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— ¿Qué coño pasa, Bomber? ¿Necesitas ayuda para sacudirte la colita?

— Cierra el puto pico y dime una cosa. ¿Existe alguna sustancia que anule tu voluntad y que te impida recordar las cosas?

     Coyote se echó a reír antes de responder.

— Y, ¿tú te consideras el gemelo listo?

— Necesito que me confirmes algo en cuanto me cuenten algo.

— ¿Por qué coño tendría que hacerlo?

— Intento evitar una matanza.

— En toda puta guerra es inevitable...

— No me jodas. Tenemos un jodido pacto.

— ¿Solo porque lo haya pedido la Reina? — Se echó a reír de nuevo—. La Reina me la puede chupar cuando quiera.

— Estás en el jodido punto de vista de Timber.

     El silencio sepulcral cayó como un telón de acero en el otro lado de la línea.

— Joder... Dime que sigues ahí.

— ¿Cuándo ha vuelto?

— Hace un par de horas... Espera. Tengo otra llamada.

— Llámame de una línea segura y me cuentas lo que...

— Tú solo confírmame lo que te he dicho y te pongo al día.

— De acuerdo...

— John.

— ¿Qué?

— ¿Serías capaz de matar a un niño pequeño?

— Creo que ambos sabemos la respuesta a esa pregunta, ¿no, Bomber?

     Llegué aún con el temor en el cuerpo.

     La casa estaba a oscuras. No estaba el coche.

     El teléfono sonó cuando entré a buscar a Caroline en su habitación.

— ¿Diga? — Contesté al segundo toque. Si hubiera sido el club me habrían llamado al móvil y yo habría contestado al primer toque.

— ¡Mike! ¡Menos mal! — La angustiada voz de Noah me puso en alerta—. Estamos en el hospital.

— ¿Qué demonios ha pasado, princesa?

— Estábamos en el... Y se me ha...

— Tranquila, princesa. ¿Está Caroline contigo?

— Sí, ella está con Ziah, pero...

— Me necesitáis allí. Me pongo en marcha.

     Noah se refugió en mi regazo nada más verme y rompió a llorar. Jamás lo había hecho en todo este tiempo.

— Estaba jugando con ellos... Me despisté un momento. Creí que había visto la moto de tu padre. El llanto de Jim me sobresaltó. Había sangre por todas parte. Se cayó del tobogán.

— Tranquila, preciosa. Ya verás cómo se pone bien pronto. A esa edad son de goma.

— ¡Soy la peor de las madres! — Dijo afligida—. ¡Soy terrible! — Sonreí compasivo mientras la acunaba. Besé con ternura su coronilla.

     Era la primera emoción que mostraba en mucho tiempo.

— No eres mala madre, preciosa. Ha sido un accidente, nada más.

— Si se muere, me muero.

     Acaricié su rostro comprensivo.

— Muñeca, los bebés están hechos para sobrevivir a los primerizos. Aunque los tiren de los toboganes porque sus palpitantes entrepiernas busquen aquello que tanto anhelan— el golpe de ella en mi brazo nos sacó una sonrisa a ambos—. Estará bien, de verdad.

Mommy's little manDonde viven las historias. Descúbrelo ahora