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Semanas después.

Fiesta en casa de Ulises.

     Noah no volvió a traer a Stearling a casa tras lo de Ulises. En lugar de eso se iba a pasar el tiempo con el chico en la suya.

     Y, aunque me sentía muy feliz porque mi hija comenzara a hacer su vida, no podía evitar al mismo tiempo sentirme completamente sola a nivel emocional. Durante años Noah fue mi tabla de salvación. Fue la brújula que siempre marcó al norte. Fue la excusa para sacar fuerzas de flaqueza y continuar. 

     Sin embargo, mi hija se había hecho mayor y ahora buscaba su lugar en el mundo.


— ¿Has hablado ya con Noah? — Preguntó Ulises frente al espejo haciendo el elegante nudo a su corbata de seda.

— La están peinando y maquillando— respondí extendiendo la base de maquillaje.

— Confío en que seas consciente de la importancia de esta recepción— soltó su perorata de siempre caminando de un lado al otro de la habitación—. Vendrán muchas personalidades políticas muy importantes junto con sus mujeres. Yo no puedo estar en todas partes, así que espero que Noah y tú seáis unas buenas anfitrionas y...

     Él siguió con el discursito que me soltaba antes de cada fiesta desde el principio de los tiempos, al que yo ya respondía de forma mecánica. Me puse en pie al terminar de maquillarme y Ulises se acercó con esos ojos de depredador, más bien de alimaña, que tenía para inspeccionarme.

— ¿Te has puesto la faja?

— ¿Qué quieres decir? — Lo miré confusa.

— Estás más gorda, Caroline. ¿Te hago un maldito croquis?

— Me pondré la faja, Ulises...


     Tranquila música clásica del cuarteto de cuerdas contratado para la ocasión. Bandejas de alcohol que transitaban alternándose con las de canapé. El ruido contenido de conversaciones aisladas en los diferentes grupos de hombres y mujeres. Y... las "acompañantes".

    Noah y yo desempeñamos nuestra misión a la perfección recibiendo muchos halagos por parte de los invitados. Ulises, como no podía ser de otro modo, se pavoneaba con sus palabras artificiosas y sus pomposos movimientos.

— Buenas noches, Caroline— se nos acercó el joven Pierce—. Hola, Noah. Estás preciosa.

— Eres muy amable, Payton. Tú también estás muy bien— le sonrió por compromiso.

— Baila conmigo— dijo y la sujetó por la muñeca antes de que ella pudiera contestar.

     Noah lo siguió en un claro gesto que delataba incomodidad.

     Payton era el hijo del mejor socio de Ulises, el Gobernador Pierce. Todos apostaban ya por el futuro tan brillante que se le pronosticaba. El joven tenía ya contactos muy sólidos en las altas esferas. Suponía que esa era la razón por la que Ulises le mimaba tanto. Ambos podrían obtener muchos beneficios en el futuro si trabajaban juntos. Por desgracia, la moneda de cambio parecía ser mi hija.

— Hacen una pareja preciosa— dijo a mi lado Clarisse Pierce, esposa del gobernador—. Cualquier chica mataría por estar ahora mismo en el lugar de Noah. Es una jovencita con suerte.

— Muchas gracias. Disfruta de la fiesta— me despedí con discreción para seguir en mi papel.


     Supe que algo no iba bien cuando unas cuantas horas más tarde vi a mi hija un poco agitada en una esquina. Intentaba retocarse el maquillaje.

— ¿Ha pasado algo, cariño?

— Payton es un pulpo, mamá. Me pidió que le acompañara fuera para tomar el aire e intentó besarme a la fuerza. ¿Puedo irme a mi cuarto, por favor? 

— Sube, corazón. Le diré a tu padre que no te encuentras bien.

— ¿A dónde demonios crees que vas? — Nos interrumpió mi marido fingiendo una sonrisa sabiendo que le estaban observando.

— No me encuentro bien, padre.

