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Michael:

     Caroline dormía a mi lado tras la reconciliación. Una vez más a mí me costaba cerrar los ojos. Miraba por la ventana con la mente a mil por hora. Analizaba mis descubrimientos, incluso los más dolorosos. 

     Pero si antes era la desesperación por la traición lo que amenazaba con volverme loco ahora era la imperiosa necesidad de saber. De conectar todos los hilos que me llevaran a conocer lo que se ocultaba tras el enfrentamiento entre BQ y Hound. Algo se me escapaba. Algo se nos escapaba.

     Mi mujer cambió de postura rozándose ligeramente con mi costado. Me quité las gafas de lectura y sonreí. Besé la curva de su cuello. Caroline suspiró colocándose bocarriba. Me metí entre sus suaves muslos de terciopelo. Mis labios bajaron por su cuello a sus pechos. Ella comenzó a gemir mientras yo jugaba con los pezones. Descendí por su torso y me detuve a admirar la cicatriz de su cesárea.

— No quiero que la mires, por favor— habló Caroline sacándome de las fantasías en las que ambos éramos padres—. No me gusta que la miren.

— ¿Qué tiene de malo tu cicatriz?— me acomodé sobre mis rodillas y la miré a los ojos.

— Es espantosa— se quejó con voz contenida.

— Nunca me has contado cómo nació Noah— me coloqué a su lado de nuevo y la atraje a mi regazo. 

     Bear me había enseñado, siendo un niño, que las moscas se cazaban mejor con miel que con cañonazos.

— El embarazo fue algo complicado porque la vida con Ulises no fue nada fácil y él hacía que se me disparara la tensión. En más de una ocasión pensé que la perdía. Tuve fuertes hemorragias casi todo el tiempo. Unos dolores terribles. Noah apenas se movió durante la mayor parte del embarazo porque la pobre estaba muy débil por la tensión constante en la que ambas vivimos...


      Sabía que la cosa no iba bien porque estaba realmente agotada y mi bebé hacía horas que ni siquiera cambiaba de postura.

     Estábamos, como de costumbre, en una de las interminables fiestas de Ulises en las que, como siempre, se jactaba de ser el mejor anfitrión y el futuro presidente del país. Claro que por aquel entonces ni siquiera había logrado aún su nombramiento como Fiscal General. Pero, esa era, precisamente, su estrategia. Lograr el mayor número de contactos en las más altas esferas para lanzar sus futuras candidaturas.

     Me encontraba en el último trimestre del embarazo, pero aún faltaba demasiado como para salir de cuentas. Como había sufrido una fuerte subida de tensión el médico me había prescrito reposo absoluto. Sin embargo, no podía dejar solo a Ulises. Necesitaba que fuera, como de costumbre, sus ojos y oídos en la estancia. Porque si algo caracteriza a los hombres como él es su falsa seguridad y su asombrosa capacidad paranoica.

     La mayor parte de las conversaciones era sobre todo de cuestiones intrascendentes. No estábamos ni medianamente cerca de elecciones o designaciones, pero Ulises tenía tal afán de protagonismo y de control que resultaba exasperante. 

— Cariño debería subir y descansar un poco. No me encuentro bien. La fiesta ya casi ha terminado.

— Si hubieras sido uno de los generales que debía haber luchado por la independencia de Estados Unidos seguramente continuaríamos como colonia británica. No vas a ninguna... ¿Caroline?

     El fuerte dolor, anticipo de un parto prematuro, hizo que manchara su impecable traje de firma con el contenido de mi estómago. Posteriormente perdí el conocimiento.

     Me desperté en el hospital en donde escuché términos como "fuerte sufrimiento fetal" o "complicaciones que harían inviable un parto por el modo natural". Me llevaron sin perder tiempo a un quirófano y casi sin anestesia, porque mi bebé se moría, tuvieron que abrirme. Me desmayé por el dolor. Al despertar mi hija ya había nacido y estaba en una incubadora para que terminaran de madurar algunos órganos.

     Ulises me dejó sola para emprender una "gira" para resarcir a sus invitados. Cuando volvimos a casa no paró de humillarme por la cicatriz que le había salvado la vida a mi hija y que era símbolo de la forma tan extrema en la que le había dado la vida. En aquellas primeras semanas estuvo tan agresivo conmigo que casi hizo que se me retirara la leche. Además, si alguien venía de visita tenía que dejar a mi recién nacida sola para atender a sus invitados.


     Besé la coronilla de mi mujer conteniendo la rabia por todo cuanto habían tenido que vivir. Caroline era una persona extraordinaria. No se merecía absolutamente nada de aquello. Dejando de lado sus protestas deposité un suave beso en la cicatriz que tanto la avergonzaba.

— Esta marca es la prueba de la vida que salvaste y que pudo haber costado la tuya. Nena, no es fea. No es asquerosa. Es hermosa.

     Ella cerró los ojos y acarició mi cabello mientras yo seguía mimando su vientre. Su espalda se arqueó cuando seguí bajando y la devoré. Mi mujer era única. Y yo no podía sentirme más afortunado por tenerla conmigo.


Días después:

     La llamada de mi abuela me pilló por sorpresa. A pesar de que yo ya no tenía más interés en seguir tirando del hilo que había dado como resultado la muerte de Sweet, ella había seguido investigando.

     No informé al jefe de mi viaje. Sabía que él era totalmente contrario a mezclar a las mujeres con nuestros asuntos y si encima se enteraba de que mi abuela estaba metida en el tema, podría decirle adiós de forma definitiva a mis parches. Así que lo hablé con Bear y Sniffer. Ambos tenían sus reservas con todo aquello, pero coincidían en que si había algo que nos perjudicara habría que investigar lo que fuera.

— Cuida de la Reina— me pidió Bear antes de irme de viaje. Estábamos solos—. Chico si el jefe se entera de algo de esto nos cuelga por las pelotas.

— Lo sé, hermano.

— Si le pasa algo ya podremos ir dándonos por muertos.

— Descuida. La protegeré con mi vida.

— Espero que sepas lo que haces. Cien por cien Bomber hasta la muerte...

— Y más allá. Cuidad de Caroline. Tengo toda la intención de reclamarla.

— Sniffer y yo estaremos pendientes de ella. Procura regresar de una pieza...


     Durante el viaje, el que escondí mis colores, no paré de darle vueltas al asunto. ¿Qué habría descubierto? ¿En qué lugar nos dejaba? ¿Podríamos dejar atrás el pasado de una maldita vez?

     Llegué de noche y dejé la moto oculta en la parte trasera de su casa. Accedí por la puerta de la cocina y escuché las voces amortiguadas. Me mantuve a la espera. Coyote también estaba allí. 



Mommy's little manWhere stories live. Discover now