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Meses después:

Caroline:

    Mi vida parecía haberse encauzado en todo este tiempo. Había conseguido un trabajo y una casa. 

     No era nada del otro mundo, necesitaba muchas reparaciones, pero, ahora era autosuficiente.

     De vez en cuando veía a mi niña. Solía hacerme videollamadas. No conseguía superarlos, y lo comprendía. Michael estaba demasiado incrustado en mi sistema. No había día en que no lo extrañara, pero se había acabado.

    El embarazo de mi hija iba muy bien. Su amigo Jack, un motero muy sexi, la acompañaba a las clases de parto. El chico era un auténtico encanto. Muy educado. Tenía aquel punto justo de chico malo y caballero adornado por el cuero de su club.

— Hola, mamá.

— Hola, cielo. ¿Qué tal el viaje?

— Tranquilo. Jack nunca corre cuando voy con él.

— Hola, Caroline. ¿Solucionaste lo de la filtración?

— Vendrán luego a verlo. ¡Qué gordita estás! — Sonreí y le acaricié el vientre voluminoso.

— Soy un agujero negro... Me trago todo lo que se me acerca.

     Jack se puso muy colorado y estalló en carcajadas.

— Deberías pensar en...

— ¿Acaso miento? — Ella se defendió sin caer en el doble sentido de sus palabras—. Hicieron una puñetera tarta y me la comí entera... ¡Entera! Estuve con ardores dos días.

     Jack sonrió y le dio un cariñoso beso en la frente. Yo también sonreí por la pareja tan bonita que formaban.

     Pasamos juntas la tarde. Las dos solas mientras Jack hacía algún mandado para su club. Nos despedimos cuando el sol comenzaba a ocultarse y me preparé para otra noche en blanco.

     Bajé con cuidado las escaleras de madera de la casa. Me había arreglado para ir a dar una vuelta. Margaret se apuntaba.

     Hacía tanto tiempo que no salía a divertirme que ni siquiera recordaba lo que se sentía. Tras una cena las dos juntas nos fuimos a un garito con música en directo. Uno del que había hablado con Michael en alguna ocasión.

     No... No lo vi. 

     No creo que un motero que se precie se dejara ver por un lugar como aquel. En fin, bebí y me relajé con mi amiga. Charlamos con los músicos hasta la hora del cierre e hice algo que nunca jamás había hecho. Irme de un local a solas con un desconocido.

     Se llamaba Neil, era un auténtico texano. Divorciado y con dos preciosas hijas. La menor era de la edad de Noah.

     Su historia era la típica de cualquier habitante del Medio Oeste. Padres religiosos, educación estricta, y empezar a trabajar muy joven.

     Neil no quería ese tipo de vida. A él le apasionaba la música. Y pudo haber llegado muy lejos de no ser por su problema con el alcohol. 

     Hacía unos veinte años desde la última copa que bebió. Se había emborrachado tanto que casi perdió a su hija pequeña. Se la encontró sin respiración y no pudo conducir al hospital. Su hija mayor, quien aún era menor de edad, fue quien los llevó.

— No me habría perdonado si... Entonces me centré en la música, pero mi momento para ser una estrella internacional ya había pasado. Con todo y con eso, estoy muy agradecido por cuanto tengo. Y, ¿tú? ¿Qué me cuentas?

— Separada de un imbécil con aires de superioridad. Una hija y poco más. Tengo una vida muy aburrida.

— Caroline— dijo con una amplia sonrisa de medio lado mientras sujetaba mi mano—. Tienes aspecto de todo, menos de tener una vida aburrida.

     Me eché a reír y seguimos charlando.

     Como buen caballero texano me llevó hasta mi casa, aguardó y se despidió. Me quité los tacones cuando me di cuenta de la sombra que pasó veloz por el pasillo junto a las escaleras.

— ¿Quién está ahí? — Pregunté aferrando el bolso en el que llevaba la pistola.



Michael:

     Descolgué al primer toque sin ver quién me llamaba. 

— Ayúdame, por favor. Hay alguien en mi casa. Me he encerrado en el baño de la planta baja.

— ¿Caroline? Dame la dirección. Voy para allá.

— ¿Ocurre algo, hermano? — Preguntó Bear al ver mi expresión.

— Vente conmigo. Algo pasa en casa de Caroline.

     Tardamos unos veinte minutos en llegar. La puerta de la entrada estaba abierta. No encontramos a nadie, aunque las cosas estaban revueltas. No parecía que se hubieran llevado nada.

— Nena. Abre. Soy yo

     Caroline obedeció y salió de su escondite. Llevaba un vestido ajustado que marcaba sus curvas. Iba descalza.

— Gracias... No sabía a quién llamar.

— Quien quiera que fuera se ha largado— confirmó Bear—. No deberías quedarte aquí. Éste sitio no es seguro. Se puede entrar sin problemas.

— Recoge tus cosas— dije con calma—. Te vienes...

— Agradezco tu ayuda, pero...

— No es negociable, nena. Me has hecho venir y no pienso regresar sin ti. Ya hemos hecho el idiota mucho tiempo. ¿Tú has pasado página? Yo no.

— Michael...

— Vamos, te ayudo.

     Nos despedimos de Bear y puse rumbo a nuestra casa. Se sentía muy bien tenerla de nuevo en la parte trasera de mi moto, sintiendo sus tetas a mi espalda.

— Si quieres dormimos separados. No intentaré nada, lo juro. Solo quiero que estés a salvo.

— Me quedaré hasta que encuentre un sitio mejor.

— De acuerdo— dije siendo consciente de que jamás la dejaría largarse.





Caroline:

     Lo ocurrido en mi casa me hizo extremar las precauciones. Había creído que había sido Steelo o Paul en busca de mi hija hasta que me enteré que ellos estaban fuera del estado buscándola.

    Pensé que podría tratarse de un robo hasta que me di cuenta del coche que llevaba toda la mañana siguiéndome. Volví a llamar a Michael. Tuve que darle la razón cuando dijo que no era seguro para mí estar en la calle.

      Estuve casada con un hombre que podría tener muchos enemigos. Cualquiera que tuviera algo en contra de Ulises podría querer vengarse conmigo.

     Por mucho que me fastidiara ahora mismo el lugar más seguro del mundo era estar cerca de Michael. Por lo menos hasta que supiéramos de qué iba la cosa.

Mommy's little manWhere stories live. Discover now