala es sencillamente hermosa, parece una imagen editada, las copas de los árboles adornadas de blanco.
- Ayer las pantuflas. ¿Y hoy ese gorro?
Tengo un gorro gris con un gran pompón peludo arriba. Volteo a verlo y está vestido todo de negro, con un abrigo
- Y no has visto mi bata de baño — me río acordándome de David diciéndome mata pasión con la bata de Hello Kitty.
- Haré una nota mental de no dejarte comprar hoy.
Toma mi mano y caminamos a la puerta, fácilmente me puedo acostumbrar a esto, él tomando mi mano en cualquier momento. Bajamos con cuidado, y como siempre, abre la puerta del copiloto para sentarme, reproduce su lista de música y tomamos camino.
Este lugar no es un pueblo, tampoco una ciudad, es una mezcla de los dos, los edificios son antiguos pero elegantes. Tenemos más de 20 minutos andando y ninguno de los dos ha dicho nada.
- Me desespera más que no hables. Siento que planeas algún plan macabro para matarme.
- Pues no te equivocaste en nada —río.
- ¿No tienes problema en caminar?
- No, por lo menos aquí no está nevando tanto.
Se estaciona cerca de una acera y bajamos, Aaron toma mi mano y comenzamos a caminar. Estamos en los meses de la Navidad, por lo que las calles están repletas de luces, es todo hermoso.
Hay tiendas de marcas, y autos más lujosos que otros en las calles, pero esas tiendas no me interesan, pasamos por una pequeña tienda de dulces y se me iluminan los ojos, así que arrastro a Aaron hacia la ella.
- Debí haber esquivado está acera.
- No seas amargado. Entremos para ver si te endulzas un poco.
Aaron abre la puerta y suena un pequeño timbre, la tienda está repleta pero esto es-el-paraíso-de-dulces.
Hay montones de estantes de vidrio repletos de chocolate, gomitas, todo lo que te imagines, le sonrío a Aaron y vamos primero por los chocolates.
- La tienda hará una fortuna sólo contigo —llevo más de 10 bolsitas en la mano.
- No puedo sólo escoger dos o tres chocolates. ¿No te gusta nada?
- Siempre compro unas gomitas de aquí, pero están en el fondo de la tienda.
- Vamos hacia allá entonces. ¿Crees que a London le gusten estas? —le señalo unas bolitas de chocolate blanco con almendras.
- Supongo.
- Llevémosle de estos entonces. ¿Y a Marta que le podemos llevar? Los de Bob ya los escogí — le pregunto mientras agarro la pequeña palita para llenar la bolsa.
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Dulce Infierno
RomanceAda Woods esa mujer sin filtro que dice lo primero que le pase por la cabeza, es torpe como ella sola, habla hasta por los codos y está más dormida que despierta. Pero ante todo es fiel a su familia y a sus seres queridos. A sus 23 años se traslada...