— Me importa una mierda. No te separes de Payton. Tengo asuntos muy importantes que tratar con Arthur. Como lo fastidies todo te vas a enterar.

     Vi con rabia cómo Ulises la llevaba de vuelta con el hijo del gobernador. Una vez más me tocó controlarme para no montar una escena.


     Hacia medianoche Ulises permitió que Noah se retirara. La fiesta comenzó a decaer en cuanto las personalidades clave se marcharon. Ulises la dio por finalizada y se largó con unos cuantos invitados.

    Me quité los tacones al entrar en el cuarto de mi hija. El delicado vestido de satén malva que había llevado descansaba en el perchero junto con los zapatos a juego. Noah estaba ya dormida. La hinchazón de sus ojos me indicó que había estado llorando. La arropé y besé su frente.

— Te quiero, mi niña. Mañana será otro día...


     La relación con Sweet se fue afianzando a medida que nos íbamos conociendo. Era un chico genial, muy inteligente aunque introvertido. Aunque no solía hablar mucho de su vida en Searchlay sabía que ésta no era muy sencilla allí. Con el tiempo comenzamos a hacer planes de futuro juntos. En cuanto acabara el verano nos iríamos juntos y lo dejaríamos todo atrás para empezar de nuevo en un sitio en el que nadie nos conociera. Iríamos a la universidad. Nos casaríamos y tendríamos muchos hijos.

— Si alguna vez somos padres— hablaba en susurros a mi lado en mi cama—. Quiero que nuestra hija se llame Noah. Siempre me ha gustado ese nombre.

— Es un muy bonito—afirmé acariciando la tela de su sudadera.

— Significa "paz" "descanso"... Así es como siempre imaginé que sería cuando tuviera mi propia familia. Ambas seríais mi remanso de paz.

     Me di la vuelta y nos besamos. Sweet me abrazó con ternura primero. A medida que profundizamos el beso la temperatura de nuestros cuerpos fue en aumento. Rodamos y me colocó debajo de él. Me quitó la camiseta con la que dormía. Luego las braguitas. Recorrió mi cuerpo con parsimonia haciendo que la piel se erizara allí donde tocaba. Yo me retorcía completamente excitada con sus caricias. Por un momento olvidé que estábamos en mi habitación en casa de mis padres y que él había vuelto a entrar de modo furtivo. Sweet se separó de mí para despojarse de la sudadera. Debajo de ésta una calavera con boina oscura protegida por una capucha me miró directamente, en la zona inferior podía leerse "Bombers Mc, Searchlay 1%". Ésta también abandonó su torso. El roce de su cálida piel con la mía me hizo perder momentáneamente la cabeza. Entonces lo miré a los ojos.

— ¿Ocurre algo, fresita?

— No puedo hacer esto, Sweet. Quiero hacerlo. Pero... Mi padre me hace controles periódicos para asegurarse de que sigo siendo virgen...

— ¡No jodas! ¿En serio?  — Asentí totalmente abochornada. Él me besó los labios y sonrió comprensivo—. No te preocupes, fresita. Conozco otras maneras de pasarlo bien.

     Y, aunque al principio fue algo incómodo finalmente acabó estando muy bien. Y supongo que estaba bien porque lo hice con él. Mi himen seguía intacto, sin embargo lo que pasó no podía desmerecer a lo que preferíamos que hubiera ocurrido.

     Nos despedimos por la mañana, una hora antes de que tuviera que levantarme para mis tareas en el pequeño rancho familiar. Aquel sería mi último amanecer en el pueblo que tanto odiaba.

— Ya lo sabes, fresita. Haz todo de modo normal como haces siempre. Yo vendré por ti a las doce y nos largamos a Atlanta. Te quiero— dijo por primera vez y saltó por la ventana antes de que le respondiera.

    Aquella sería la última vez que le vería hasta la famosa fiesta. 

Mommy's little manWhere stories live. Discover now