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Michael:

— Buenos días, preciosa. Te he traído el desayuno a la cama.

     Caroline abrió los ojos algo confusa. En cuanto me vio recordó dónde estaba.

— Gracias, Michael. No tendrías que haberte molestado.

— Es mi modo de disculparme por la conversación tan incómoda que tuvimos.

— Había que aclarar muchas cosas.

— Sí, pero, me quedé con muchas más interrogantes. Hay cosas que... En fin, desayuna, quiero presentarte a alguien.

— ¿No me estarás intentando envenenar? — Miró la bandeja sin atreverse a tocarla.

     Sonreí y me senté junto a ella. Era lógico que desconfiara tras todas sus vivencias.

    Le quité el tenedor y probé un trozo de tortita. El puto sirope resbaló por mi barbilla. Caroline siguió la línea que dibujaba. Agarró la servilleta y limpió el estropicio.

     No sabía porqué de repente parecía un puto crío de teta... "Mommy's little man".

— Ay, mi hombrecito. Ven que mami te limpie— se burló ella sacándome una sonrisa.

    Finalmente compartimos el desayuno en una tregua que ambos agradecimos. Me fui a vestir mientras ella hablaba con su hija y luego se arreglaba.

     La esperé en la calle al lado de mi moto repasando los mensajes.

"Estamos planeando la reclamación de Noah. Posiblemente sea en mi casa. ¿Haces de testigo?"

"¿Se puede saber qué coño te has fumado? Ni loco pienso ir... No es por nada. No me apetece ver a tu mujer... No sé si me explico"

"Bueno... Tú te lo pierdes. ¿Qué tal con la mami buenorra?"

 "Cierra el jodido pico y muestra un poco de respeto. Por si lo has olvidado es tu suegra"

"Y seguramente sea mi nuera al mismo tiempo... Estoy por encargar nuestro árbol genealógico"

"Seguramente el que lo haga se acabe tirando a las vías de un tren"

"Bueno, ya te enterarás cuando la reclamemos"

"A ser posible sin tanto lujo de detalles"

— Estoy lista— dijo la mujer y el teléfono se escurrió de mis dedos como si de repente hubiera olvidado cómo se usaban.

     Caroline sonrió mientras yo hacía malabares evitando que se estampara contra el suelo.

— Toma— dije cuando salvé in extremis mi terminal y le pasé el casco.

— Me da miedo ir en moto contigo— confesó.

— Tranquila, no voy a correr.

— No, si no me da miedo que corras. Me da miedo que te caigas en parado...

     Me eché a reír sin responderle. Prefería verla sonreír en lugar de estar triste.



Caroline:

     Tardamos algo más de cuatro horas en llegar al destino. Habíamos hecho un par de paradas para estirar las piernas, hidratarnos e ir al servicio.

     Era la primera vez que disfrutaba de un viaje. Supongo que era por la compañía. Quizás era por la sensación de libertad que otorgaba la potente motocicleta de Michael. 

Mommy's little manWhere stories live. Discover now