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Años atrás:

En un pequeño pueblo del centro de Estados Unidos.

Caroline:

      Me casé bastante enamorada... Esa es la historia que se suele contar. Y, aunque la mía no comenzó así realmente, al principio no me di cuenta de los indicios que cualquiera podría haber visto.

     Mi padre era un religioso bastante fervoroso al igual que mi madre. Desde muy niña aprendí que los matrimonios no son algo sencillo y que la mujer debe aguantar por el bien familiar.

      Conocí a Ulises en secundaria. Su padre era un inmigrante de origen griego que prosperó en muy poco tiempo. Ellos encarnaban el mal llamado "sueño americano". Digo lo de mal llamado en su caso porque amasaron su fortuna de forma fraudulenta. Realmente no conozco los detalles, pero sí que sé que nadie se hace rico de la noche a la mañana de forma honrada. Sin embargo, los Tautópolis eran de esas familias a las que no solo les encantaba vivir de puertas para fuera, sino que además, amaban aparentar.

     Pensé que había sido muy afortunada cuando posó sus ojos en mí. Mis padres estaban muy contentos con el "chico formal que me pretendía". Ulises era el sueño de cualquier padre. Era atento, cariñoso, muy respetuoso. Lo que se dice, el perfecto protagonista de una novela rosa. 

     Sin embargo, en ocasiones no es oro todo lo que reluce, pero, adelanto acontecimientos.

— Las buenas amas de casa— me decía mi madre mientras la ayudaba en la cocina—. Jamás van por ahí de boca en boca. Deben consagrase en cuerpo y alma al encargo para el que fueron creadas: su esposo y sus hijos. Las casquivanas, en cambio, son el hazmerreír de cualquier sitio. Nadie las toma en serio porque no se dan a respetar. Fíjate, sino, en lo que pasó con la hija de los Spencer.

     Agaché la cabeza en tanto que secaba el plato para no contestarle. Agatha Spencer era un par de años mayor que yo. Hasta que se convirtió en la "ramera" de aquel pequeño pueblucho en el que todos nos conocíamos era el modelo a seguir para las más jóvenes. Era una chica estudiosa, deportista y activa con la comunidad religiosa. El prototipo de joven en la que, durante un tiempo, mis padres quisieron que me convirtiera.

     La caída en desgracia de Agatha vino con el cambio de sacerdote. El que relevó al padre Eustace era uno joven y bastante atractivo. El anterior estaba ya muy cerca de los noventa años y casi no podía valerse por sí mismo. Agatha era una de las personas encargadas de ayudar al anciano. Como ella era de sobra conocida, le asignaron las tareas domésticas en casa del nuevo pastor. No obstante, ambos eran jóvenes, más o menos de la misma edad, e inevitablemente, nuestro modelo a seguir se enamoró profundamente del religioso. Él también la correspondía de modo sincero y pidió colgar los hábitos para poder casarse con su amada. Y, para cuando llegaron, ella ya llevaba unos cuantos meses de gestación.

     Dio igual que el joven cura se casara con ella nada más obtuvo su licencia. Para todos, Agatha quedó como la "zorra" del pueblo. Y, por consiguiente señalaron también a toda su familia, quienes, se vieron obligados a mudarse para quitarse el estigma de... Ya lo imaginaréis.

     Lo último que se supo de Agatha fue que tuvo un precioso niño saludable del que su marido estaba más que orgulloso.

— Para una mujer— continuaba mi madre pelando habichuelas—. Lo más importante es su reputación, Caroline. Nunca lo olvides. Eso es su carta de presentación ante el mundo. El que sea atenta y educada es la carta de presentación de sus padres. Si los de Agatha la hubiera criado mejor seguramente se habrían ahorrado muchos quebraderos de cabeza. Menuda familia.

     Aquel era el ambiente del deprimente pueblo en el que nací y crecí. Un pueblo, al que no menciono por el dolor tan terrible que me causó, pero, vuelvo a adelantar acontecimientos.

      El día comenzaba antes de la salida del sol. Al menos para los que, como mi familia, tenían animales. Mi labor empezaba con la recogida de huevos de las gallinas a la que seguía el ordeño de las vacas y el alimento de los cerdos. Después de atender a mis tareas me daba un baño, desayunaba y me iba al instituto.

     El mío no era mixto. Yo iba al de chicas. Ulises iba al de chicos. Me recogía a la hora de salida y dábamos una vuelta. Nunca me agarraba de la mano. Evitaba en la medida de lo posible los besos para no dar que hablar a las chismosas. Como ya había dicho antes, era el novio ideal.

     Como os contaba nos habíamos conocido en el instituto... Más bien en nuestra etapa de instituto durante un baile comunitario organizado por la parroquia. Pidió permiso a mi padre y me invitó a bailar, luego tomamos refrescos y continuamos juntos, conociéndonos, hasta mi hora de recogida. Me dejó en la puerta de mi casa y se marchó sin intentar nada. Con un simple: "Me alegro de haberme fijado en una chica tan increíble como tú, espero que no le moleste a tus padres que nos vayamos conociendo. Eres muy educada, sensible y respetuosa. Buenas noches, Caroline, espero verte en tus sueños".

     Ni besos románticos de novelas rosas ni nada que se le pareciera.

     

     Las semanas siguientes fueron más o menos igual. Ulises y yo quedábamos al término de mis labores para dar una vuelta. Siempre íbamos a lugares públicos, tampoco había mucho donde elegir. Al finalizar la cita me dejaba en la puerta de mi casa tras depositar un casto beso en mi mejilla y subía a su coche. Se marchaba cuando yo cerraba la puerta.

     Pensaba que mi vida iba a ser similar a la de mi madre, con la diferencia que la de Ulises era la familia más rica del pueblo, cuando, tras prometernos, fuimos a la fiesta "de un primo suyo" en el pueblo más cercano coincidiendo con mi mayoría de edad. La realidad fue que me metió en una de moteros en la que, no solamente perdí la virginidad, sino que encima él lo inmortalizó todo para que nunca cometiera el error de dejarlo. El motero que tuvo el "gran honor" era uno al que llamaban "Sweet Muscle". Un rubio impresionante que destilaba "peligro" por todos los poros de su piel. Pero, realmente no recuerdo gran cosa de esa noche, con la excepción de unos preciosos ojos que reflejaban una honda tristeza de un increíble celeste y otros crueles y casi carentes de vida en tono violeta que se turnaban sobre mí.

     Me casé embarazada de uno de esos dos hombres y aquello sería algo por lo que pagaría todo el tiempo que pasé junto a Ulises.

Mommy's little manWhere stories live. Discover now